Parte 1: Sin Miedo. Capítulo 4.

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La guerra está alcanzando a Quiloa, por más que el país intente mantenerse al margen. Tal vez siempre han estado en guerra, después de todo, no se puede escapar de la guerra cuando la batalla es interna, y los conflictos internos son los más difíciles de vencer.

Mi nombre es Elaah Tovalsee-Xanfíl, soy la primera dama de Quiloa, y aún me encuentro con vida.

Así reza un videoclip que se reproduce durante un par de minutos en el televisor. Efectivamente es la primera dama hablando frente a la cámara. Pronto Saili se entera gracias a su padre, que el mensaje se ha divulgado en cada rincón del país. Su padre comenta que alguien ha accedido a la señal para transmitir el video que, fue corto pero puntual. Quien ha privado de la libertad a la esposa del presidente está asegurándole a todos que aún la mantienen con vida, aunque luciendo cansada y con algunas marcas en el rostro.

En la calle, Saili alcanza a escuchar que algunas personas celebran que se encuentre con vida, pero son más los que están molestos y les gustaría verla muerta. Por su parte, no está segura de cómo sentirse al respecto, mentiría si dijera que no hay una parte de ella que de cierta manera se alegra de que se encuentre cautiva. Pero por otra parte, siente pena por ella porque después de todo, también ella es una víctima. Lo que no tiene claro es si la esposa del presidente es víctima de los rebeldes que la han secuestrado, o víctima del propio gobierno de su esposo.

Le retuerce las tripas pensar que ella, tan cerca del poder, no haya sido capaz de hacer algo por todas las demás. Se niega a creer que durante todo este tiempo se halla quedado de brazos cruzados, con la boca cerrada, siendo consciente de que tal vez su voz tenga un poco más de valor que la de todas las otras mujeres a las que han silenciado, sabiendo que cada seis meses las están matando, por lo menos de manera oficial durante los Llamados, ya que no es ningún secreto que la realidad es que las matan todos los días y a todas horas.

Saili, aunque continúa con vida, no se siente viva estando cautiva en su propio hogar.

No sabe si se merece lo que le ha ocurrido, no es, ni quiere ser juez, pero está convencida de que nadie merece la vida que llevan, aún y cuando está agradecida de todo lo que posee, porque es consciente de que hay otros que realmente no tienen nada.

La tarde transcurre de manera normal. En casa, luego de terminar con sus labores se va a la habitación que comparte con sus hermanos y se pone a leer uno de los libros que de vez en vez le consigue Jéxu. Se ha ido formando de una pequeña biblioteca aun sabiendo que no debería. En realidad sólo su hermano Palaan tiene autorización para acceder a los libros, usando su identificación de estudiante. Los libros se encuentran únicamente en las bibliotecas de las escuelas en las zonas Dos, pero Jéxu se las arregla para conseguirle algunos; a veces son de geografía, a veces de biología, diseño e ingeniería, y en otras ocasiones, alguna que otra novela.

Saili ha aprendido con ayuda de esos libros y con los relatos de sus padres, que antes de la guerra el mundo era muy diferente, físicamente. Existían muchísimas especies de animales que ahora no son más que un vago recuerdo para quienes tuvieron la fortuna de conocerlos en vida. Las ciudades y los países también tenían otra forma. Con el deshielo de los polos y el incremento del nivel del mar, muchas ciudades desaparecieron y la mayoría de los países se fusionaron para formar uno nuevo, como es el caso de Quiloa. Pero otros no estuvieron muy a favor de las fusiones entre las naciones, y así comenzaron las guerras por los territorios. Afortunadamente, Quiloa se volvió una isla y, gracias a las aguas que la rodean se alejó de todos esos problemas, aunque con la llegada de tantas personas buscando refugio, fue cuestión de tiempo para que ellos mismos encontraran la manera de generar sus batallas.

Así como existía una gran variedad de animales, también las había de plantas, pero la tierra sufrió mucho daño por la contaminación, y las plantas murieron, y las tierras se volvieron áridas. Pareciera que luego de consumirlo todo, lo único que se aferra a la vida en este planeta es el ser humano. A veces Saili se cuestiona la razón para continuar con vida.

Palaan vuelve justo a tiempo para la cena, se vuelve aburrido consumir los sobres nutricionales todos los días, pero en esta ocasión, su hermano los sorprende con tres naranjas que logra traer de contrabando desde la zona Dos. Un compañero suyo se las ha obsequiado por ayudarlo con sus notas, eso les dice él, no puede bajar sus calificaciones o sus padres podrían reprenderlo. Y aunque las naranjas lucen muy apetitosas, deciden guardarlas para una ocasión especial, junto con el pescado, que su padre tuvo la fortuna de encontrar en buen estado entre la basura que se acumula en la costa. Esta noche cenan la mezcla de los sobres como de costumbre, sabiendo que pronto disfrutarán en familia de una comida mejor. Guardan los alimentos en una pequeña nevera que Palaan y Saili arreglaron poniendo en práctica lo que le enseñan a Palaan en la escuela.

Cuando están terminando de cenar, mientras Palaan les cuenta sobre las opiniones de la gente en la zona Dos respecto al videoclip de la primera dama, la pantalla del televisor se activa y les muestra a una niña con un mensaje. No es Casee Bagotam, se trata de otra chica.

Mi nombre es Nhan Moro, soy hija de Retúl Moro; Líder del sector Oeste. Este mensaje es para pedir que detengan las Ofrendas.

Entre lágrimas, una adolescente pide a la nación que se dé por terminada la barbarie de los Llamados. El video está al aire por muy poco tiempo, pero el mensaje está siendo recibido. Ahora saben que hay otras chicas que están desaparecidas y que el boletín de noticias les ha ocultado esa información.

—Unas niñas. Que Dios tenga piedad de nosotros —dice la madre de Saili, que aún es de las pocas creyentes.

La mayoría de la gente sintió que de existir un Dios, los había abandonado. Ahora ya casi nadie tiene esas creencias. No son más que viejas historias.

¿Realmente es necesario que dos jóvenes de un rango social superior salgan a denunciar los abusos que propician sus propios padres? Se pregunta Saili. Tal vez en este mundo sí sea necesario, piensa ella.

Si la voz de sus propias hijas no es escuchada, entonces ninguna voz marcará la diferencia, pero por el bien de ellas y por el bien de todas, Saili espera que sus voces sean escuchadas.

Tal vez los rebeldes no son tan malos. Tal vez el boletín de noticias así los quiere mostrar. Saili se cuestiona sobre qué sería capaz de hacer si tuviera la oportunidad de realizar algo tan significativo como lo que en aquel momento hacen los rebeldes. Tal vez secuestrar jovencitas no es la mejor manera, pero ¿entonces cuál es? ¿El fin justifica los medios? Si el grupo concejal había declarado que asesinar mujeres de la zonas Cuatro es lo mejor para el país, ¿qué diferencia tienen con los rebeldes que obligan a jovencitas de zonas Dos, a exigir que todo aquello termine? ¿Es necesario llegar a ese nivel en el que, para exigir que dejen de matar a los tuyos, tienes que poner en riesgo a los del bando contrario también? ¿No podríamos estar todos en el mismo lado?

¿Dequé sería capaz Saili para obtener la vida que desea?

Sólo permitiré que me arrebaten el miedo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora