Capítulo 45

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Rhett: 

No pude resistirme. No sabía si era atracción física o algún sentimiento nuevo que comenzaba a experimentar. Pero en cuanto tuve a Astrid tan cerca de mí, su cuerpo rozando con el mío, su olor impregnando mi nariz... Supe que estaba perdido.

Me lancé hacia su boca, aquella que desde el primer instante en que la vi anhelé besar, tocar y saborear sin descanso. Y como lo había imaginado, sus labios eran suaves, dulces y húmedos por el maquillaje. Carnosos, invitándome a morderlos. Un sueño que jamás creí posible.

Había besado chicas con labios muy sexys y tentadores. Pero ninguna se comparaba con Astrid.

Había algo en aquel beso que no había sentido con nadie. No entendía qué era, pero me cautivaba y me envolvía en un torbellino de emociones imposibles de escapar. Me sentía... pleno, flotando en las nubes.

Quise mover mis labios sobre los suyos, hacer nuestro beso apasionado. Astrid abrió la boca, y sé que intentó corresponderme. Pero se alejó por completo, rompiendo nuestro contacto.

Abrí los ojos y el remordimiento me invadió. Creí encontrarme con una Astrid furiosa que me odiaría de por vida. Pero lo que vi me dejó estupefacto: sus ojos estaban cristalizados, soportando las ganas de llorar. Su labio inferior temblaba de impotencia.

Sin decirme nada, bajó la cabeza y a pasos apresurados comenzó a alejarse de mí. La culpa me cerró el pecho. No podía dejar la situación así, no podía dejarla sola. Tenía que disculparme.

Corrí detrás de ella mientras se dirigía a una especie de laberinto hecho de arbustos. Grité su nombre varias veces, pero ella me ignoraba. Comenzamos a dar vueltas sin sentido. Astrid intentando escapar de mí y yo intentando detenerla llamando su nombre.

Más rápido de lo que creí, llegamos al centro del laberinto. Un círculo rodeado de arbustos con una fuente de agua en medio y unas estatuas de estética griega. Astrid no tenía dónde ir, así que la detuve del brazo, esperando que me pegara o reaccionara mal, pero no lo hizo.

—Astrid, perdóname —le pedí.

—Eres un imbécil.

—Lo sé y lo siento. Si quieres pegarme, hazlo. Pero no me odies. —No sé porque le supliqué eso, tendría que darme igual. Después de todo éramos sólo amigos con beneficios.

«Ella te importa» susurró mi mente maliciosa.

Astrid alzó la mano e hizo el ademán de abofetearme, pero al último segundo se detuvo y apretó los dientes con frustración. Después gritó con ira y se alejó.

—¿Por qué lo hiciste? ¿Querías burlarte de mí? —inquirió con veneno en su tono, uno que me afectó.

—No, Astrid. Jamás jugaría contigo. —Ella me daba la espalda, así que caminé hasta ponerme de frente. No quería mirarme, así que toqué su mejilla, tan fría como suave. Una corriente atravesó mi cuerpo cuando me miró a los ojos—. Fue más fuerte que yo. Sabes que siempre quise besarte y...

—¡Tú, idiota! ¡Ese fue mi primer beso! —confesó, volviéndose alejar.

El color se me fue del rostro.

—¿Qué? —le pregunté atónito. No podía creerlo, no podía. Ella era demasiado hermosa—. Pero me dijiste que...

—¡Te mentí, Rhett! Jamás me atrajo la idea de besar a alguien —dijo con timidez. Y todo se volvió insoportablemente silencioso hasta que ella gritó—: ¡Y te odio! ¡Te odio porque me gustó!

Le... gustó...

Haber sido el primero en besarla y en acostarme con ella me golpeó. Fui el primero en todas sus experiencias, el elegido para ver su cuerpo desnudo, para tocar sus labios...

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⏰ Última actualización: Sep 11 ⏰

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