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Una pareja paseaba por el pueblo, decidieron salir un poco antes de navidad. Un momento a solas.

— Este lugar es bastante famoso — Halagó el castaño mientras miraba a todas partes.

— Más bien es bastante ah... Lleno, cuándo yo era pequeño y venía con alguno de mis padres aquí siempre habían personas — Explicó el pelinegro.

— Ahh... Vaya — Pronunció algo asombrado.

— ¿Quieres ir a un lugar... Especial? — Preguntó el pelinegro tomando la mano del otro para comenzar a caminar un poco más rápido.

— Nos estamos alejando del pueblo — Aviso mientras se preguntaba a él mismo dónde lo llevaría.

— De eso se trata — Quedó boquiabierto con esa intención, pero sabía que eso no era todo.

Al adentrarse al bosque lo único que encontraban eran vacas y otros animales inofensivos.

— Ya casi llegamos — Aviso aún agarrando la mano del otro.

— Súper — Exclamó sereno mientras seguía viendo las luciérnagas que andaban por el lugar.

Llegaron a un prado con una colina, el pelinegro lentamente llevaba al castaño a la cima. Al ya estár ahí soltó su mano.

— ¿Para que me trajiste aquí? — Preguntó mientras miraba el césped y algunos dientes de león por el lugar.

— Corre, solo corre — Contesto divertido mientras él ya se le adelantó, mientras corría varias luciérnagas aparecían con su luz. Miles.

El otro le siguió para ver qué a su paso aún habían más. El viento era fresco, y las luciérnagas volaban por el alrededor.

— Que... Hermoso — Contestaron ambos lo último. Sus miradas lograron conectarse.

— Encontré este lugar cuándo era niño, no le había mostrado esto a nadie... Es como mi lugar secreto — Informó acercándose a su pareja para agarrar un diente de león y sostenerlo cerca de ambos.

— Pidamos un deseo — Sonrió mientras alzaba cuidadosamente a la flor.

— Deseo... Estár contigo hasta la eternidad — Su mirada volvió a conectarse con él de ojos morados.

— Yo deseo... Que nadie logré separarnos — Ambos asintieron para soplar al mismo tiempo hacía la flor.

— Gracias por aparecer en mi vida... Hechicero — Murmuró pasando su brazo por los hombros del otro.

— Lo mismo digo... Empresario — No aguantó y escapó una risa. El momento era bello, y el lugar lo hacía aún más. Luciérnagas alrededor, el viento dándoles una bella brisa fresca. Y una bella noche con varias estrellas a su vista.

— Te amo — Soltó seguro el de ojos negros dándole un pequeño beso en la mejilla.

— Yo también — Lo acercó un poco más a él, pero no le molestaba. Total, ese odio quedó en el pasado.

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Holas.
¿Cómo están? ¿Ya tomaron agua?
Espero estén bien, y hayan tomado agua.
Aquí el otro capítulo.
¡Nos vemos en el próximo capítulo!
¡Bye!

𝗟𝗼𝘀 𝗽𝗮𝗱𝗿𝗲𝘀 𝗱𝗲 𝗦𝗽𝗿𝗲𝗲𝗻 ❝𝗥𝘂𝗯𝗲𝗴𝗲𝘁𝘁𝗮 𝘆 𝗦𝗽𝗿𝘂𝗮𝗻❞ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora