La boca de Alfonso impidió cualquier clase de protesta. En esa ocasión, la suavidad y la sensualidad del beso se habían terminado, y su lugar lo ocupó una sexualidad feroz, tan salvaje que le llegó hasta la médula. La llevaba en brazos hacia el interior como quien se lleva un premio, besándola con una fiereza que hizo que
olvidara cualquier clase de protesta.No tenía por qué agarrarse a él, era imposible que la soltara, pero aun así le pasó los brazos por el cuello y enterró los dedos en su pelo.
Una vez dentro, le soltó primero las piernas con suavidad mientras con la otra mano la mantenía unida a él, haciendo que notara la sólida columna de su erección.
Era tan grande, estaba tan viva… La pura fuerza de la erección le pareció algo fascinante… algo terrorífico. Pensar en que algo de ese tamaño podía caber dentro de ella… Sintió miedo. ¿Y si ella no podía? ¿No sería gracioso? Vaya forma de que Alfonso se diera cuenta de que había elegido a la mujer equivocada para sus planes.
Y entonces él deslizó las manos por detrás de ella, soltó el cordón del corpiño y se lo quitó, haciendo que los hinchados pechos descansaran en sus manos. Una sensación cercana a la locura le dijo a Anahí que sería ella la perdedora. En cuanto la tocaba, estaba encendida.
Alfonso se inclinó y tomó entre sus labios un duro pezón y acarició su punta con la lengua. Anahí arqueó la espalda involuntariamente, acercándole aún más los pechos como si fuera una invitación. Él la aceptó y llenó su boca con la hinchada carne. Rodeó los pezones con la lengua, mordió uno ligeramente, haciendo que un estremecimiento la recorriera mientras acariciaba el otro con los dedos.
Se agarró a él, sabiendo que si no lo hacía, se caería la suelo. Enterró los dedos entre el pelo y le soltó la coleta, haciendo que una cortina negra cubriera sus manos. Alfonso levantó la cabeza un instante, y ella le sujetó del pelo, desesperada, pero sólo fue un momento, para cambiar de un pecho a otro, para demorarse en el otro pezón y dedicarle la misma devota atención.
Sintió una ligera presión detrás de ella y luego la cremallera que se abría. Las manos de él se deslizaron debajo de la tela, apartándola a los lados hasta que el vestido cayó al suelo como una cascada de seda.
Unos ojos, al mismo tiempo salvajes y desesperados, la recorrieron según estaba, deteniéndose en los anhelantes pechos turgentes, la minúscula ropa interior y las medias con el borde de encaje. Alfonso respiró hondo tan fuerte, que Anahí sintió la corriente de aire.
—¡Dios! —jadeó—. Eres preciosa.
Anahí sentía que su propia respiración estaba fuera de control. En un instante la levantó, la sacó del círculo del vestido y la depositó con reverencia en la cama.
—Tan hermosa… —dijo con voz ronca mientras se quitaba la chaqueta y la camisa y las arrojaba a una esquina.
Anahí abrió de par en par los ojos para admirar la satinada perfección de su piel color aceituna, el juego de luces y sombras que la luz dibujaba en la musculosa pared de su pecho. Deseaba tocarlo y dejar correr sus manos sobre la perfecta superficie hasta llegar a la cintura de los pantalones, la cintura que en ese momento estaba desabrochando.
Se había quitado los zapatos y los calcetines mientras ella le miraba el pecho, y en ese momento los pantalones se habían unido a ellos en el suelo. Se le quedó la boca seca al ver como la ropa interior de seda sujetaba la impresionante fuerza que había debajo... Y entonces él se quitó lo último, y Anahí sintió que la mente se le quedaba en blanco. Se tumbó a su lado en la cama y la rodeó con los brazos, y los temblores de ella se atemperaron cuando la besó y sus manos recorrieron sus curvas.
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Boda por venganza.
Romance[Aclaración: esta historia es una ADAPTACIÓN sin fines de lucro. Todos los derechos quedan reservados a su autor original, así como la portada.] Se había casado únicamente para salvar a su familia... pero despreciaba a su marido. Por mucho que odia...