CAPÍTULO 10 - ¿FLIPANDO? FLIPANDO

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LEO

—¿Qué pasa Pablito? ¿Cómo tú por aquí?

Entró y nos dimos un par de besos antes de volver a cerrar la cancela.

—He salido a las ocho de la guardia, pero ha sido muy tranquila y como no entro hasta mañana por la tarde, me he liado la manta a la cabeza.

Bea, que era auxiliar en otra de las residencias del grupo (spoiler: tanto Rafa como ella consiguieron sus trabajos gracias a mí. De nada), también salía con un ATS al que conoció allí. Parecía que nuestra vida solo rondaba alrededor de lo sanitario, porque Rebe, que era química, trabajaba en una farmacéutica. Pablo hacía un par de años que había conseguido meter cabeza en la sanidad pública, era un encanto y yo no podía estar más feliz por mi amiga.

—Pues Bea estará durmiendo la mona, ¿un cafecito? —le ofrecí mientras entrábamos a la cocina.

—¡Venga! Oye, ¿qué hay de eso de que andas enredada con uno de Barcelona? ¿Era con el que estabas en el jardín?

Me guiñó un ojo sonriendo.

—Bueeeeno, ahí andamos.

Le devolví la sonrisa.

—Hasta las trancas.

Estiré los brazos en la mesa de la cocina y metí la cabeza en medio, rebufé y levanté la cabeza de nuevo con una sonrisa de oreja a oreja.

—Estábamos medio definiendo la relación cuando has llegado.

Torció la cabeza alzando las cejas.

—No parecía —se carcajeó.

—Qué cabrón... Justo justo cuando has llegado estábamos a punto de celebrar nuestras conclusiones —le dije sacándole la lengua.

—¿Y ha huido al verme?

—No... digamos que estaba bastante contento de estar conmigo y no creo que quisiera conocer a nadie con...

—Vale, vale, vale, te he entendido, no seas demasiado gráfica.

Hablando del rey de Roma, por la puerta se asomaba mi chiquitín. Se había mojado el pelo y con una simple camiseta negra y unos vaqueros cortos estaba que quitaba el hipo.

Mientras yo me había quedado embobada mirándole, ellos se habían presentado.

—Bueno —dijo Pablo— me subo a dormir un ratito, que la guardia ha sido tranquila, pero aun así... —Bostezó y se estiró—. ¿La chula está en la habitación de siempre?

Asentí.

—Estará en coma porque llegaron... ¿qué hora sería? ¿Las seis y pico?

—Sí, creo que sí —confirmó Pol.

—Es igual, si a lo mejor no hago otra cosa que dormir. Pero es que, entre vuestros viajecitos y mis horarios, casi no nos hemos visto en tres semanas, sólo quiero estar abrazadito.

—Oooooh, qué tierno. Si no fuerais unos cerdos pervertidos que os metéis mano a todas horas, me parecerías un romántico.

Mostró su sonrisa más socarrona, limpió la taza que había usado y se fue al piso de arriba.

Pol se sentó en una silla a mi lado, entrelazó su mano con la mía.

—Parece majo.

—Es un sol y está como un cencerro, son tal para cual.

—M-hm.

—¿Qué pasa?

—Mmmmm. A ver, no sé si me estoy metiendo donde no me llaman, pero...

Son mis amigos 1 - LeoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora