Al final, te alejé. Me alejé. Me alejaste.
Es mejor así, fuimos un desastre desde el principio, nos rompimos, nos quemamos hasta hacernos cenizas. Cenizas que se esparcieron hasta alejarse, desaparecer.
No admitiré que te extraño, es verdad, no siento nada o simplemente me cegó el orgullo.
Me convencí que no te necesito, nunca te necesité.
Solo te usaba y no me arrepiento.
Te dejé tan usado que no me importó llenarme de rencor, por ver que no volviste.
No te odio, no te repudio, tampoco te quiero ni te amo, si queda algún sentimiento hacia ti, no existiría, como el amor que nunca pasó y no queda en mi ser.
Me agoté, gasté ese sentimiento, más bien, me lo agotaron, fingí tenerlo y al final salí perdiendo y dolida. He suprimido lo más que he podido de esos sentimientos, no quiero volver ni quiero que vuelvas, simplemente mantente así porque ya no soportaría ver tu miseria, verme siendo lo peor que te haya podido pasar.
Nos alejamos, fuimos como la hora dorada, se terminó, dejando la fría y triste luz de la luna.