Parte 1: Sin Miedo. Capítulo 3.

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Los Llamados ocurren cada seis meses, desde hace diez años. Son una medida que el gobierno adoptó para controlar la sobrepoblación. Se le llama "Ofrenda" a todas las mujeres que arrancan de los brazos de sus familias y son llevadas a lugares que nadie conoce, para arrebatarles la vida. Únicamente ellas y los verdugos saben qué ritual es el que ocurre durante la ofrenda; además de perder la vida para reducir la sobrepoblación.

Se decidió que fueran las mujeres las elegidas como ofrendas durante los Llamados, porque se considera que no son importantes para la sociedad en el momento histórico que atraviesa el país. Es por eso que solamente los hombres pueden prepararse y trabajar para levantar a la nación. A las mujeres, a decir verdad, se les considera incluso un peligro, porque se les considera responsables de incrementar la tasa de natalidad. Cada mujer que traiga al mundo una nueva vida, tiene que pagar un impuesto durante la vida del menor hasta que el infante cumpla la mayoría de edad y, pueda pagar el impuesto por sí mismo. Por lo menos así está estipulado en la zona Tres, ahí donde vive Saili.

A las embarazadas de las zonas Cuatro, piensa ella, que simplemente las matan, o que tal vez ellas mismas se quitan la vida o deciden interrumpir su embarazo de manera clandestina. No importa si eres una adolescente, en la zona Tres debes pagar el impuesto desde el momento en el que ocurra el parto. Por eso a Saili no la dejaban salir antes, y aunque ella ya no es una adolescente, su padre no le permite salir ahora tampoco; podrían abusar de ella, como les ocurre a muchas chicas. Y los abusadores nunca reciben ningún tipo de castigo o cuota a pagar por sus actos.

...

Por la mañana, justo cuando Saili cree que las cosas no podían ir a peor, les sorprende otra noticia en el televisor. Se trata de la hija del líder del sector capital, Finélgoo Bagotam, la chica también ha desaparecido.

La noticia de la hija de Finélgoo eclipsa al anuncio del Llamado que ocurrió en las zonas Cuatro. No es de extrañarse que se le dé mayor relevancia a la nota de la hija de una persona considerada importante, en lugar de las decenas, tal vez cientos de mujeres que para esa hora de la mañana ya deben estar muertas. Las Ofrendas son agradecidas, sí, pero nadie sabe sus nombres, ni sus historias, puesto que realmente a nadie le importa.

Esta mañana Saili sabe que durante la noche se han llevado a muchas, pero sólo tienen el nombre de una desaparecida: Casee Bagotam, de once años.

La transmisión se ve interrumpida cuando el mandatario comienza a cuestionar la forma en la que el presidente está llevando la situación. El líder Bagotam discute la nula prioridad que el presidente está dando a la búsqueda de su esposa, argumentando que para él sí es primordial encontrar a su hija y a los culpables, pero la transmisión se corta repentinamente. Es bien sabido que no deben hablar mal del presidente, Saili sorprendida, no sabe de qué manera puedan sancionarlo, pero por lo pronto lo han sacado del aire.

En su lugar, otra noticia es anunciada. Los pocos hombres que cuentan con trabajo en las zonas Cuatro, que no laboran como verdugos durante los llamados, y también quienes trabajan en las zonas Tres, deberán cubrir turnos dobles.

A Saili le parece retorcidamente cruel la idea de que los propios hombres de las zonas Cuatro tengan que aceptar el trabajo de verdugos para llevar el pan a sus mesas, todo esto a cambio de arrebatarle la vida a una persona que ocupa una silla en la mesa de otro hogar.

En el televisor, el presidente pide apoyo para el país, para que logren salir adelante, pero ¿a quién beneficia todo eso? ¿Salir adelante? ¿Quienes?

—Es muy fácil para él decir eso —argumenta el padre de Saili, mientras se termina el desayuno.

—¿Significa que Jéxu no regresará hasta dentro de otro par de semanas? —cuestiona su madre preocupada por su hijo mayor que se encuentra en alta mar.

—A esos pobres hombres no les va a quedar de otra que acatar la orden. No estamos en posición de negarnos a trabajar. De no ser porque me jubilaron, yo mismo seguiría trabajando.

—Deberían dejarnos trabajar a nosotras —interrumpe Saili a su padre, mientras levanta los platos de la mesa.

—Ya sabes cómo piensan esos bastardos.

—Lo sé. "Las mujeres no rinden igual que los hombres".

Saili no puede creer que las perciban como inferiores, pero al mismo tiempo crean que los hogares no pueden funcionar sin las mujeres.

El presidente Karthur Xanfíl sale finalmente a dar algunas palabras sobre el asunto de su esposa y la hija del líder del sector capital, pero resultan ser simplemente frases vacías de político. Su padre percibe nerviosismo en el presidente, y su madre opina que, tal vez, con lo que está ocurriendo, se den cuenta de cómo vive realmente el pueblo que gobiernan.

Muchas veces Saili se ha preguntado cómo viven las mujeres de la zona Dos. Palaan en ocasiones alimenta sus fantasías de vivir con la libertad de, por lo menos, salir con tranquilidad a las calles. En otras ocasiones se pregunta si esas mujeres de zona Dos se cuestionan cómo es la vida para ellas; las chicas de zona Tres y Cuatro. Se pregunta si sentirán pena por ellas, si serán empáticas. Ahora, con los recientes acontecimientos ya no es necesario que se lo cuestione, ahora sabe con seguridad que están averiguando cómo es la vida para las mujeres en las zonas inferiores. Les están forzando a sentir empatía.

Tal vez esa es la razón por la que se las han llevado. Se están cobrando ojo por ojo. Saili sabe que algunos grupos de mujeres intentaron hablar con los líderes, pero nadie las escuchó. Su madre oyó esos rumores. Por años llevan tratando de frenar los Llamados, pero continúan cada seis meses, como siempre. Las mujeres de Quiloa no tienen voz para ser escuchadas en la búsqueda de recuperar sus derechos. Pero, lo peor es que, al parecer tampoco las escuchan cuando gritan pidiendo piedad, justo antes de morir.

Sólo permitiré que me arrebaten el miedo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora