3

513 44 1
                                    

—¿Por qué has tardado tanto? —preguntó Carolyn Puente mientras entraba en la habitación de Anahí, levantándose la amplia falda azul turquesa—. Lo de abajo es algo fabuloso —anunció—. Ha venido todo el mundo. Toda la alta sociedad de Sidney está aquí.

«Sólo por curiosidad morbosa», pensó cínicamente Anahí mientras le daba los últimos toques a su maquillaje. Daba lo mismo lo que hubieran contado a la prensa los asesores de Alfonso, era imposible que nadie se creyera que aquello era un matrimonio por amor.

Nadie excepto su madre, Carolyn, se había tomado la noticia de la inminente boda como la auténtica decana de la buena sociedad que era y se había metido en el papel de madre de la novia como si hubiera nacido para ello. Cualquier conexión entre la repentina boda de su hija y el hecho de que volvieran a tener criados, había sido convenientemente borrada de su memoria.

Su madre estaba completamente dispuesta a creerse el cuento de hadas.

«Romance de cuento de hadas», pensó Anahí en los titulares mientras cerraba la polvera del colorete. Ni siquiera las páginas de economía habían podido sustraerse al bombardeo mediático.

«Fusión por matrimonio», había sido su punto de vista, «… una mezcla del dinero nuevo con el antiguo, el brillante éxito del joven emprendedor unido con la historia de la alta
sociedad».

¿Cómo habrían aceptado los periódicos su versión de los hechos? «Novia por chantaje: Vendida para salvar a su familia de la ruina».

—Deberías ponerte un poco más de color —dijo su madre al verla guardar la polvera en un cajón—. Pareces muy pálida… Creo que debería haberte maquillado una profesional. ¿Estás nerviosa?

—En realidad, no —enferma era una descripción mejor.

Se miró una vez más al espejo. Incluso comparada con la seda blanca de su sencillo vestido, parecía pálida. Pero bueno, ¿qué maquillaje podría hacer algo con su ánimo?

—No importa —dijo su madre cuando fue consciente de que su hija no iba a hacerle caso—. Seguro que una copa de champán pone algo de color en tus mejillas.

A Anahí se le cerró el estómago como forma de rebelarse. Champán era lo último que le hacía falta. Esa noche, después de todo, tenía poco que celebrar.

—Vamos —urgió su madre—. Alfonso te espera al final de las escaleras. Espera a verlo, está impresionante esta noche.

—Me alegro —respondió ella, ausente, metiendo los pies en los tacones.

¿A quién le importaba cómo estuviera? Podía ser el hombre más guapo del mundo, pero seguiría siendo el diablo quien la esperaba. Y francamente, por ella podía seguir esperando. Que hubiera accedido a casarse con él no significaba que fuera a bailar al son que él marcara.

Lo había pensado mucho las últimas dos semanas y ya tenía su propia partitura para esa boda. Alfonso quería respetabilidad y una puerta de entrada para la buena sociedad de Sidney. Ella no le importaba, seguramente ni siquiera le gustaba. El sentimiento era mutuo, así que no sería muy difícil convencerlo de que la mejor forma de que su matrimonio funcionara sería llevando vidas separadas. Al menos hasta que se cansara de ella y accediera al divorcio. Esa forma de vida podría ser soportable, podría aguantar uno o dos años de incomodidades si sabía que al final se hallaba la libertad.

—¡Oh, Carlos ha hecho un maravilloso trabajo con tu pelo! —exclamó su madre, encantada—. Queda perfecto con ese vestido, aunque todavía no entiendo por qué has querido ponerte algo viejo en una ocasión tan especial.

«No tan especial». Además, ese algo viejo tenía menos de un año y se lo había puesto sólo una vez, pero aun así se volvió y sonrió al infinito entusiasmo de su madre. Al fin y al cabo, alguien tenía que entusiasmarse con su boda, y quién mejor que su madre.

Boda por venganza. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora