Capítulo 29

172 8 0
                                    

Rhett:

Mierda, la última vez que estuve nervioso dentro de una habitación con una chica fue cuando tuve sexo por primera vez a los diecisiete.

Y madre mía, qué penoso momento para recordar. Astrid me hizo sentir de la misma manera.

Ella me observó unos instantes y me volvió a dar la espalda. No me dio una mirada colérica de esas que te queman hasta el alma. Pero estaba inquieta y triste y eso me puso aún peor.

—Hablemos. Por favor —le supliqué.

Me la pasé coqueteando durante dos horas con diversas chicas después de Deborah, pero nunca llenaba ese vacío y deseo que sentía por Astrid. Y me negaba a que mi relación con ella se arruinara por culpa de Jenna. Si algún día lo nuestro se terminaba, quería que fuera por una causa que nos inmiscuía a los dos, no un tercero.

Estaba furioso con Jenna. Nuevamente me volvía a involucrar en una discusión que sabía yo que la daba por ganada. Jamás iba a experimentar sexo grupal, mucho menos del carácter de las que ella frecuentaba.

Hará cosa de 6 meses que Jenna comenzó a experimentar esto y quería que lo hiciera con ella para no sentirse sola. Pero me negué siempre, por supuesto. Me disgustaba acostarme con personas por completo desconocidas. Mínimamente debía charlar y conocer los gustos de quién me interesaba ligar. Y además la idea de penetrar a varias personas casi al mismo tiempo me causaba cierta repulsión.

Jenna me llegó a confesar que hasta experimentaban sin ningún tipo de protección. Le advertí que tuviera cuidado, que una ETS no era un juego de niños. Pero a ella le parecía excitante la idea.

Estaba mal de la cabeza al pensar así. Y por esa razón fui alejándome lentamente. No quería que por una de esas fantasías retorcidas, me pegara algo de por vida.

O peor aún, que intentara seducir a Astrid a ese mundo. Porque Jenna era completamente bisexual y por las miradas que le daba a mi amiga, supe que era su objetivo.

—¿Por qué no me fuiste sincero? —me reclamó Astrid sin siquiera mirarme.

—Porque Jenna miente, Astrid —insistí, acercándome a su cuerpo con paciencia y lentitud—. Jamás fue mi intención buscar tu amistad para meterte en orgías o esas cosas que hacen esas personas. Si insistí en esta amistad, es porque desde el primer momento me encantaste y quería pasar contigo todo el tiempo posible —confesé con mis orejas ardiendo por la vergüenza ante la dulzura de mis palabras.

Astrid se dignó a mirarme y vi la indecisión en su mirada. No sabía si creerme y eso me dolía.

—Siempre te he dicho que haremos cosas que sean cómodas para ambos. Y que las fantasías podían quedarse donde estaban —le recordé.

—¿Entonces sí fantaseas incluir a alguien en nuestra intimidad? —dedujo ella.

—¡No! —grité impaciente—. No —agregué más calmado. Di dos pasos más hacia ella—. Lo que quiero decir es que jamás te obligaré hacer nada, Astrid. Y que jamás te desecharé si rechazas hacer algo conmigo. Si lo nuestro se termina, será por otra cuestión.

—¿Y las demás chicas? ¿Por qué las desechaste?

—No las deseché. Ellas salieron espantadas porque Jenna les llenó la cabeza de mí y mis supuestas fantasías. Pero me da repulsión el sexo grupal, Astrid. Tanto como a ti.

—¿Y un trío? ¿Un trío con nosotras dos? —Me quedé sin palabras—. Por favor, sé sincero. ¿Fue alguna vez tu fantasía?

Maldita sea, ya no sabía cómo responderle y tampoco quería ser un mentiroso porque se daría cuenta.

Corazones Caóticos [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora