CAPÍTULO 11 - METIDOS EN EL JARDÍN

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LEO

Le solté el culo a regañadientes y cogió el teléfono cuando empezaba a sonar por tercera vez.

Digui? —respondió, seguido de varios m-hm de asentimiento— Avui? Val, envieu-me tota la documentació al correu i et dic alguna cosa de seguida.*

(*¿Diga? ¿Hoy? Vale, envíame toda la documentación al correo y te digo algo enseguida)

Colgó. Yo le miraba desde la cama, se acercó, apoyando una rodilla en el colchón, con el dedo me desfrunció el ceño y me besó.

—Dame unos minutos, ¿sí?

Rocé su erección con la rodilla, se había quedado a medias tras la interrupción y solo con ese roce, volvía a la vida.

Resopló.

Petita, va, es importante, si no, ni de coña paraba.

Le entendí, aunque me jodiera habernos quedado a medias.

Sacó una tableta enorme de su maleta, pensaba que se pondría a trabajar en el escritorio, pero se sentó a mi lado en la cama y mientras se iniciaba, me besó invadiendo mi boca con la lengua, me agarró una teta con la mano libre y yo no pude hacer otra cosa que gemir y retorcerme de deseo. Me quité el pantalón y me quedé en ropa interior, me tumbé a su lado, pasando una pierna por encima de la suya y frotándome en su muslo como si fuera un perrillo salido. Él no hacía más que bufar, sonreír de medio lado y negar con la cabeza como si no le quedara más remedio que estar aguantando eso.

Y entonces, cuando la tableta ya estaba en funcionamiento, con una foto de fondo de pantalla de lo que supuse que era el logo del despacho de abogados en el que trabajaba, sacó unas gafas de pasta negras.

—La hostia...

Me miró sin entender qué me pasaba.

—Y yo que pensaba que no podías estar más bueno.

Sonrió tímidamente, como cada vez que le piropeaba, y volvió la mirada a la pantalla, muy concentrado. Eché un vistazo y era documentación que ni me iba, ni me venía, contratos, papeles de denuncias, sentencias... había visto las suficientes como para reconocerlas.

Él seguía concentrado, anotando cosas en un papel y murmurando «ajás», «m-hms» y «claros».

Y yo no sabía por qué me ponía tan cachonda verle así. Vale, sí lo sabía. Estaba en la cama, con mi bóxer favorito y con esas gafas que lo hacían aún más apetecible. Así que volví a mi posición de perrillo cachondo. No decía nada, pero su cuerpo hablaba por él y no me quedó más remedio que empezar a acariciarle sobre el bóxer. Me quitó la mano dos veces y yo la volví a poner.

—Leo...

—Estoy siendo buena para lo que en realidad me apetece.

Sonrió de medio lado, haciendo un mohín, pero ya no me retiró la mano.

—Normalmente no vas a trabajar así vestido, ¿no?

Soltó una carcajada.

—No, no, no, suelo llevar un par de prendas más.

—Y... ¿vas de traje?

—De diario no, pero para juicios y vistas y cosas así más formales, pues sí.

—¿Con corbata y todo?

—Sí, pero me agobia mucho, la llevo solo lo estrictamente necesario. —Me miró y miró mi mano, que no dejaba de acariciarle—. De todos modos, creo que podría acostumbrarme a trabajar así.

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⏰ Última actualización: Apr 25, 2023 ⏰

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