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Se sienta con la cabeza gacha, con el velo de gasa todavía cubriendo su cabello oscuro.

Desenfundo mi pistola y me ajusto el abrigo del traje.

Él no mira hacia arriba.

No cuando entro a la habitación.

No cuando hago el disparo que mata a su nuevo marido.

Ni siquiera cuando cae de bruces en su plato de ensaladas.

Todavía se sienta allí mientras camino alrededor de la mesa hacia él.

Su boda fue hermosa. Nadie podrá discutir eso. Me senté en la última fila y vi como el novio de pelo oscuro caminaba inseguro por el pasillo. La catedral estaba llena, por cada superior de las sietes familias que asistieron.

Él hizo lo que todos los buenos hijos de la mafia: dio su palabra de amor y aprecio al pedazo de mierda cuya sangre ahora mancha la alfombra.

Pero estoy divagando. La boda. Fue más pequeña que de costumbre, pero aún así fue un asunto exagerado. Como cabeza de la familia Fernández, se esperaba que asistiera. Así que lo hice.

Lo que no esperaba era la traición que ocurrió.

Pero ahora ya está solucionado. Miro el cráneo destrozado y la sonrisa burlona de Erling. Ahora sólo hay seis familias.

Tomaré a todos los hombres de Erling Haaland como míos, ejecutaré a los desleales y continuaré con los negocios como de costumbre. Si las otras familias no están de acuerdo con mis acciones, son bienvenidas a tratar el tema en la próxima reunión.

Hasta entonces, soy el dios de la familia Haaland y, como extensión, el joven novio cuyo marido acabo de asesinar.

- Sólo hazlo - Su voz es tan quieta, como la superficie de un lago frío y oscuro.

Estoy de pie detrás de el, con la mirada perdida en la perfecta cascada de su abundante cabellera, la pendiente de sus pálidos hombros, la hilera de botones en la parte trasera de su traje. Podría arrancarlos con facilidad. Podría. Pero como su difunto marido aprendió, sólo porque puedas hacer algo no significa que debas hacerlo. No debería haber intentado quitarme mi principal proveedor de cocaína. No debería haber presionado a las familias para que le concedieran mi parte del ring de lucha clandestino. Pero él podría hacer esas cosas. Y lo hizo. Y ahora está muerto, y su ruborizado novio es un botín de guerra.

-Dije que lo hicieras - Esa voz nuevamente, los tonos dulces y tan tristes que son inquietantes.
Extiendo la mano y arrastro mis dedos por su velo. -¿Y qué quieres que haga?-

No se mueve.

-¿Miedo, querido mío?-

-Listo-

-Listo para... - Entierro mis dedos en la delgada tela y saco el velo, el peine cayendo al suelo y su cabello fluyendo oscuro y ondulado.

-Sólo tienes que seguir adelante - Se mueve para mirarme, el marrón caramelo de sus como un puñal que va directo a donde debería estar mi corazón.

Pero, como muchos de mis enemigos han aprendido, no hay nada allí. No hay corazón. No hay piedad.

Pero hay necesidad. Y deseo. El lo enciende con sus labios petulantes y sus grandes ojos.

Esta belleza es mía. Como un insulto final a la familia Haaland, sere el dueño de esta criatura inocente, lo doblaré y lo quebrantaré hasta que sea algo nuevo. Nunco estuvo destinado a los débiles con los que su padre lo encadenó en esa vida. Erling no se merecía este novio. No está etérea criatura que se sienta ante mí y me pide que acabe con el.

Rey! « ᴇɴᴢᴜʟɪᴀɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora