Los Estados Alterados de Jax

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Hicieron falta dos oráculos y un ángel para detenerlo de saltar tras ella

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Hicieron falta dos oráculos y un ángel para detenerlo de saltar tras ella. Solo el demonio quedó inmóvil. Gerard permaneció carente de reacción, como si en su larga estadía atado al mundo no hubiese tenido la oportunidad de entender que el amor es el mayor catalizador del dolor. O a lo mejor, lo entendía perfectamente y solo manejaba la sorpresa mejor que el ángel.

El demonio se asomó al balcón para ver el cuerpo de Magnolia. Al igual que Jax, la joven estuvo revirtiendo a su estado mortal, a razón de exposición al don de Wedo; uno de los tantos efectos de estar conectada a Jax, ligados a un destino que suponía vida, sobre el cual se impusieron las circunstancias.

Ser bruja no garantizaba la invulnerabilidad, y el cuerpo quebrado al pie del jardín de estatuas era más que un testimonio.

—¡Gerard!

Sage requirió su ayuda, no se trataba solo de sostener a Jax. La muerte de Magnolia fue como una explosión expansiva, la cual debilitó el alcance de la delicada línea entre lo visible y lo invisible y ahora, Nicholas Rashard estaba cruzando la puerta. El hombre de negro cargaba el cuerpo inocente de una pequeña en sus brazos, las suaves ondas de su cabello rojizo se esparcían sobre los hombros de Rashard. Para quien nada supiera, la imagen reflejaba pura inocencia: un padre cargando en sus brazos a una hija dormida.

—No entiendo por qué requieres de mi ayuda, ángel —Gerard miró a Sage, con ojos vacíos de simpatía, fríos. El asomo de un destello plateado iluminó sus voluminosas pestañas—. Es hora de que seamos lo que debemos ser.

Desapareció frente a todos, para tomar su lugar en la historia.

—¡No me hagan cagarme en su colectiva madre y dejen el espectáculo! Lloramos después, palomo. Necesito que me ayudes a sostenerlo, Sage.

Brigitte estaba sola controlando a Jax y se le estaba haciendo difícil. Wedo se convirtió en una figura gris en el preciso momento en que Maggie saltó al vacío. El plan original era que Jax aceptara la muerte como parte de un proceso. Un suicidio siempre burla a la vida. No podían culparla. Magnolia tuvo toda la razón en hacer lo que hizo, pero arrancar una bandita de un tirón no era recomendable, no cuando el pedazo de cinta estaba tratando de contener una hemorragia. Jackson aún no era completamente humano, y el ver morir a Magnolia no hizo otra cosa que desencadenar su locura.

Lo primero que reapareció en su piel fue la X en su pecho. El corte se mostró mucho más profundo e irregular que la herida conferida por Brigitte. Su sangre ardía, y todo lo que nuevo que se formó dentro de él se estaba derramando sobre los brazos de Brigitte del Cementerio. Sus gritos eran más que dolor, eran angustia, rabia y sed de venganza.

—Escúchame, Jackie —Brigitte odiaba hacerle daño, pero en esos momentos, el dolor era el único recurso para hacerlo permanecer alerta. Más que acariciar su rostro, enterró sus uñas bajo sus pómulos y convirtió cada una de esas heridas en atavíos de muerte, historias escritas en la piel que reemplazaban el rojo de la sangre por líneas blancas. Lo estaba convirtiendo en un conducto, trayéndole de vuelta a través del más profundo dolor—. Solo puedo confiar en mi hermano para encontrar una manera, pero mientras tanto, entiende lo que ella entendió. Esta no es una historia de dos, es la historia de mil senderos, de miles de vidas, las cuales, en cierta medida, han sufrido más que tú, que yo, que ella.

Contarse como mortal no era algo que distinguiera a Brigitte, pero su extraño sentido del humor había desaparecido por completo, como si, por primera vez en siglo tras siglo, no tuviera la certeza de ganar.

—Eres parte de mí, Jackson, siempre lo fuiste. Por un tiempo me engañé a mí misma pensando que eras mi marioneta. Luego, justifiqué mi proceder diciendo que eras mi arma. Pero eres tan hijo de la corriente del río como cualquiera de mis mambos. —Wedo, quien al presenciar la muerte de Magnolia se debilitó en extremo, estaba volviendo en sí; sin embargo, decidió no interrumpir a su hermana. Pocas veces Brigitte se sinceraba con alguien fuera de las paredes de la cripta. Fue algo tan inesperado como enternecedor—. Debes entender mi desconfianza. Por siglos, hombres como tú solo trajeron sangre, espada, cadenas y muerte. ¿Cómo podía confiar en alguien en cuyo rostro se reflejaba el de un enemigo? Y, sin embargo, aquí estamos, dependiendo el uno del otro. No estoy rogando por mi vida, Jackson. Aun cuando muriera, volvería a surgir, ese es mi destino. Te estoy rogando que no permitas que él destruya lo alcanzado. Un mundo que no es perfecto, pero que al menos tiene una esperanza. Un mundo forjado por dos facciones que en un momento se consideraron irreconciliables.

El ángel estuvo a punto de intervenir, pero el oráculo de la vida le pidió que guardara silencio.

—No hay nada que puedasss decir que no tengamás peso sssaliendo de labiosss de ella.

Jackson se puso de pie. Sin decir palabra, estrechó sus brazos, mientras Brigitte continuaba rasgándolo, transformándolo en un vaso nuevo. La Dama no osó preguntar sus motivos, solo agradeció la suerte. Tras y alrededor de ellos, el hombre de negro estaba empezando a disipar las sombras y destellos dorados que se comenzaban a agrupar en torno a la casa.

Rashard gritó, desafiante, y sus palabras hicieron eco hasta hacer temblar las paredes.

—La vida y la muerte, el ángel y el revenant... Todos han perdido algo y aún insisten. ¿Qué se siente ser tan confiada, Brigitte? Por siglos has mantenido control de la encrucijada, permitiendo que tus hermanos se manifiesten solo un puñado de veces cada década. Tan débiles los has mantenido que ahora solo son sombras y destellos moviéndose en la niebla. Nadie para ayudarte, nadie para defenderte, el cielo silente y el infierno a punto de abrirse sobre la tierra. Voy a hacer mi trono en Nueva Orleans y vas a vivir encadenada al pie de mi si...

—Referencias hutteses que solo podrían entender nerds de Comic Con. ¿En serio? ¿Para esto acabo de abrirle las puertas al camino del río?

Jackson Pelman apareció a espaldas del hombre de negro. Su cuerpo, de pies a cabeza, estaba cubierto por líneas blancas que unían facciones de historias, y en una tras otra, se presentaba la oportunidad de perder o ganar. Únicamente quedaba un espacio en blanco, sobre su corazón, en donde se escribiría el final definitivo, y vaya si estaba ansioso por llegar allí.

Rashard no pareció sorprenderse. Tomó tiempo para acomodar el cuerpo de la chiquilla que traía en brazos junto al cuerpo de Magnolia. Tenía la total seguridad de que Jackson no le haría daño mientras se escudara tras la pequeña bruja. Se puso en pie, y volteó para dirigirse a Jax.

—No sabes cómo he esperado esto. Dos veces tuve en mis manos la bruja perfecta, en Magnolia. Dos veces la apartaste de mí. Voy a tener que sacarte del medio, de forma definitiva, maldita peste. Pero antes... —Rashard conectó el primer puñetazo mientras decía —Lizzie, querida, si quieres vivir, solo hay un lugar a donde puedes ir.

Lizzie Johnstone giró la cabeza, su diminuto cuerpo comenzó a estremecerse de forma espasmódica. Su quijada se expandió, para hacer espacio a algo que se manifestaba desde sus entrañas. Cuatro escorpiones negros se escaparon de entre su boca abierta, para inyectar su veneno en el cadaver de la bruja Devereaux.

 Cuatro escorpiones negros se escaparon de entre su boca abierta, para inyectar su veneno en el cadaver de la bruja Devereaux

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