CAPÍTULO 8 - BODAS Y DRAMAS

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LEO

El día no estaba siendo como acostumbraba a ser el primer día de regla. No, no. A mí lado tenía a un tío que se estaba desviviendo por hacerme sentir bien. ¡Y de qué manera! ¿En serio antes de esto había follado poco? Porque conmigo se estaba resarciendo de todos esos años en los que creía que algo hacía mal.

Después de ducharnos empezamos a preguntarnos dónde andaban nuestros amigos, desde que se habían ido a comer no habíamos vuelto a saber de ellos.

Cogí el móvil, que lo tenía en silencio y me encontré, para variar, con un número indecente de mensajes. Muchísimos de ellos, del grupo de todos los amigos, otro puñado de mi madre, que también me había llamado, y finalmente, del grupo que tenía con Bea y Alberto.

Resoplé. No me apetecía leerlo todo.

—Me gusta —dijo de pronto Pol.

—¿El qué de todo?

—Que no seas de las que están todo el rato pendiente del móvil.

—Joder, luego pasa lo que pasa. Tengo más de trescientos mensajes, por no hablar de las llamadas de mi madre —bufé—. Dicen estos que vendrán a las ocho o por ahí y te voy a ahorrar el vergonzoso relato que hace Bea de cuando han venido y han huido despavoridos por los ruidos que salían de la habitación.

Abrió muchísimo los ojos.

—¿En serio?

Asentí.

—Qué vergüenza. —Se pasó la mano por el mentón, rascándose la barba—. No voy a poder mirarles a la cara. Pero ni a tus amigos, ni a los míos.

—Bah, ni caso, por lo menos por parte de los míos —me reí.

Leo: vamos, que sólo os ha faltado entrar con palomitas.

Alber: lo he propuesto, pero no ha fructificado y

los del condado han optado por dejaros intimidad.

Leo: 🙃

Leo: dónde estáis? Estamos vestidos y

con un aspecto decente para salir a la calle.

Quince minutos después nos unimos a la sesión de cañas y tuvimos que soportar más bromas y vítores. Pol se moría de vergüenza y yo le quitaba hierro al asunto, hasta que consiguió relajarse.

Volvimos a cenar al apartamento y salimos a seguir la fiesta. La verdad es que los amigos de Pol eran muy divertidos y muy en nuestra línea de chorradas, no me extrañaba que hubieran encajado tan bien con Bea y Alberto.

—A ver —dijo Diego—, ayer fuimos buenas personas y caballerosos y todo eso, pero no pienso tragarme otra noche de reguetón y perreo.

—¡Como si hubieras tenido algún problema con las veinteañeras que se te refrotaban! No te has visto en una así en tu vida —le replicó Bea muerta de risa.

—Bueno, bueno, pero hoy necesito algo más de mi rollo.

—¿Tu rollo? —intervino Alberto—. Tu rollo es decir «soy bombero» y ya tienes todas las bragas del local en tus manos.

—Eso es verdad —dijo Pol—, bombero vende más que abogado.

—O que reponedor del Mercadona, no te jode. Bombero te abre todas las piernas del mundo, sólo puedes competir con estas dos palabras: «futbolista profesional» —añadió Marc y todos estallamos en risas.

Son mis amigos 1 - LeoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora