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Jannet Hall
—No, yo no meto a gente a mi cuarto y mucho menos si es a escondidas —me hice la víctima—. Me ofende que pienses eso de mí.
—Hija, sabes que confío en ti.
Hace poco le pedí disculpas a Katherine, sentándome a reflexionar a su lado y viendo que en realidad todo lo que yo dije era por el mismo enfado. Debí comprenderla. No tenía el dinero y bastante tenía con tener que aparentar ser mi madre y cuidarme. Todo ya estaba en orden con mi tía.
—No, no lo haces.
—Sí, Neyda.
No cambia que el problema siempre sea que no confiaba lo suficiente en mí, como para dejar de angustiarse.
—Pero de mala forma.
—Solo no me puedo fiar de la gente con la que tratas, no quiero que algún otro chico dañe tu pequeño corazón.
Y dale con eso.
—Estoy grande y puedo ser responsable.
—Ya sé —dijo con una sonrisa reprimida entre sus labios—. Tengo miedo de perderte, no sé qué haría ni siquiera cómo reaccionaría, tampoco sabría si llamar a la policía o ir contigo a mejor vida.
—Pero—
—Lo sé... Pensamientos de señora, olvida eso.
—Tía, yo de verdad puedo cuidar de mí.
Dejé caer mi mano sobre el hombro de ella, pero no me ofreció ni una sonrisa fingida. Esto estaba mal.
Mi tía no ha superado que terminé a Edwin, vivía todos los días haciéndome entrar en razón para que le dé otra mísera oportunidad a él. Le he dado las suficientes y una última no era lo mejor, no me lo podía permitir a mí misma y regalarle otra más, no gracias.
—Ney, ¿sabes lo doloroso que es perder a alguien?
—No.
—Por eso no entenderías mi sufrimiento.
—Sabes que no me va a pasar nada.
—Hija, la vida siempre da vueltas repentinas y si te juntas con gente peligrosa... No quiero lamentar tu perdida, sabiendo que te lo advertí.
—Yo solo digo que—
Un sonido extraño me interrumpió desde el área más grande de la casa. Guardé silencio junto a ella.
El chillido provino de la cocina, quizá se ha caído un traste. Mi tía abandonó el pasillo de las escaleras y caminó hasta la cocina, seguí sus pasos por detrás de ella.
Abrió la puerta con mucho cuidado de no causar ningún ruido en la habitación, las dos asomamos solamente nuestras cabezas en lo que nuestros cuerpos eran cubiertos por la puerta de madera. Tragué grueso. Estaba una silueta ahí dentro.
Trajo una chaqueta de cuero con unos jeans ajustados a unas tallas debajo de la suya, oscuro y misterioso, junto a unos botines con muchas agujetas, cadenas y cierres que no servían más que para ser un adorno. Su cabello era mediano, solo había un gran flequillo que estaba peinado hacia arriba con una leve inclinación, marrón.
Mi tía se acercó más a la mesa central donde yacía un cuchillo de pan, ella lo agarró sin idea de cómo maniobrar, sin embargo, tenía un aspecto de estar segura de sus movimientos. Caminó con pasos lentos acercándose a la figura a la cual nadie le dijo que vaya.
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Lynn: El demonio de los cuervos © [#1]
FantasíaJannet Hall no suponía lidiar con inhumanos, pues ella no era creyente de lo irreal. Hasta que todo cambió cuando lo conoció a él, Lynn Hadyn: El demonio de los cuervos. Una serie de sucesos la obligaron a aprender el uso de la magia y las armas, pu...