CAPÍTULO 7 - BENICÀSSIM

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POL

—Por lo menos no es el mismo modelo —me dijo aguantándose la risa.

—Pero sí el mismo color. —Yo seguía flipado con tanta coincidencia.

—Es que un Audi, si no es negro, no tiene razón de ser.

—Empieza a asustarme de verdad todo esto —dije riéndome.

—Los nombres, los tatuajes, las vacaciones a la vez, la visita fugaz a Berlín, las zapatillas, el coche... no es para tanto —me dijo metiéndose dentro de la casa, donde el resto parecía encantado de verme descolocado.

Nunca me ha gustado ser el centro de atención, por lo menos fuera de mi profesión, pero cuando estaba con Leo todas mis inseguridades desaparecían, así que les dediqué a los cinco una visión privilegiada de mi dedo corazón.

No soy bueno estableciendo relaciones ni conociendo a gente nueva y ahí se respiraba tan buen rollo entre nosotros siete a pesar de apenas conocernos que me parecía todo irreal.

El viaje de Valencia a Benicàssim fue una tortura china por parte de mis amigos, nunca me habían conocido estando tan cómodo con una chica y con la que no me comportara como un chiquillo de doce años. De hecho, creo que a los doce años tenía más desparpajo con las chicas.

Hasta que llegó Leo.

Y volvimos a pasar el fin de semana juntos.

Cualquiera que viera la escena desde el exterior habría visto una pareja pasando un par de días en la playa con sus amigos. Para mí significó un punto de inflexión, el ver que lo del fin de semana anterior no fue casualidad, que estar con ella, con esa vitalidad desbordante, sacaba ese lado de mí que a base de decepciones se había quedado relegado y que sólo hacía acto de presencia en contadas ocasiones, ese Pol que poca gente conocía. Para el resto soy el abogado serio. Demasiado serio a veces.

—Estoy muy sorprendida de que vayáis a hacer la cena y todo —dijo Bea, sacándome de mis cavilaciones.

—¡Anda! ¿Y eso? —respondió Miquel.

—Pues porque nosotros hemos venido en plan gandul...

Hizo una pausa en la que Leo y Alberto alzaron los brazos y gritaron:

—¡Woooooooo!

Nosotros cuatro nos miramos y como Bea siguió hablando tranquilamente, supusimos que era alguna broma particular.

—... creo que no hemos hecho más que un día la cena y porque venían las primas. Y veros a vosotros, ahí liados e incluso con un planning —señaló el reparto de tareas sujeto en la nevera—, me choca.

—Somos prácticos —contestó Diego—. Juntos o por separado hemos acumulado muchas vacaciones frustradas por ir a verlas venir, así que, como adultos responsables que somos, hacemos un planning para que cinco días de playa no acaben en drama.

Leo salió a la terraza haciéndome un gesto con la cabeza para que le acompañara. Se me hacía muy raro estar los dos con tanta gente porque lo único que yo quería era estar con ella y olvidarme del mundo.

Estaba apoyada en la barandilla y la abracé por detrás, dándole un besito en la comisura de los labios que le hizo sonreír, giró la cabeza para devolverme el beso, que empezó siendo un piquito y lo fuimos subiendo de categoría en cuestión de segundos.

—¿Qué te pasa?

No perdía su sonrisa, pero desde que habíamos llegado la notaba un poquito distante.

Son mis amigos 1 - LeoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora