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Dos pelinegros paseaban por el bosque. Querían llegar al pueblo de Karmaland, pero para eso debían cruzar el bosque.

— Spreen... — Nombró el otro pelinegro viendo que su hijo venía detrás de él.

— ¿Seh? — Pronunció este algo exhausto ya que habían caminado mucho.

— Tú aún... Sigues enojado por la... Ya sabes — Miró algo desesperado al otro.

— No... La verdad ni recuerdo tanto, y es mejor. Te quiero, los quiero, fue algo estúpido lo que hice... Lo lamento — Contestó mientras parecía algo resentido con su vista a un lado.

— Yo también... Cuándo dijiste que te mudarías la verdad no creí que lo habías dicho en serio — Añadió mientras daba un corto suspiró.

— Yo tampoco... Yo tampoco — Repitió en voz baja.

— ¿Sigues siendo el mago aventurero? — Preguntó riendo por el apodo que solía decirle al otro.

— ¿Por qué crees que dejaría de serlo? — El mayor sonrió para darle un inesperado abrazo al híbrido.

(...)

— Juan me pasas la espátula, por favor — Pidió un híbrido mientras sujetaba el mango de la sartén fritando un omelet.

El chico le pasó de inmediato lo pedido para seguir cortando los tomates para la ensalada de la noche.

— ¿No quieres que te cuente algo mientras hacemos para la cena? — Preguntó sugeriendo dejando el omelet en el plato.

— Como usted quiera — Aceptó sonriendo.

— Te contaré algo... Triste, por así decirlo — Advirtió mientras recordaba ese momento de sorpresa, felicidad y angustia.

Recuerdo.

Un castaño de ojos verdes lloraba mientras se abrazaba a él mismo mientras era de paso abrazado por su pareja.

— Mis padres me matarán — Repitió mientras varias lágrimas se deslizaban por su mejilla.

— Rubius... Estamos juntos, es mío de todos modos — Intento consolar acariciando la espalda del castaño.

— ¿En-en serio? — Preguntó secándose las lágrimas con sus manos.

— Sí... Es nuestro hijo, lo cuidaremos juntos, que se jodan tus padres — Dió un suave beso en la frente del otro.

— ¿Co-como quieres llamarlo? — Preguntó mientras sonreía algo forzado.

— Que tal... ¿Iván de Luque? — Sugerió para ver a su pareja asentir.

Fin del recuerdo.

— Vaya... Pero mire el lado bueno... Salió un buen fruto de eso — Formó otra sonrisa al recuerdo de como reaccionó Rubius a lo que le esperaba.

— Si, siempre le ví el lado positivo, jeje — Respondió mientras empezaba silbar.

Luego de eso ambos pelinegros volvieron, cuándo vieron que la cena ya se estaba preparando siendo las 6:00 p.m soltaron al mismo tiempo un largo quejido.

— ¡Vegetta hueles a mierda! ¡Ve a darte una ducha! — Exclamó el castaño mientras se tapaba la nariz.

— Es que paso... Ahhh... Algo — Respondió para subir las escaleras y ir en dirección del baño.

— Al menos tú no acabaste igual — Bufó Rubius viendo al otro pelinegro.

— Ja... Ja... Ja... Muy graciosa mamá — Rodó los ojos Spreen para tomar la mano de su pareja y subir las escaleras.

— ¡Bajen en unos minutos para la cena! ¡Que cuándo yo cocinó piedad no hay! — Aviso Rubius para volver a la cocina.

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Holis.
¿Que tal? Aquí el capítulo prometido.
Aunque también está algo corto jsjsjs
¡Nos vemos!
¡Bye!

𝗟𝗼𝘀 𝗽𝗮𝗱𝗿𝗲𝘀 𝗱𝗲 𝗦𝗽𝗿𝗲𝗲𝗻 ❝𝗥𝘂𝗯𝗲𝗴𝗲𝘁𝘁𝗮 𝘆 𝗦𝗽𝗿𝘂𝗮𝗻❞ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora