CAPÌTULO 5 - SEPARADOS, PERO NO TANTO

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LEO

No sabía si empezar nuestra conversación con lo flipada que estaba por todo lo de Pol, o por lo enfadada que estaba con ella.

Tuve que aparcar los dos temas porque, una vez que nos quedamos solas y le pregunté con mucho retintín si se lo había pasado bien, Rebe empezó a llorar sin consuelo.

Cuando por fin se calmó me contó que Trülls se iba a casar, pero que no se lo había contado hasta que llegaron a Leipzig y después de haber echado un par de polvos. El resto del fin de semana había pasado entre la rabia, la pena, él intentando convencerla para que siguieran igual a pesar de todo, ella planteándoselo seriamente, quitándoselo de la cabeza, echando el polvo más triste de la historia y finalmente, haciendo el viaje de vuelta en silencio porque le dijo que no aceptaba ser la otra.

Se quedó dormida en el sofá, sollozando. Al día siguiente iría tranquilamente a trabajar porque, otra cosa no, pero tiene un buen par de ovarios y lloraría todo lo que tuviera que llorar, pero no le iba a dar el gusto a él de verla hecha polvo. Esa era mi Rebe.

Me fui a mi habitación a recoger lo poco que había sacado y a darle mil vueltas más a mi fin de semana. Estaba como en una nube, no terminaba de hacerme a la idea de lo que había pasado. Abrí el WhatsApp y busqué a Pol, al que estuve muy, pero muy tentada de guardar en la agenda como «Pol Vazo». Estoy al cien por cien segura de que Bea lo habría hecho. No tenía intención de mandarle nada en ese momento, hacía nada que nos habíamos despedido, solo quería bichear lo poco que se puede bichear ahí, la foto de perfil, la frase de info o si había subido alguna cosa a los estados.

Foto de perfil: él haciéndole una pedorreta en la cara a una cría de, no sé... tres o cuatro años.

Eeehm... ¿sería hija suya? Dijo que con la chica esa que se había casado no había tenido ningún hijo, lo que no quería decir que más adelante, en otra relación... ufff... no quería darle vueltas a eso. Pasemos al estado.

Frase: «Hey there! I'm using WhatsApp».

Pues vaya, eso no me aclaraba nada.

Pensé que... bueno... si le mandaba un mensaje y cambiaba la foto para que no lo viera con la niña... Me reprendí a mí misma. ¿Por qué pensaba que me ocultaba algo? Y de todos modos, ¿qué más daba si me ocultaba algo? Nos conocíamos de dos días, no era necesario saber toda su vida. De hecho, a pesar de todo lo que habíamos hablado, yo tampoco le había contado mucho de la mía. Aun así, ya se me había metido en la cabeza lo de mandarle un mensaje y así lo hice, le di las buenas noches y él me respondió con un «Buenas noches, petita» que me hizo sonreír como una boba. Y sin cambiar la foto. Me intrigaba muchísimo y estuve tentada de preguntar, pero no me quise embalar, aunque le había dicho que me avisara cuando estuviera en Benicàssim, no sabía si íbamos a volver a vernos, así que no era plan de que me entraran esas ansias por saber quién era la nena.

Preferí echarme a la cama y mirar el techo mientras recordaba todos y cada uno de los polvos que habíamos echado. Debo reconocer que había una parte entre la tarde del sábado y la madrugada del domingo que me perdía y recordaba maravillada su capacidad de recuperación. Inevitablemente me acordaba de Rafa y de cómo con veinte años éramos capaces de pasarnos la noche entera dale que te pego. Eso sí, él necesitaba por lo menos una hora de recuperación, de tranquilidad y casi siempre estimulación bucal para volver a empezar. A Pol sólo me hacía falta hacerle cuatro carantoñas y volvía a estar en pie de guerra... y no era un chaval. Y yo pensaba que me costaría volver a levantar ese... «veiculo longo»... pero no. Y a pesar del cansancio, de los incontables orgasmos, de la crisis de Rebe, de que me dolía todo el cuerpo... me estaba poniendo cachonda sólo de recordar. Me moría de ganas de volver a oírle, de que se le escaparan palabras en catalán cuando estaba a punto de correrse, de volver a estar acurrucada bajo su brazo. Por dios, no podía estar así de moñas. Estuve un rato convenciéndome de que había sido un fin de semana de sexo puro y duro, que dejara de darle vueltas, que, aunque me hubiera parecido un encanto de tío, sólo había estado un par de días con él, no podía encoñarme de esa manera.

Son mis amigos 1 - LeoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora