Parte 2: Sin Humanidad. Capítulo 42.

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A Karthur ya no le queda un atisbo de paciencia y regresa a la habitación que mantiene cautivo al líder rebelde.

—¡Se te acabó el tiempo! —anuncia abriendo las puertas de manera violenta.

—No voy a decirte nada, esa información es mi única garantía para continuar con vida.

—Y ¿para qué quieres continuar con vida? Allá afuera todo se fue al carajo.

—¿Para qué quieres seguir vivo tú?

Óxel tiene razón. Karthur, cansado del peso que lleva sobre sus hombros, se cuestiona nuevamente sus motivaciones. Es cierto, ¿por qué deseaba seguir vivo? ¿Para qué? Tal vez solamente para probarse a sí mismo de que podía cumplir con su deber. Tenía que salirse con la suya.

—No voy a asesinarte, ¿está bien? —continúa Karthur después de un breve silencio—. Necesitamos que esas mujeres regresen.

—¿De manera que ahora sí las necesitan? ¿Ahora sí consideran importantes a las mujeres? ¿Por qué no eran importantes cuando las asesinaban?

—¡Yo no quería que eso ocurriera! El grupo concejal fue el que tomó esa decisión. Escucha, las cosas están por mejorar.

—Eres un político como cualquier otro, ¿cuántas veces piensas que voy a creer ese viejo discurso de que las cosas van a mejorar?

—Esto no se trata de una campaña, estamos hablando de una terrible realidad que azota nuestras vidas ahora mismo.

—¿Cuánto tiempo llevas viviendo en Quiloa? Porque esa realidad tan terrible de la que hablas lleva años ocurriendo. Aunque claro que bajo este techo y tras estos muros debe ser difícil darse cuenta. Las calles del pueblo que lideras son tan rojas como esta alfombra, pero no son para nada suaves y acogedoras.

—No tengo tiempo para esto —dice llamando a los agentes para liberar a Óxel—. Lo mejor será que salgas a ver los cuerpos y la destrucción que...

Pero Karthur no puede terminar de hablar porque Óxel ya lo está interrumpiendo.

—¡Llevo toda mi vida viendo eso! No tienes que mostrarme nada. Los cadáveres no me son ajenos.

Óxel hace una pausa tratando de contener las palabras que buscan la manera de ser pronunciadas a través de su boca.

—Ustedes asesinaron a mi madre —anuncia cuando los agentes abandonan la habitación, intentando reprimir una lágrima que, finalmente se le escapa por un lado del ojo—. Murió desangrada en mis brazos en nuestra propia casa. ¡Uno de sus malditos verdugos le arrebató la vida, y con la de ella se llevó la mía también! ¡No te atrevas a querer tratar de impresionarme!

—Lo siento.

—No me sirven de nada tus palabras. Ojalá tus acciones hicieran más —dice Óxel, que había estado mirando por la ventana para ocultar su rostro de Karthur. Él era un hombre que se había criado en un mundo donde los hombres se avergonzaban de llorar, y en general, de expresar sus emociones.

—Deberías matarme —dice volteando a ver a Karthur—. Es cierto, no tengo ninguna razón para continuar con vida. Estoy harto de todo esto... Mi familia vino a este país buscando consuelo y sólo encontró más miseria. Nosotros sólo queríamos... queríamos hacerles vivir nuestra experiencia para ver si de esa manera podían abrir los ojos. Ya sabes, generar empatía. Ellas están a salvo. No somos como ustedes. Nosotros no asesinamos a personas inocentes. Aunque no sé qué tan inocentes puedan ser algunas de ellas. Mátame de una buena vez, no quiero seguir formando parte del mundo que hemos construido.

Óxel se sienta a la orilla de la cama. Ya no lleva atadas sus extremidades. Se percibe su tristeza. Parece que todas las buenas intenciones no tienen mayor opción que transitar por caminos llenos de desastre, caminos donde la voluntad se corrompe, por donde se pierde el interés y se olvidan las motivaciones. ¿A dónde iba yo? ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Vale la pena?

—No voy a matarte —dice Karthur sentándose en una silla con bordes dorados—. Ya ha muerto demasiada gente. El grupo concejal ya no existe, las decisiones ahora las tomamos solamente cinco personas, mismas que tú has ayudado a encaminar. Tuvieron que inyectarnos de su dolor para que recobráramos un poco de nuestra humanidad perdida. Permíteme devolverle un poco de alegría a algunas personas. Sé que crees que todas esas personas de zona Dos no merecen ser felices después de todo el dolor que han causado, pero estarías siendo como ellos si les niegas también la oportunidad. Tienes que ser mejor que ellos, y ser mejor que yo. Dime dónde están.

Óxel permanece callado con la mirada fija sobre la alfombra.

—Están en el palacio de Etzal —musita.

—¿En el antiguo palacio en ruinas? ¿No había quedado sepultado bajo el mar?

—No. Está en una pequeña isla, y ya no está en ruinas —dice Óxel volteando a ver a Karthur.

Los ojos de Karthur se le abren como platos ante esa revelación. ¿Una pequeña isla? ¿Ya no está en ruinas? ¿Cuánto tiempo habían estado planeando todo como para poder restaurar un edificio en ruinas?

En la antigua zona de Etzal se encontraba el palacio presidencial original, pero con el incremento del mar se separó del territorio de Quiloa formando una pequeña isla. Sentrinel mandó construir el nuevo palacio al centro de Quiloa, en la parte más alta. También se construyeron los búnkeres y los muros divisorios. Sentrinel tenía todo muy bien planeado para llevar a cabo su dictadura. Pero Vox Populi le arrebató todo, y cuando ayudaron a Karthur a llegar a la presidencia, ellos ya habían comenzado a restaurar el viejo palacio, luego de los daños causados por la revuelta para destituir y asesinar a Sentrinel.

—Acompáñame —dice Karthur poniéndose de pie.

Le ordena a los agentes de la seguridad que ya no será necesario custodiar a Óxel

—Libertad por libertad, me parece razonable —dice Karthur.

Sólo permitiré que me arrebaten el miedo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora