Leo había llegado a Berlín la tarde del primer viernes de agosto de 2017, su amiga Rebeca llevaba cuatro años viviendo allí, desde que tuvo que buscarse los garbanzos fuera de España. Después de posponerlo varias veces, por fin había podido ir un fin de semana a visitarle por primera vez. Le recibió en el aeropuerto con gritos, besos, saltos, abrazos y una pancarta gigante con su nombre. Se habían visto en Navidad, pero parecía que hacía años.
No le sorprendió ver cómo Rebeca se desenvolvía con toda naturalidad y pasaba desapercibida entre tanto alemán. Era alta, rubia y siempre le habían llamado mein froiland entre risas, para, al final, acabar entre froilands y señores que hablaban como si estuvieran siempre enfadados... o eso le parecía a Leo.
Después de dejar sus cosas en la habitación de invitados, cenaron y salieron a tomar unas cervezas, que las buenas costumbres no hay que perderlas con el paso de los años, y menos con tanta variedad como había allí. No paraban de reír, recordando anécdotas y aventuras de todos sus años de amistad, que se remontaban hasta los diez que tenían cuando se conocieron en el colegio. Las dos llegaron nuevas ese curso, las dos venían de otra ciudad, Leo de Valencia y Rebeca de Elche, así que juntas formaron el «Frente levantino» y esa amistad no hubo quien la rompiera.
Más tarde, ya con el puntillo que les dieron las cervezas, fueron al Antigua, un pub que a Rebeca le encantaba porque era punto de encuentro de españoles, desde el dueño hasta los camareros eran compatriotas y eso se notaba siempre en el ambiente y en la música que ponían, que intercalaba los grandes éxitos internacionales del momento con la discografía española en todos sus estilos y de todos los tiempos. En ese momento sonaba lo más florido de la pachanga española y ellas lo estaban gozando de lo lindo con Mi gran noche, como cuando eran veinteañeras y solo tenían que preocuparse de pasarlo bien cada fin de semana, y no de ver cómo se las apañaban para sacarse las castañas del fuego.
Estaban en el punto exacto de la borrachera en el que sabían que no debían beber más. Con el tiempo y las malas experiencias habían aprendido cuándo había que parar para que el ridículo no fuera muy escandaloso. Rebe había ido al baño, cuando un chico le preguntó algo a Leo en alemán.
—¡Ay, maño! No tengo ni idea de lo que dices, teutón.
El chico se echó a reír.
—¡Hombreeee! ¡Una mañica! ¡JORGE! —gritó llamando a alguien, intentando hacerse oír por encima de la música.
El aludido no estaba por la labor de hacerle mucho caso, así que siguió hablando con Leo.
—¿Está muy feo si te pido que me presentes a tu amiga?
Levantó una ceja y lo miró de arriba abajo. Parecía ser de su edad, ¿qué hacía un treintañero utilizando esa patética técnica de ligue?
—Feo no sé, pero me parece lo más hortera que me han dicho para conocer a alguien en años —le dijo riéndose.
—Anda —le suplicó—, sé buena y preséntamela.
Leo volvió a enarcar la ceja derecha. A ver... conocía a Rebeca y sabía que el chaval entraba dentro de lo que podría ser su tipo: varón. Y ya está, esos eran —casi— todos sus requisitos. Mientras Leo había estado desde los quince años con Rafa, Rebe se había dedicado a ir de flor en flor, libando todo lo que podía. Aunque era verdad que últimamente parecía ser un poco más selectiva, sobre todo desde el fiasco con su jefe.
—Y en compensación —continuó el muchacho—, yo te presento a mi primo.
Señaló a un chico que estaba en la barra esperando a ser atendido. Por curiosidad miró y, bueno, podría decirse que entraba dentro de lo que era su tipo... ¿Cuál era su tipo? Con que no le recordara a Rafa ni un poquito, ya tenía mucho terreno ganado.
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Son mis amigos 1 - Leo
RomanceChica viaja a Berlín. Chica conoce chico. Chico viaja a Berlín. Chico conoce chica. Leo y Pol inician en la noche berlinesa la mejor de sus casualidades.