Cuando Woo Sik se presentó en la casa de los padres de Sang Bae, lo hizo de tan buen humor que la sonrisa en su rostro pareció que nunca desaparecería. Había esperado cuatro años para volver a verlo, y si la noche anterior el omega no le hubiera dicho que no podía acompañarlo a casa, porque de esa manera estarían en boca de todos, lo habría hecho, sin deseos de separarse nunca de él.
Durante los cuatro años que Sang Bae había dejado el país, Woo Sik intentó buscarlo pero no pudo encontrarlo, era como si de un día para otro la tierra se lo hubiera tragado y nadie podía darle información sobre él, ni siquiera sus padres. Sin embargo, después de su corta conversación de la noche anterior, sabía que el culpable era Han Do, no sólo por lo sucedido en el baño, sino que fue el omega rubio quien se lo dijo.
La empresa de la familia Seo había estado en la cima de los negocios durante varias décadas, y a pesar de la forma abrupta y obligada que Taek Soo tuvo que tomar la presidencia, y la amenaza que fue a la estabilidad económica de la empresa, el hijo mayor de la familia había logrado mantenerla flote, en el mismo lugar que sus padres, e incluso muchos creían que era mejor en los negocios que ellos.
A Woo Sik eso no le importaba, sino que ellos se habían valido de ese poder y de que su familia estaba en una crisis económica para obligarlo a casarse con Han Do, y en cuanto el anuncio de su boda con el omega fue dado, Sang Bae desapareció. Min siempre había intuido que la familia Seo tuvo algo que ver, pero no tenía pruebas de ello y el único que sabía la verdad de todo, nadie tenía conocimiento en donde estaba.
—¿En dónde estuviste? ¿Por qué desapareciste? —fueron las dos preguntas que hizo Woo Sik en cuanto estuvo cerca de Sang Bae la noche anterior.
Había visto su sorpresa, y sus ojos miraron a su alrededor como si le preocupara que alguien los pudiera ver, sin embargo, una sonrisa pequeña apareció en sus labios.
—No creo que sea prudente que hablemos —dijo Sang Bae.
—¿Por qué? Quiero saber la razón de que desaparecieras sin dejar rastro y ahora estés aquí como si nada.
La voz de Woo Sik sonaba desesperada por respuestas, después de tantos años al fin podía ver a Sang Bae, y aunque físicamente parecía estar bien, quería saber qué pasó en todo ese tiempo, la razón por la que hubiera desaparecido sin decirle nada a nadie.
—Woo Sik, sólo hay una razón para esto —miró hacia el lugar en donde el esposo del alfa estaba —Han Do.
Aquel simple nombre confirmó las sospechas de Woo Sik y también lo hizo enfurecer, pero ese no era el lugar ni el momento para enfrentarlo, y para terminar de arruinar todo, tuvo que ver como Han Do le lanzaba el vino encima a Sang Bae, deseando que quisiera simplemente deshacerse de él pero no podía.
Woo Sik había olvidado por completo el hecho de que estaba casado con Han Do, en lo único que podía pensar era en que Sang Bae estaba de regreso, que al igual que en el pasado cuando eran novios, quería una vida con él, sin embargo, hasta que consiguiera el divorcio no sería algo que pudiera tener, al menos no de manera legal, porque tampoco significaba que por estar casado iba a dejar de verlo.
El alfa estaba decidido a obligar a Han Do a divorciarse, y como parte de eso fue hacerlo enfrentar la realidad, que él no lo amaba, que podía aferrarse a él cuanto quisiera, pero que eso no impediría que se divorciaran, así tuviera que esperar un año más para poder hacerlo sin afectar a su familia, y en cuanto eso sucediera estaba planeando casarse con Sang Bae y tener a su lado la vida que siempre soñó, y lo mejor de todo era que el omega estaba dispuesto a estar a su lado.
Con la idea mostrarle a Han Do que no importaba cuantos años hubieran pasado, él seguía amando a Sang Bae y que este le correspondía, decidió llevarlo a la casa que compartía con su esposo, sin embargo, lo que menos esperó fue encontrar al omega abrazado a su hermano, lo que significaba que sus planes debían de cambiar, porque frente a los hermanos Seo, ellos eran un matrimonio que al menos se soportaban uno al otro.
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Amargo (Completa en dreame, Joyread)
Genç KurguEl dar el sí en el altar no fue el inicio de una hermosa historia de amor. No cuando sólo uno de los involucrados sentía amor y el otro lo estaba haciendo por obligación; convirtiendo los siguientes cuatro años de matrimonio en un infierno, en el qu...