La idea de rescatar a las mujeres de manos de los rebeldes no es realmente muy buena, considerando que la mayoría de los esposos, hijos y demás familiares de ellas han muerto o resultado heridos con las detonaciones; aquel no será ningún hermoso reencuentro. Pero lo cierto es que rescatarlas mantendrá el foco de atención alejado de la miseria durante un tiempo, por más breve que este sea. Tiempo que Karthur piensa utilizar para buscar la manera de arreglar el desastre causado, o solamente utilizarlo como un pequeño alivio momentáneo para él. Parece que es imposible, piensa Karthur, ordenar algo sin que algo más se desordene.
Óxel continúa negándose a proporcionar la ubicación de las mujeres cautivas. Karthur, dentro de su desesperación, comienza a pensar que tal vez ellas también han volado en mil pedazos.
—¡¿Dónde están?! —grita Karthur, ya con los botones de su camisa desabrochados, puesto que ha comenzado a sentir la ausencia del aire y se le dificulta respirar.
Karthur, a la vez que trata de obtener la información, busca también la manera de regular su respiración. Su frente sudorosa comienza a chorrearle.
—¡¿Dónde están!? ¡Dime ahora mismo o te juro que...!
—¿Qué? —interrumpe Óxel muy tranquilo, sentado en el suelo atado de manos y pies—. ¿Qué vas a hacerme? ¿Matarme? No puedes hacer eso, estoy esperando mi juicio.
—¿Juicio? —cuestiona Karthur, dejando escapar una carcajada—. ¿Juicio has dicho?
La risa de Karthur llena por completo el espacio de la habitación. Parece que comienza a perder la cordura.
—No habrá ningún juicio... el mundo allá afuera ya no es el de antes, ya no hay ley... ¡Yo soy la ley!... y como tal, te exijo que me des la ubicación de las cautivas.
—¿A qué te refieres con que el mundo ya no es el de antes? —pregunta Óxel perdiendo la tranquilidad y adoptando una postura más seria y preocupada.
—No puedo... —vacila Karthur—. ¿Qué más da? Probablemente todos estemos muertos en un par de meses. Ustedes dos, ¡fuera! —ordena a los agentes de la seguridad para que lo dejen a solas con Óxel.
Los agentes que lo acompañaban abandonan la habitación, y justo cuando las puertas se cierran, Karthur comienza a hablar.
—Los números... No tenemos... —vacila con la mirada perdida en alguna irregularidad del muro.
Se rasca la barba de varios días sin afeitar, mientras su pie se tambalea mostrando su nerviosismo.
—Más del setenta por ciento de la población ha muerto... No hay animales... No había antes, pero ahora ya no queda... Ya no hay nada, ¿entiendes? ¡No queda nada! No hay peces, no hay tierras fértiles, no hay.... esperanza. Vamos a fingir que todo está bien hasta que todos se den cuenta de que estamos condenados. Con suerte las fábricas de Vitavida volverán a operar y tal vez sea lo único que nos mantenga con vida. Tienes que decirme dónde puedo encontrar a esas mujeres, necesito traerlas de vuelta. Necesito por lo menos saber si están con vida.
—Te puedo asegurar que las detonaciones no las han afectado a ellas. Llevo el tiempo suficiente aquí encerrado como para pensar en lo que ha ocurrido, y creo tener una idea. Otra cosa que puedo asegurarte es que nosotros no instalamos los explosivos.
—Eso lo sé —dice Karthur—. Lo que no sé es cómo se enteraron de su existencia y cómo descubrieron el código de activación.
La única manera de que aquellos rebeldes supieran que el código para activar los explosivos; el nombre del hijo que Karthur y Elaah habían perdido, era que Elaah les diera esa información. Tal vez la habían torturado para que les dijera el código, pero no quería pensar en eso.
—Tienes hasta el atardecer para darme la localización. Un cadáver más no marcará la diferencia.
Karthur abandona la habitación. Algo dentro de él se ha quebrado. En ese momento para él es más importante reparar el daño del país que repararse a sí mismo, principalmente por orgullo, puesto que no puede estar tranquilo sabiendo que se había estropeado su vieja habilidad de siempre salirse con la suya.
Se cuestiona sus motivaciones para continuar tratando de solucionar un problema que ya parece perdido. Si termina con su vida, en realidad no marcaría ninguna diferencia, algún otro de los líderes ocuparía su lugar. ¿Para qué aferrarse a la vida? La muerte es algo que eventualmente va a ocurrirle, y aunque la pregunta siempre ha sido: ¿cuándo? Ahora la interrogante se ha transformado en: ¿cómo? Puesto que para Karthur, su paso por la vida parece agotarse. Está cansado. Harto. Desea descansar, terminar con todo de una vez y para siempre. Pero él relaciona todas aquellas absurdas ideas con la cobardía, y él no quiere ser ningún cobarde. La vida tendría que arrebatarle el aliento, puesto que él no está dispuesto a otorgarlo tan fácilmente.
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Sólo permitiré que me arrebaten el miedo.
Science FictionEn un futuro próximo, el ser humano destruye al medio ambiente mientras el oceáno comienza su venganza comiéndose a la tierra. Los países unifican sus territorios pero dividen a la población. Saili es una joven que se ve obligada a vivir entre las c...