Si quieres guerra, guerra tendrás.

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Jalo fuerte el cepillo y sale con una bola de pelo, toco mi cabeza asustada de haber arrancado un mecho, suspiro aliviada < no estoy clava >

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Jalo fuerte el cepillo y sale con una bola de pelo, toco mi cabeza asustada de haber arrancado un mecho, suspiro aliviada < no estoy clava >. Lo veo y también mi reflejo e intercalo entre ambos, sin ganas de quedar con un pelón boto el cepillo al suelo. < ¿Quién dice que hay que peinarse? > es inútil para alguien con un pelo más bipolar que uno. Tomo el tarro de gel y embadurno de eso dejando ni una hebra suelta. Veo a un lado y entre las ramas diviso un chico para nada feo < uy, mama mía> con la dificultad de ser medio ciega, no detallo bien su cara. Espabilo cuando un chico de la nada salta encima, perdiéndolos.

< Que mal entre mi ceguera era bonito > me encojo de hombros y veo mi reflejo, sonrío con mi cabello aplacado, faltando solo vestirme - gracias, señor maniquí - tomo la ropa —¿pantalón negro y cazadora roja? O ¿pantalón vino tintó y abrigo beige? – Lo veo - ¿tú qué opinas? – pregunto.

— no creo, vaya a responder, pero prefiero el segundo – dice desde el umbral, pasa.

— es que no sé, quiero una que diga, te voy a patear el culo, pero con estilo – rasca su cabeza divagando entre mi ropa, toma algunas cosas y arma los conjuntos en la cama, veo al señor maniquí confundida y nos acercamos. — papa.

— calla – pone los últimos toques – guala. Pruébatelo. — me los pasa, empuja la baño y cierra la puerta. Visto en nada y salgo – es mi diosita, fabulosa – chasquea. Me para frente del espejo y debo admitirlo, mi papá tiene mejor sentido de la moda que yo.

El vestido beige tejido hasta la rodilla a juego con una medias pantis negras, calzo los botines del mismo color del vestido, me pone los guantes y el gorrito, nos vemos por el espejo y sonreímos de lado.

— maniquí, abrigo – ordena chasqueando los dedos, noto que tiene el brazo extendido con él. — gracias – lo toma y ayuda a ponérmelo, acomoda el cuello del abrigo y besa mi mejilla. — tan bella como yo.

— si soy tu copia. Estos genes no permitieren los ojos azules y pelo rubio de mama.

— agradece. Te tocaron los mejores – da golpes de pecho, ruedo los ojos.

— si si – resto importancia, volteo y está luchando con su corbata – déjame – quita las manos y se la acomodo.

— gracias diosita – besa mi frente. — bajemos antes de que tu madre nos mate. — asiento, salimos y bajamos encontrándolos en la sala.

— wow, pareces gente – le saco el dedo del medio.

Aurora salta del sofá y la agarro en el aire, damos vueltas riendo, paro sintiéndome mareada y la dejo en el piso.

— ¡aurora! – truenan a mis espaldas y giro con miedo, al pie de las escaleras mama está mirándome mal. — Te dije que no te despeinaras – reprocha y le arregla el cabello – y tú no desarregles a tu hermana – levanta la mirada y una sonrisa de satisfacción se agranda – por fin vas decente al instituto.

Perro que no ladra, si muerdeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora