Un chico + una chica = amigos
Amigos + sentimientos = novios.
Una suma cotidiana, en la vida normal de un adolescente.
Pero como yo y nada a mi alrededor es normal, significa que soy la suma de muchas cosas.
Para explicarte mejor, pongamos en una li...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Los mellizos van a comprar dulces y refrescos mientras muñequito y yo ambientamos la habitación, por suerte no me he encontrado con el perro demonio.
< ¿Cómo así?> preguntarán, bueno, estoy en la casa de los Cooper, y antes de que digan cuan imbécil e ilógica es mi decisión, hay una excusa superbuena... ok, no la tienen, pero si un malévolo plan que sabrán más tarde.
— ¡es hora de un subidón de azúcar! – la hacen a un lado y chocan conmigo cayendo encima de la cama. Quedo estática y a centímetros de mi cara veo sus dientes. Los ladridos y gritos se vuelven cada vez más débiles y la visión se va tornando borrosa, hasta que finalmente quedó sumida en la oscuridad.
Los pulmones arden y la falta de oxígeno me asfixia. Me incorporo de golpe, inhalando grandes bocanadas de aire, miro mi alrededor, aturdida y desorientada, sin comprender lo que está pasando. El gruñido me saca de la ensoñación y me paraliza por completo. Sudo frío y veo a la puerta.
Retrocedo chocando con algo, se aproxima lento, gruñendo, viéndome como su presa, trago fuerte, sudando frío <dios, no soy tu mejor hija, pero que no me mate >
— Sentado – un escalofrío me recorre cuando escucho aquella voz ronca y autoritaria. El canino obedece y se sienta en la puerta, unas manos cálidas acarician mis brazos calmando mis temblores y me recuerda que debo respirar. — Estarás bien – su aliento golpea mi nuca, erizando los vellos.
Giro ligeramente la cabeza y nuestras miradas se cruzan, sus ojos están vacíos, despacio, aparta sus manos y la puerta se abre, nuestras miradas se alejan.
— ¡divina diosa! ¡Estás bien! – se me encima apretando con extrema fuerza mi cuerpo - ¡creí que te habías muerto!
— Eso es exagerado – comento devolviendo su abrazo.
Cabeza negando – no pensé que le tenías miedo a los perros – susurra apagada.
— tranquila, no les tengo miedo – miento – solo fue la sorpresa – tranquilizo acariciando su cabello.
<Que envidia, lo tiene liso>
Eso no es bueno.
< De la buena, mujer>
— ¿deberás? – levanta la vista y asiento – genial.
Me suelta y se sienta feliz, la imito. Busco al rubio con la mirada, sin embargo, no está.
— está abajo, preparando algo para cuando reaccionaras – arrugo la nariz.
— ¡despertaste! ¡Pobre mi Barbie, perrito malo, te asusto! – me estrecha entre sus robustos brazos, dejándome sin aire. — Toma esto, aguanta la respiración y bébelo de un trago – me entrega un vasito lleno de un líquido ámbar. — a la una, dos y ¡tres!.
Lo trago, el sabor amargo, recorre quemando toda mi garganta y dejando una sensación rara en el estómago, arrugo la cara y tapo mi boca aguantando la respiración. — ¿Qué mierda me diste? – toso con los ojos llorosos.