No más mentiras

121 8 0
                                    


La manecilla del reloj era lo único que se escuchaba en la habitación de aquel hospital. Lily se cubría con una sabana mientras Philip la veía desde una silla.

Su aparición en Paris no había sido nada fácil. En cuanto sus pies tocaron tierra francesa, sus oídos comenzaron a zumbar y su cabeza parecía haber sido golpeada con un martillo. No tenía ni 24 horas que había hecho dos apariciones a ese lugar, una distancia no recomendada ni siquiera solo una vez, y ella también había tenido que trabajar por la mañana y después ingirió unos tragos. No estaba en optimas condiciones ni para sostenerse de pie. El sonido de los automóviles y las luces públicas fueron sus últimas recepciones antes de que su cabeza chocara con el sueldo.

Al abrir los ojos lo primero que vio fueron luces blancas para después encontrarse con la sonrisa de Philip. Se estremeció al sentir sus manos acariciándole el rostro y besó la palma de su mano cuando esta llegó a sus labios.

—¿Dónde estoy? —preguntó con voz ronca, al parecer había dormido más de lo que recordaba.

—En una clínica mágica de primeros auxilios—respondió Philip—te desmayaste en Rivoli, una fan te vio y me mandó una lechuza.

—Me duele la cabeza.

—Te la golpeaste y llegaste con las defensas muy bajas, ya te dieron varias pociones para recuperarte.

Lily sonrió al sentirse protegida por su novio, se sentía en calma y feliz. De repente, recordó las palabras de Helena donde le dijo que tenía que trabajar al otro día.

—¿Qué hora es? —preguntó alterada—Tengo que volver a Londres.

PhIlip se pasó una mano por la cabeza. Su rostro reflejaba preocupación cuando miró fijamente a su novia.

—No puedes aparecerte en unos días y escribí a tus padres, vienen para acá.

—¿Qué?—se quejó Lily—¿Por qué hiciste eso?

—Primero porque querían a un familiar directo contigo, segundo porque me preocupas.

Lily giró su rostro para no encontrarse con el de Philip, por un momento olvidó porqué había ido a verlo y podía imaginarse porqué le inquietud de su novio. En casi un mes solo se había comunicado con él por cartas y de repente utilizaba toda su energía en un día para verlo 2 veces seguidas, sin importarle su trabajo. Ella misma creía que se había vuelto loca y sabía que no iba a ser fácil explicarle las circunstancias que la habían llevado a esa cama de hospital.

—¿Puedo saber qué haces aquí? —preguntó Philip finalmente.

—Quería verte—respondió Lily—dormir contigo de nuevo, te extraño mucho.

Philip frunció el entrecejo.

—Los medimagos dijeron que tenías alcohol en el cuerpo—explicó.

—Salí con Helena por unos tragos y me dieron ganas de verte—se justificó.

Con ese interrogatorio, Lily ya no estaba segura de que Philip no hubiera leído la revista. Tenía que decirle la verdad tarde que temprano, y en esa cama del hospital con pociones corriéndole por sus venas no veía mucha salida. Pero le aterraba la reacción que su novio pudiera tener.

—Tengo que hablar contigo, Philip—dijo finalmente—no podía contártelo en una carta ni esperar a que volvieras.

El rostro de Philip se ensombreció.

—Es por lo de vivir juntos, ¿cierto? Lo pensaste mejor y te diste cuenta de que te equivocaste al decirme que sí.

—No, no, no, nada de eso—dudó unos segundos—o bueno, tal vez sí, pero no como tu piensas.

Lo único que séDonde viven las historias. Descúbrelo ahora