Devolviendo los frascos a Solveig, Ari y Werner, el tío Google explicó: —Te tengo una noticia mala y una buena. La mala es que olvidé apuntar que los frascos donde se deben guardar tinturas y pociones por fuerza deben ser de colores oscuros, ya que los frascos transparentes y de colores claros dejan pasar la luz, causando que se alteren los efectos de las preparaciones, así que estas tinturas ya no sirven para lo que deberían. Pero la buena es que, observando el color que adquirió cada una, puedo decir que las hiciste correctamente. Si las hubieras preparado de manera equivocada, aun al echarse a perder tendrían una coloración completamente diferente.

Solveig solamente respondió —Ah... — más preocupada porque sus tinturas ya no servían que por saber que las había preparado correctamente. En cambio, Ari se emocionó y abrazó a su pequeña, riendo suavemente y sacudiendo sus aletas.

Werner sonrió al ver esa reacción de su hijo, y preguntó al tío Google: —¿Dónde podremos hallar frascos oscuros? Los que Solveig usó estaban arrumbados en el sótano, y no recuerdo que alguna vez Anémona haya traído frascos oscuros desde Toivonpaikka.

El hechicero respondió: —No son difíciles de conseguir en lo absoluto, pero ya que fue por mi descuido que las tinturas se hayan estropeado, voy a aprovechar para mostrarles un sitio muy importante que Solveig debe conocer.

Enseguida, el Kraken invocó un portal, y un agujero en el espacio frente a los tritones y la sirenita se abrió, por el cual se podía ver parte del sitio a donde irían. Se trataba de un enorme edificio, aunque evidentemente se hallaba sumergido, pero la luz que llegaba desde la superficie indicaba que era en un sitio bastante lejano, pues si en la zona horaria donde estaban era aproximadamente las tres de la tarde, en la de la ubicación de ese edificio apenas amanecía. Ari cargó en brazos a Solveig y cruzó, seguido por Werner. El tío Google, sin necesidad de agrandar más el portal, deslizó su enorme cuerpo invertebrado, llegando último, antes de cerrar el portal.

Aquella construcción tenía un estilo muy extraño, siendo de aspecto cilíndrico, pero con muchas habitaciones, de las cuales la mayoría no tenían puertas, y por allí entraban y salían muchos seres marinos, incluso de especies que ni siquiera Werner había conocido, aunque de joven también había viajado con el Kraken. Casi todos llegaban a ese lugar también por medio de portales de diversos tipos, por lo que se podía deducir que aquel sitio era especial para los hechiceros marinos y acuáticos. Y al alzar la vista hacia el techo, podía distinguirse, aunque muy lejanamente, que el edificio llegaba a sobresalir del mar, y por los constantes destellos, aquella parte seca también era visitada por más hechiceros, con toda seguridad siendo los que vivían en la tierra. Tal maravilla de la arquitectura no tiene aún rival en la existencia de este universo, por lo que sería necesario viajar a otro para hallar una creación similar". 

—¡Me gustaría verlo! — exclamó una niña.

—¿Dónde es ese lugar? — preguntó otro pequeño.

—Es un secreto, así que no se los puedo decir — respondió el narrador, sonriendo traviesamente.

Sin embargo, otra niña un poco más grande preguntó: —¿Cómo se llama ese edificio? Supongo que debe tener un nombre bonito con el que todos los hechiceros lo identifiquen.

—Por supuesto que es así. Lo llaman "El alcázar del pandemónium" — respondió el narrador.

Los peques se miraron entre ellos y rieron: —¡Qué nombre tan extravagante!

El señor también se rió y dijo: —Todavía no sé por qué la mayor parte de los sitios importantes tienen nombres así, pero al menos son graciosos y no se olvidan tan fácil.

El astro de las profundidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora