13

496 47 2
                                    

—Alfonso… —rogó—. No es lo que parece.

—¿Me vas a decir que no estás tomando la píldora?

—¡Sí! Bueno, no. Quiero decir…

—Así que tomas la píldora.

—Bueno, sí, pero iba a dejar de tomarla…

—Claro, por eso tenías otro paquete preparado. ¿Cuántos más tienes escondidos por ahí? ¿Para seis meses, doce?

—No. Para. Tienes que escucharme.

—¿Por qué tengo que seguir escuchándote? Me has prometido de todo, incluido ser la madre de mis hijos, y descubro que estás tomando la píldora para asegurarte de que eso nunca suceda.

—¡Estaba! Quería un analgésico para el dolor de cabeza, eso es todo. No hay nada más —se dio la vuelta y cuando volvió a mirar, pudo ver al verdugo dispuesto a dar el hachazo—. Iba a terminar este ciclo, eso es todo. El mes que viene ya no iba a tomarla. Ya lo había decidido.

—No me sorprende que no pensaras que podías estar embarazada. No me sorprende que me dijeras que era muy pronto. Te has reído de mí todo el tiempo… «Es difícil», decías. «No siempre ocurre…». Y por detrás te estabas riendo. No tenías intención de tener hijos.

—Así era. No tienes ni idea de lo culpable que me siento.

—¡Tú no te sientes nada! No, si puedes quebrantar nuestro acuerdo así de fríamente.

—¿Qué acuerdo?

—Lo sabes perfectamente, el que firmaste cuando accediste a ser mi esposa. El que decía que accedías a tener mis hijos.

—A lo mejor lo firmé —le devolvió—. No tenía otra opción si quería salvar a mi familia, pero nunca accedí a tener a tus hijos porque ¡nunca me lo preguntaste!

—¡Era parte del contrato!

—¿No te parecía bastante con que me casara contigo? Sabes que entonces te odiaba. ¿Qué te creías?

—Creía en tu buena fe a la hora de firmar un contrato, pero es evidente que tienes ideas propias sobre lo que supone el matrimonio.

—De acuerdo, objeté a la presunción de que tenía que darte hijos, pero ¿qué otra cosa podía hacer si estaba acorralada? ¿Qué crees que hubiera pensado tu madre sobre tu plan de sencillamente «producir» hijos?

—¿Qué tiene que ver mi madre con esto?

—Tu madre fue una mujer que, es evidente, amaba profundamente. Tú fuiste el fruto de ese amor. ¿No te parece que le hubiera disgustado saber que tú querías tener hijos por contrato en lugar de como fruto del amor?

Un espeso silencio se instaló en el aire.

—No sabes nada de mi madre.

—Lo que tú me has contado. Sé que era una mujer enamorada, una mujer que amaba a su hijo porque era el fruto de esa relación de amor.

—¿Y qué tiene eso que ver contigo?

—Nunca me has dado una oportunidad —dijo tras un largo suspiro—. Y encima soy yo la que ha vuelto hoy diciendo que quiero hacer que este matrimonio funcione. Soy yo la que ha decidido tener tus hijos a pesar de tus arbitrariedades, porque quiero, no porque me lo mandes.

—Por eso tomas la píldora…

—Eres increíble, Alfonso. Deberías escucharte alguna vez. A lo mejor tomar la píldora no es mala idea después de todo. No estoy segura de que el mundo esté preparado para más Alfonsos; uno es más que suficiente.

Boda por venganza. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora