Capítulo 28

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Astrid:

De entre todas estas personas, seguro era la única imbécil que se la estaba pasando mal.

Liu bailaba con Josh de forma muy animada. Y Rhett se largó por ahí para seguramente quitarse las ganas con alguien. 

Todo el mundo aquí bebía, bailaba, ligaba y se divertía. Todos excepto yo. 

¿Por qué? Porque era una imbécil.

¿Quién me mandó a inmiscuirme en su amistad con Deborah? No tendría que estar para nada interesada en lo que sucediera entre ellos. No era mi problema. Todo lo que tenía que hacer era meterme en las piernas de Rhett, pero hasta en eso fracasé.

La música sonaba tan fuerte que busqué un patio al aire libre como refugio. Y por suerte lo había. La cabeza me dolía a horrores y eso que no había bebido ni una gota de alcohol. Estaba aturdida y frustrada, con todas las ganas de largarme de allí y desaparecer de la vida de todos por meses.

Primero, mi padre y su estupidez de reconciliarme con esa mujer. Luego Rhett y su forma de desechar a la gente. Liu y su novio raro. 

Porque sí, Josh era extremadamente raro. Me dio un escalofrío horrible las veces que me miró.

Tampoco voy a olvidarme de Mel y su insistencia para enamorarme. Maldita sea, ¿por qué todos tenían que ser tan jodidamente intensos?

Y para terminar, se cumplían siete años desde la muerte de Anna. Mi mejor amiga. Aquella que se dejó llevar por el amor y éste lo traicionó.

Mi rostro chocó con el gélido viento invernal y cerré los ojos para disfrutarlo. Necesitaba enfriar mi cabeza dura y caliente. Sobre pensar las cosas sólo me llevaría a la locura.

Sólo que mi calma duró nada porque en cuanto me giré me choqué contra una chica que llevaba su bebida en la mano y por mi culpa se derramó sobre su cuerpo casi semi desnudo. Ésta pegó un pequeño grito. Debió sentirse horrible con el líquido frío en su abdomen mientras soplaba el viento.

—Oh, disculpa. No te vi —me disculpé, deseando que la tierra me tragase.

No solía prestar demasiada atención a la belleza de otras mujeres ya que mi atracción era mayormente por hombres, pero aquella mujer no voy a negar que era preciosa, con una melena rubia que descansaba apenas sobre sus hombros, una nariz bien perfilada, unos labios mucho más carnosos que los míos color rojo pasión y unos ojos cafés demasiados brillantes por culpa de la tira de luces que se posaba sobre nuestras cabezas.

Su cuerpo era exuberante, aunque no tanto como el mío. Tenía buenos pechos y trasero, pero su cintura no era tan marcada como la mía. Su cadera también carecía de forma. Lo que si llamaba la atención era la cantidad de tatuajes que tenía en sus brazos y piernas. Y creo que hasta pude divisar un poco en el comienzo de sus pechos. Seguro que ella sería el tipo de mujer que buscaría Rhett...

Sí, no podía evitar siempre compararme con la belleza de otras y decirme que no era suficiente.

—No te preocupes, cielo. Necesitaba un poco de frío ante tanta calentura —cachondeó ella con una sonrisa coqueta, lanzando el vaso al césped.

Asentí intentando sonreír, pero no resultó. No tenía muchos ánimos de charlar o coquetear, así que me dispuse a irme cuando ella se interpuso en mi camino.

—¿Estás sola? No deberías —comentó.

—¿Por qué?

—Porque una preciosura como tú es carne fresca para cualquier degenerado —flirteó con descaro, acariciándome la piel del brazo.

Corazones Caóticos [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora