Capítulo 4

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Musica, alcohol, risas, gente tomándose de las manos y adentrándose en habitaciones, gente comiéndose la boca en los rincones, borrachos con una botella en la mano y comida en varias mesas, lugar dónde no dudé en acercarme.

Porque lo mejor de las fiestas y de alguien casi asocial como yo es la comida.

La fiesta aparentaba ser grande y buena, la residencia era enorme. Aunque tristemente no conocía a nadie. Todos parecían de un ambiente completamente diferente al mío. Pero me importó poco. No iba hacer amistades, sólo a conseguirme un polvo y ya.

Mientras intentaba caminar entre la gente y dar algún que otro empujón, me pareció ver a ese tal Cyrus. Era el único que destacaba con su cabello blanco entre las tenues luces de la casa.

Por suerte Liu no había venido. Su corazón se rompería al ver que su «amado» estaba a los abrazos y besuqueos con una rubia despampanante que no dejaba casi nada a la imaginación con ese vestido que llevaba puesto.

Liu me dio cierta pena. Tenía un amor no correspondido y eso seguro le estaba destruyendo el corazón.

Porque eso es lo único que hace ese sentimiento, destruir.

Cuando llegué a la mesa, comí los aperitivos con desesperación. No había tragado casi nada en todo el día.

—¿Eres conocida de alguien? —me preguntó un chico que medía casi dos metros. Me sentí una hormiga ante su presencia. Tenía piel morena, pelo rapado y una gran musculatura.

—Eh... —Fue todo lo que pude decir con la boca llena.

No me importaba ser echada de la casa, pero en la forma en que me enfrentó temí que hiciera un escándalo y me hiciera pasar una vergüenza enorme. Tragué en seco ante la posibilidad.

—Es conocida mía. La invité yo —dijo una voz masculina desconocida desde atrás de aquél chico corpulento.

Cuando este se corrió y me dejó ver de quién se trataba, mis ojos se abrieron como platos.

¡Era el chico de la biblioteca!

No recordaba su nombre, pero estaba segura de él. Esa sonrisa casi burlona era imposible de confundir.

El chico moreno asintió en silencio y se fue, dejándome a solas con el «conocido».

—Soy Rhett —se presentó ante mí, guardando las manos en los bolsillos de su pantalón y adaptando una pose que marcaba su seguridad y coquetería. Se puso al lado mío y por su altura casi me sacaba una cabeza.

—Astrid —respondí.

Ahora que lo observaba con detenimiento, el rostro de Rhett estaba ilustrado de pequeños lunares en sus mejillas y barbilla. Su piel era un poco bronceada, ilustrada de algunos tatuajes en sus brazos y el comienzo de su torso, aunque no podía divisar bien sus formas. Tenía una larga blusa amarilla con el rostro de un extraño monstruo verde sacando la lengua y unos jeans claros.

Sus ojos eran de un color ámbar muy claros y brillosos, intensos. Tan intensos que me quedé absorta unos segundos.

—¿Te gustó lo que viste? —me preguntó con una sonrisa ladeada.

No comprendí del todo su pregunta, además de que la música sonaba muy fuerte, así que supuse que era por la fiesta.

—La fiesta se ve divertida —dije y él río.

Se acercó peligrosamente a mí oído. Lo iba apartar, a decirle que conozca su lugar. Pero de alguna forma me gustó que se me haya acercado así. Era muy atractivo y varonil.

—Me refería a lo que pasó en la biblioteca. ¿Te gustó verme follar a esa pelirroja?

Ni el tomate era tan rojo como estaba mí rostro en ese momento. Me aparté.

—Así que me recuerdas... —susurré apenada.

—¿Cómo podría olvidar a la mujer que me frustró el orgasmo? —masculló Rhett sin dejar de sonreír, aunque ésta vez sentí que no era tan amistosamente.

—Lo siento, fui curiosa —fue todo lo que pude decir.

—Y tu curiosidad me pone mucho —musitó con voz ronca, mirándome con tanta intensidad que creí que me iba a acuchillar con los ojos—. ¿No te han dicho que tienes un cuerpazo espectacular?

Abrí los párpados hasta más no poder. No me gustaba recibir elogios, los sentía muy falsos a la mayoría. Y si eran verdaderos, te obligaban a tener una conexión con esa persona.

—No —dije cortante. Tomé un vaso parecido a un jugo de uva con alcohol de la mesa y me lo tomé de tirón.

—Hey, tranquila. No te haré nada indebido, a no ser que tú quieras —flirteó, también agarrando un vaso y tomándolo de tirón.

«Tal vez él puede ser el que me quite la virginidad» pensé. Así que decidí ser directa.

—¿Alguna vez estuviste con alguna virgen? —le pregunté apresuradamente, lo que causó que él segundo vaso que se estaba tragando lo escupiera con sonoridad—. ¡Joder!

—¡Qué pregunta! —vociferó entre risas. Algunas personas nos estaban mirando por el espectáculo y me sentí súper apenada.

—¿Sí o no? —demandé después de algunos minutos de silencio.

—Sí —respondió—. Y también lo fui en su momento.

«¡Tiene experiencia!»

—¿Y estarías dispuesto acostarte con una virgen ahora?

—Sí ella está dispuesta, no tengo problemas —contestó, encogiéndose de hombros—. ¿Por qué me preguntas eso?

—Porque quiero perder mí virginidad contigo —revelé sin pudor.

Rhett me miró estupefacto. Y después lanzó una carcajada.

—Eres muy directa. Me gusta —susurró con voz gruesa, acercándose a mí. Pude oler su aliento mentolado mezclado con el alcohol—. Así que... Eres virgen.

—Sí, pero ya no quiero serlo. Es molesto estar limitada. Nadie quiere hacerlo conmigo.

—Los que te rechazaron son trogloditas. Con ese cuerpo que te cargas no dudaría ni un segundo en follarte.

Me mordí el labio con deseo. Él era la persona que buscaba.

Aunque también recordé cómo besaba a esa pelirroja y tenía que aclararle que eso no quería que pasara.

—¿Entonces? ¿Qué dices? —le pregunté, sacando mis pocos talentos de seducción que tengo.

—Por mí perfecto. Pero no esperes a un príncipe azul después de eso porque no sucederá. Soy de polvos esporádicos —me dejó en claro, sacándome una gran sonrisa. Él lo notó y también sonrió—. Supongo que estamos en la misma sintonía.

—Sí.

Rhett tomó mí mano y nos dirigimos a las habitaciones de arriba, pero todas ellas estaban ocupadas de parejas haciendo lo suyo. Supuse que mí plan se estaba yendo por el retrete.

—¿Estás muy desesperada por hacerlo? —me preguntó él. No supe que responder—. Porque podríamos ir a un motel cercano y hacerlo.

La idea no me gustaba mucho, pero tampoco pretendía un lugar cinco estrellas con todos los protocolos. Con suerte nuestro acto duraría media hora.

—Está bien, vamos.

Corazones Caóticos [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora