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Él mismo lo dijo, salió de su boca. Estamos en una maldita cita. Claro que hubiese sido mucho mejor para mi ansioso corazón haberlo sabido desde un principio y mentalizarme para todo lo que podría llegar a pasar el día de hoy. Pero a Elián le gusta jugar con este papel de chico misterioso y la verdad es que no puedo quejarme de aquello si me parece extremadamente sexy e intrigante. Pero yo tenía que aprender a jugar con eso también.

Estábamos los dos tirados sobre la manta, mirando el cielo estrellado. La noche era cálida, mi cuerpo se acostumbró enseguida al clima. Había tanto silencio como en una iglesia, claramente éramos los únicos en el lugar porque se supone que el sitio está cerrado. Mis manos temblaban pero me encargaba de disimularlo. La única razón por la que estaba tan nerviosa era por su reciente comentario. Sin embargo, cada vez que estoy a su lado me siento bien. Y el lugar que escogió para la cita, no podría haber sido más perfecto.

—Cuando era pequeña, mi padre y yo salíamos todas las noches a mirar el cielo. Todas las veces que podíamos, me refiero— le comenté—. Jugábamos a buscar constelaciones, o a crearlas nosotros mismos. Cada vez que le comentaba a alguien que mirar las estrellas era mi actividad favorita, incluso más que el baile, me miraban como si fuera loca, como si no fuera posible. Hasta han llegado a acusarme de que solo lo decía para encajar o hacerme la interesante. El único que es capaz de entender por qué me encanta tanto es mi padre.

—Nunca habías hablado de tu padre— él miró mi perfil y habló en susurro, cauteloso—. ¿Puedo saber algo de él?

Suspiré.

—Está en la cárcel, Elián. Puedo llamarlo muy de vez en cuando, pero la realidad es que está lejos de mi. Y me alcanza con decirte que él— cerré los ojos con fuerza— es una buena persona.

—Te creo— aseguró inmediatamente—. ¿Por qué tienes tanta fascinación por la astronomía?

—Me gusta explorar lo que no entiendo. Y lo que me asombra. El mundo es inmenso, lleno de cosas que nos faltan por descubrir, si es que algún día el ser humano llega a hacerlo. Simplemente, me gusta mirar arriba y plantearme las cosas— sonreí—. Y bueno, los planetas, las estrellas, todo eso es mera curiosidad. Tengo planeado hacer la carrera en algún momento de mi vida. Pero, como todo, es complicado— me rasqué la cabeza—. ¿Tú has estudiado algo?

—No, estaba bastante ocupado arruinando mi vida— aquello pareció una crítica hacia sí mismo—. Pero, para ser sincero, no me siento lo suficientemente motivado para estudiar algo. No hay nada que me guste realmente. Y estudiar arte no tiene caso. Créeme, tengo demasiado con el circo.

Sí, por supuesto que lo comprendo. No tiene sentido dedicar años de tu vida a algo que sabes que no quieres hacer. El estudio no está hecho para todo el mundo, y eso está bien. Es cuestión de encontrar tu propio camino. Cada paso que das en la vida es una nueva enseñanza para el futuro.

—A mí también me gusta mirar las estrellas— soltó luego de un largo silencio—. Pero no por tu mismo motivo.

Terminé volteando mi cuerpo para quedarme de costado y verlo a los ojos. Apoyé el codo en el suelo y mi rostro sobre mi mano. Sentía que finalmente la conversación escalaba a sitios más personales.

—¿Y cuál entonces?

—Yo— su voz se quebró— siento que es una manera de visitarlas. A mamá y a Valerie.

El tema lo partía por completo pero se notaba que, por una vez, quería desahogarse. Así que me callé y permití que hablara y contara todo lo que se atascaba en su interior.

—Mi hermana siempre decía que quería convertirse en una estrella. Cuando nos presentábamos en el circo, se robaba todas las miradas y la ovación del público. Ella estaba hecha para eso. Amaba lo que hacía. Pero tal amor la condicionaba. Bajo los reflectores era una persona, y detrás de ellos era otra. Siempre fue una buena hermana para mí y para Tarah, pero no lo había sido para Austin. Peleaban muy fuerte por una cuestión de protagonismo y popularidad, uno que Austin comenzaba a ganarse con el tiempo. Eso no le gustó a Val. Hacía cualquier cosa con tal de conseguir ser la estrella que tanto deseaba. Eso le jugó en contra— ahora eran sus manos las que temblaban— hasta el punto de llevarla a la muerte.

Magic (+18 ) I COMPLETA IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora