Somos lo que somos

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—¡No se te ocurra tocar el líquido! —Sage se arrodilló en el suelo tras advertir a Gerard que no era el momento de ponerlo a prueba—

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—¡No se te ocurra tocar el líquido! —Sage se arrodilló en el suelo tras advertir a Gerard que no era el momento de ponerlo a prueba—. Este licor no está hecho para demonios. No es que me importe tu suerte, pero en caso de que te haga desaparecer, no estoy de humor para recibir otro cliente.

Gerard observó con interés como Sage recogía los pedazos de vidrio. No pasó desapercibido que el líquido parecía buscar la piel del barman, para adentrarse en sus poros.

—Diría que lo lamento, pero no soy tan buen actor. Lo único que puedo decir a mi favor es que no lo hice a propósito. Es tu culpa, ¿a quién se le ocurre guardar el tributo de ángeles en una botella? Ha pasado el tiempo, pero es obvio que hay cositas que uno todavía reconoce.

Sage no se molestó en mirarlo, mientras echaba el desperdicio a la basura.

—Tendré que ir a pedir otra botella.

Gerard estalló en esa carcajada que había estado aguantando desde que ocurrió el pequeño accidente.

—El cielo no va a conceder. Lo más que vas a conseguir es una reprimenda y, la próxima asignación de La Escalera, si es que algún día salimos de este hoyo, será en un lugar que le dé grima hasta al tercer mundo.

—No existe tal cosa como primer, segundo o tercer mundo, Gerard. Al menos para las cosas que se consideran importantes. Si echas un vistazo a las noticias y obvias el nombre del país, a veces no hay forma de determinar en dónde los humanos andan parados. Pero —el ángel odiaba esos momentos—, tienes razón. Una requisición ha de acarrear consecuencias.

—No si la conseguimos directamente de la destilería.

Sage le miró alarmado.

—Si estás pensando en lo que creo, no es conveniente.

—Eres el ejemplo ilustrado de cómo el temor mata la imaginación, Sage. No voy a poner un pie en la destilería. Solo voy a hablar con la persona que nos puede conceder la entrada. Ella pertenece a la Corte de Luz, ¿no que son tan incorruptibles?

—Si no la conocieras, te daría el beneficio de la duda con la pregunta.

Sage le echó una mirada a Gerard. Más de un siglo y medio atrás, el demonio había escogido un cuerpo de piel y ojos oscuros. La entidad que animaba dicho cuerpo sabía utilizar muy bien su mirada penetrante y el grosor de sus labios, los cuales, más a menudo que poco, parecían estar al borde de una sonrisa pícara. No se iba a molestar en apostar. De seguro iba a perder, pero tenía que tratar.

El problema con dos mil años de convivencia, trotando por cuanto lugar en el globo, es que Gerard lo conocía tan bien como él se conocía a sí mismo. No hizo más que abrir la boca, cuando el demonio lo interrumpió.

—Lo lamento, barman. Los turnos son sagrados y el último en pagar una visita a Brigitte del Cementerio fuiste tú. Además, sabes que para ella no es un problema entretener a Jackson, y mientras averiguamos qué se trae Magnolia entre manos, o si esto es una movida de Rashard, es preferible meterle en la cabeza que tome la interestatal a Nueva Orleans.

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