Capítulo 10: Hombre de hojalata.

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Kim Jisoo siempre se preguntaba la razón del porqué nunca había mostrado interés en la gente, y mucho menos gustarle alguien. Ella sabía que era bonita e inteligente, mucha gente hizo que lo supiera.

"Tengo que confesarte algo"

"¡Te amo!"

"Eres muy linda"

"Tu inteligencia es atractiva"

"Fuiste tan amable aquella vez, unnie..."

"Kim Jisoo, me gustas mucho"

"¿Quieres ser mi novia?"

Cada confesión, cada sonrojo, cada palabra soltada con vergüenza o seguridad. A cada persona que se le acercaba con un solo objetivo, Jisoo solo sonreía apenada y decía su ya tan acostumbrada respuesta.

"Lo siento mucho, pero no"

No entendía, realmente estaba muy confundida. Escuchaba a sus amigas contar emocionadas de los chicos que les gustaban, como se removían en sus asientos y señalaban que ellos las habían sonreído como si fuera la gran cosa del mundo.

"Siento mariposas revolotear en mi estomago cada vez que lo miro o pienso en él"

Jisoo ladeaba su cabeza cada que mencionaban a las famosas mariposas.

"¿Comiste mariposas?"

Fue la pregunta que la joven pelinegra hizo al escuchar por primera vez de ellas.

Acostada en su cama, acompañada solo con la tenue luz que emanaba su lampara a un lado de ella, pensaba y se imaginaba como era sentirse de esa manera. A veces deseaba que al menos alguien le gustara, tal vez así tendría el dichoso revoleteo de mariposas en su estomago para hacerla sonreír tal y como sus amigas lo hacían. Jisoo quería, por lo menos, sentir algo en su apagada alma.

¿Pero acaso eso era posible para ella?

Desde muy temprana edad, Jisoo aprendió a vivir sin la ayuda de sus padres. No tenía a nadie quien pudiera levantarla en las mañanas, así que le pidió prestado a su abuela un reloj de mesa que incluyera una alarma para que la ayudara en eso. Sus padres tampoco no tenían tiempo para prepararle el desayuno, así que solo le dejaban dinero para que compre algo en la escuela, por lo que, con ayuda de internet, pudo aprender unas cuantas recetas para su desayuno. De las pocas veces que veía a sus padres, ya sea en la cocina, sala u oficinas, pudo ver una sola cosa en ellos:

Eran exactamente igual a ella.

Y, muy aparte de su físico, lo que la pequeña veía era que ninguno de ellos sentía algo. No había sonrisas, ni emoción al charlar, tampoco hablaban de las mariposas que sus amigas tanto mencionaban. Ni siquiera se miraban a los ojos o tenían cualquier mínimo contacto. No había absolutamente nada, tal y como ella era. Suponía que era algo normal, ya que había nacido de ellos, así que había aceptado aquel hecho.

Sin embargo, algo extraño le pasó un día.

La maestra había dejado una hoja en blanco en cada mesa de sus alumnos que estaban algo curiosos al notar que la mayor no había dicho nada al respecto.

Jisoo miraba la hoja en blanco mientras procesaba lo que la maestra había dejado como tarea sorpresa. Sabía que la mayor tenía que improvisar un poco, ya que como un maestro había tenido la mejor idea de no ir a la escuela ese día, tuvieron que poner a sus alumnos en su aula para que no se queden sin clase.

"He decidido que hoy no vamos a practicar matemáticas, sino que vamos hacer algo más divertido. ¡Dibujar!"

La pequeña en realidad estaba esperando un poco de ecuaciones, pero suponía que a los demás no les agradaba esa idea, ya que celebraron lo que la mayor les había dicho. Pero, había algo que la había dejado paralizada, ahí, sin mover ni un solo dedo mientras miraba el vacío de su papel.

I have a girlfriend (Chaesoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora