CAPÍTULO 3 - LA MÁS GRANDE

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—Necesito ir a casa de Rebe —dijo levantándose después de mucho rato de besos, arrumacos y restregones—, tengo todo allí.

—Por mí estás bien así —replicó recorriendo su cuerpo desnudo con la mirada.

—Pero eso es porque eres un poquito pervertido.

Leo: Payasa, mándame tu dirección xq estoy perdida y sola por las calles de Berlín

y no tengo ni zorra de dónde está tu casa

Rebe: No jodas, júrame q no estás sola, q me muero

Leo: Como si ahora te preocupara mucho 😑

Rebe: Ya me siento como una 💩 no eches más leña al fuego 😭

Leo: No estoy sola, estoy con el chiquitín, pero en

serio, dame tu dirección y no quiero saber nada más de ti

Rebe: ¿En la vida? 😐

Leo: Si no fuera porque Pol se está portando de lujo, te

juro que te arrancaba tu rubia pelambrera

Rebe: Al final me tendrás que dar las gracias por

ayudarte a encontrar el amooooor 👼


Recibió un mensaje con su dirección, le preguntó a Pol si sabía dónde estaba y él tiró de Google Maps. Había un buen trecho, así que fueron en taxi. Una vez llegaron, Leo se armó de valor para hacerse entender con la vecina. Cuando se abrió la puerta, empezó a balbucear.

—Eeeeh... meine... eeeh... Ich... —señaló la puerta de Rebe— Rebeca, meine... ¡joder!

Wir sind freunde von Rebeca, sie sagt uns, dass sie schlüssel zu ihrem haus haben

*(Somos amigos de Rebeca, ella nos dice que tienen llaves de su casa)*

Pol empezó a hablar en alemán dejándole con la boca abierta y la chica le dio las llaves sin decir nada.

—¡Gracias, simpática! —dijo Leo a la puerta cerrada.

Entraron en la casa y se dirigieron a la habitación donde tenía todas sus cosas y en la que no había llegado a estar más de veinte minutos el día anterior.

—¿Hablas alemán fluido? —le preguntó al recordar que en el pub le había empezado a hablar así.

—Bueno... fluido fluido tampoco... estudié alemán en el instituto y me defiendo, sin más. Ni siquiera sé si lo que quería decir se lo he dicho bien, pero estamos aquí dentro, supongo que me ha entendido.

Leo abrió la maleta y simplemente se quedó mirando su contenido sin saber muy bien qué hacer en ese momento. Miró a Pol, que se había sentado a los pies de la cama. Joder, qué guapo.

—¿Qué? —le preguntó riéndose.

—Qué bueno estás, hijo —dijo suspirando.

Él bajó la cabeza, avergonzado y sonrió tímidamente. Leo se acercó y se sentó en sus rodillas.

—Y esa pose de modestia me pone mucho también.

—Ya estamos... pero ¿por qué dices que es una pose? —preguntó molesto.

—Porque los que estáis buenos lo sabéis.

Puso los ojos en blanco ante esa respuesta.

—Entonces puedo decir lo mismo de ti, pero yo no doy por sentado que te lo tengas creído.

Son mis amigos 1 - LeoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora