Por la mañana se enteran que los Llamados no serán cancelados; las Ofrendas para contrarrestar el problema de sobrepoblación, continuarán. A Saili no le toma por sorpresa la noticia, aunque realmente, dentro de ella, un atisbo de esperanza esperaba que los videos de esas chicas tuvieran algún tipo de repercusión. En este punto le queda claro que a esos hombres no les importa ni sus propias hijas.
Mientras el presidente da el anuncio desde su palacio, agradeciendo que su esposa se encuentre con vida y, amonestando los actos rebeldes, el líder del sector Oeste, Retúl Moro, entra violentamente y, cargado con un arma le ordena al presidente que sucumba ante las peticiones de los rebeldes. Se escuchan un par de detonaciones y la toma que la cámara de video transmite a todo el país, cae al suelo para después finalizar con la transmisión.
En casa de los Opul no logran descifrar quién ha disparado; pudo ser el líder Moro, o los agentes de seguridad del presidente. No hay manera de saber qué ha ocurrido en aquella oficina presidencial, pero lo que sí es seguro es que Retúl no apoya las decisiones del presidente. Se han llevado a su hija, y eso lo ha motivado a tomar un arma e interrumpir el anuncio presidencial. El líder del sector Oeste quiso dejar muy clara su postura; quiere que los rebeldes allá afuera estén enterados de que sí hay alguien que está dispuesto a escucharlos.
En el boletín del mediodía se enteran también que, el líder de su sector ha sido destituido. En el sector Oeste se han quedado sin líder, por lo que se anuncia también la convocatoria de registro para unas elecciones.
—Esta vez lo han montado bastante bien —comenta el padre de Saili, levantándose del comedor.
—¿Qué cosa? —pregunta Saili, no muy segura de saber de qué está hablando su padre.
—El espectáculo —responde señalando el televisor—. Ahora van a llenarnos la pantalla de toda esa basura relacionada con la campaña política. Volveremos a ver los rostros de los mismos políticos, o de los hijos de ellos, peleando por ocupar el puesto.
—Van a desviar la atención del asunto sobre los rebeldes y los videos —dice Saili, entendiéndolo todo.
—Con la campaña van a opacar todo el asunto de los rebeldes, lo de los videos, y lo de los Llamados. Ya vas a ver cómo en los próximos días no van a dejar de hablar de la elección y los candidatos.
—A menos que los rebeldes tengan más videos que mostrar —interrumpe su madre.
—Algo se les tiene que ocurrir a los rebeldes. Si el líder de nuestro sector quiso ayudar en algo, entrando a apuntarle con un arma al presidente, definitivamente no sirvió para nada. A decir verdad, no hizo más que empeorarlo todo —concluye su padre, levantando los platos de la mesa.
...
Saili sube a la azotea para ver la ciudad, a un par de calles se encuentra el mar. Ha cambiado tanto. Clava la mirada en el horizonte, preguntándose cómo estará su hermano mayor. Preguntándose qué hay más allá de la costa.
Le gusta subir ahí porque es el único lugar seguro al que puede salir. La azotea está rodeada por una barda alta para que nadie pueda entrar desde las azoteas vecinas.
Para poder observar el exterior, se ha construido una escalera con algunos tablones que rescata de los muebles viejos que en ocasiones trae su padre a casa. Su madre y ella los vuelven a la vida para reutilizarlos. Así fue como se hicieron de un bonito sofá, y de su comedor. También se fabricó una caja donde oculta sus libros, y desde luego, se fabricó también la escalera.
Algunos muebles los han vendido. La creatividad de Saili y su madre son la segunda fuente de ingresos de la familia Opul.
Ya que su padre no sabe estarse quieto, en ocasiones sale por las mañanas después de desayunar a buscar entre la basura y los escombros que se acumulan en los límites con la zona Dos. Todos son desperdicios de esas personas, y su padre no es el único que asiste en busca de objetos. Acude de vez en cuando con excompañeros suyos que también han sido retirados de sus labores. Rescatan diferentes artículos y aparatos entre la chatarra para darles una nueva vida. Saili junto a su madre utilizan su creatividad para transformar los objetos en otras cosas totalmente diferentes.
Que sus recursos económicos no sean muy buenos no significa que tengan mal gusto. Saili piensa que, si va a permanecer encerrada, por lo menos va a asegurarse de que la casa luzca bonita, y a las personas que le compran los muebles que su madre y ella rediseñan, parece que también les gusta rodearse de algo bello que les alegre un poco entre tanta tristeza.
Después de mirar el océano, Saili lleva la escalera al otro extremo para mirar la ciudad. Sólo se ven las casas de cientos de personas que viven como ellos. No luce como un lugar tan peligroso. Si todas las familias son como la suya, no tendría nada que temer. Pero Saili es consciente de que no todos son iguales, sabe que bajo esos techos se oculta todo tipo de personas, pero también sabe que no es buena idea salir a averiguarlo.
A veces se pregunta qué es lo que gana al continuar viviendo, pero siempre logra ahuyentar esos pensamientos. En ocasiones se deja vencer para creer un poco en las historias de su padre, otras veces le gusta viajar a las páginas de los libros, y soñar con esos mundos que son tan diferentes al suyo. Aun así, sabe que nada gana con escapar de la realidad ante las páginas de los libros, pues lo que realmente desea es liberarse de la vida que le han impuesto vivir.
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Sólo permitiré que me arrebaten el miedo.
Ciencia FicciónEn un futuro próximo, el ser humano destruye al medio ambiente mientras el oceáno comienza su venganza comiéndose a la tierra. Los países unifican sus territorios pero dividen a la población. Saili es una joven que se ve obligada a vivir entre las c...