CAPÍTULO 6 - CONEXIÓN EN LEVANTE

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LEO

Las ocho y media de la mañana, mi Audi Q3 estaba hasta los topes porque siempre somos unos ansias y llenamos las maletas y el coche de porsiacasos.

—He creado una lista en Spotify exclusiva para este viaje, para que Alber no nos martirice —dijo Bea nada más sentarse a mi lado.

—¡Oye! Entonces me vas a martirizar a mí con reguetón y esas mierdas, no es justo —respondió el aludido con voz de pena abrochándose el cinturón de seguridad detrás de mí.

Me dio la risa. Aún no habíamos salido de casco urbano, ¡coño!, aún ni había arrancado, y estos dos ya estaban enzarzados.

—Mira que termino la discusión rápido poniendo lo que me salga del papo —les corté mientras me incorporaba al escaso tráfico que había a esas horas—. Tenemos un buen rato por delante y yo mucho que contar, así que vamos a pasar de música de momento.

—¡Ay, sí, ay, sí, ay, sí! —dijo Alberto dando palmas— ¿Has follao?

Y no es que lo dijera porque se me notara en la cara, ni porque fuera esa la intención del viaje a Berlín ni mucho menos, es que es una de sus preguntas estándar.

Le miré por el espejo retrovisor y le lancé una sonrisilla, luego miré a Bea de reojo.

—¡Que ha follao! —dijo esta.

—Desembucha y cuéntale a tus amigos con alma de periodistas, quién, cómo, cuándo, dónde y por qué.

—¿Por qué? —Me eché a reír.

—Bueno empieza por... mmmm... ¿Y quién es éééél? —canturreó Bea por Perales.

—Pues él es Pol, es de Barcelona, tiene 35 años y un primo en Berlín al que estaba visitando el fin de semana.

—Vale —dijo Alberto dando una palmada— ¿Dónde?

—Cuando fuisteis a Berlín, ¿os llevo Rebe al garito ese que lleva un español y ponen música española, reguetón, mezclado con Rihanna y todo eso? ¿El Antigua, se llama? —Asintieron—. Bueno, pues lo conocí ahí.

Les conté cómo nos conocimos y cómo enseguida hubo feeling.

—¿Está bueno?

—Ay, Bea, está tremendo. Nos hemos pasado el fin de semana entero dale que te pego.

—¿Qué dices? Ahí viene el otro dónde, ¿no? Porque no creo que hayáis estado chuscando en el bar durante dos días —apostilló Alber.

—No, no, no. —No pude evitar echarme a reír—. En el bar nos enrollamos hasta que cerraron, luego nos fuimos a casa de su primo la primera noche, pero después Rebe... bueno, eso os lo cuento luego, el caso es que la casa de Rebe estaba vacía y no salimos de ahí más que para ir a comer el domingo. Nos fundimos un paquete de doce condones.

—¡No! —Alberto se fingió escandalizado.

—Y no condones normales, no, no, no... unos XXL, colega.

—¡No! —Y ahora sí estaba, si no escandalizado, por lo menos asombrado.

—¿Calza más que Rafa? —indagó Bea.

Antiguamente me daba mucha vergüenza hablar de estas cosas, pero estos dos no tienen filtro y tuve que habituarme a este tipo de preguntas. A veces las respondía, a veces no.

—Más o menos como él, pero gorda como un zepelín, te lo juro, una cosa que no había visto en la vida, Bea.

—¿Y Rebe por qué no estaba si ibas tú de visita? —se sorprendió mi amigo.

Son mis amigos 1 - LeoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora