Encuentro

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Dedicado a Marimar207 Is4aC_5 Chirlandri
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En la penumbra de la habitación, una figura de elegante porte se acercaba a un enorme espejo ovalado de cuerpo completo, con hermosos marcos ornamentados, formando patrones de pavo real y con incrustaciones de zafiros y amatistas

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En la penumbra de la habitación, una figura de elegante porte se acercaba a un enorme espejo ovalado de cuerpo completo, con hermosos marcos ornamentados, formando patrones de pavo real y con incrustaciones de zafiros y amatistas.

-Esclavo del espejo, sal de la oscuridad, ven a mi del más allá. A través de los vientos y el fuego yo te conjuro. Muestra tu rostro ¡Ya!- Invocó la reina Gabrielle.

-Dime que deseas saber majestad.- Retumbó una voz de ultratumba proveniente del espejo.

-Tan solo dime una cosa ¿Quién es en este reino la mas hermosa?- Pregunto orgullosa.

-Bellísima eres majestad, pero ah. Existe otra mas bella, una criatura que aún cubierta por harapos es mas linda que una estrella, ni tu sobre pasas su hermosura.- Retumbo la voz, sin emoción alguna.

-¡Desdichada! ¿Quién es ella? ¡su nombre, dilo ya!- Ordenó indignada.

-Cual carmín sus labios son, ojos azules como el mar, el cabello esponjoso como las nubes  y cual nieve su piel es.-

-Aziraphale...-

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Eran las dos de la tarde y un Aziraphale de quince años se encontraba fregando los escalones del patio del castillo, traía puesto un sombrero de paja bastante descuidado para no quemarse, aunque sin importar cuantas horas estuviera al sol, su piel siempre se conservaba tan inmaculada como el día en que nació.

Fue al pozo por más agua mientras aprovechaba el eco de este para hacer resonar su voz. Era su forma de relajarse cuando su madrastra le imponía los castigos de limpiar como un sirviente, se había acostumbrado tanto que pese al cansancio, había dejado de importarle, el sonreía sin importar las circunstancias.

Estando embelesado en su propio canto, no se dio cuenta que alguien pasaba por ahí cerca; un joven montando a caballo, quien quien atraído por la bella melodía, saltó la barda, asegurándose qué no hubiera guardias cerca. Tras un arbusto contempló al presunto sirviente entonar su canción, sin atreverse a interrumpir. Podía apreciar una bonita piel blanca, que aún con las manchas de lodo no podían opacar aquella belleza, el sol de media tarde parecía caer en él como un halo celestial, así que se acercó más y más.

-Hola.- Saludó cortésmente el desconocido, esperando a que Aziraphale terminara su canto para no interrumpirlo.

Sorprendió, Aziraphale pegó un pequeño brinco y analizó al extraño; un joven vestido de negro de pies a cabeza, con una larga capa del mismo color, portaba un sombrero para cubrirse del sol y sobresalían algunos mechones de cabello rojo. Discretamente lo olió pero no captó nada, debía tener alguna poción de camuflaje para ocultar su género. Pero la realidad lo devolvió de golpe: estaba vestido con harapos, peor que el más bajo de los sirvientes, su cara y cabello estaban cubiertos de polvo y lodo, seguro era una suerte que no lo reconocería como el príncipe, por que vaya vergüenza presentarse así ante alguien tan bien parecido como aquel joven.

Manzana del EdénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora