Werner era un viajero experimentado, aunque no tanto como el kraken, y ya acostumbrado a guiar a una familia muy grande, no le era muy difícil hacer lo mismo con los viajeros. Por este motivo, el inicio del viaje fue bastante sereno, y a pesar de las circunstancias en que habían dejado al tío Google, Solveig se fue sintiendo más tranquila.

Anémona también se sentía un poco más relajada, ya que Yngve se había quedado en Toivonpaikka para pasar tiempo con su hermanito, y como aún podían invocarlo por medio de su cabello, sería bastante eficiente como mensajero si es que era necesario, tanto si desde la isla pidieran la ayuda de la sirena, como si durante el viaje requerían a un hechicero más.

Así que, como en las anteriores travesías, la familia podía admirar los paisajes por donde nadaban y detenerse a comer, jugar y descansar sin preocuparse por nada. Aunque, Solveig no tardó en notar que la dinámica entre sus hermanos había cambiado. Ina y Viggo, ya que seguían con su proyecto de creación de sistemas de escritura, no jugaban entre sí ni con los dos hermanos mayores tanto como antes, así que los momentos de descanso eran un poco más aburridos. Y Delph pasaba más tiempo perdido con Aren que jugando con ellos, incluso a veces no llegaba a tiempo para cantarles antes de que durmieran, lo que ya no era cómodo, sino un poco inquietante, debido a que estaban en zonas que no conocían tan bien como los alrededores de su barco-casa.

Era un poquito extraño para Solveig acomodarse por completo ante estas nuevas actitudes de sus hermanos, y ya que no se relacionaba mucho con sus primos ni tenía ganas de hacer nuevos amigos entre los niños y niñas de otras familias viajeras, esta vez estuvo más tiempo acompañando a sus papás o a sus abuelos cuando no tenía forma de continuar con alguno de sus estudios y experimentos mágicos. Además, cuando llegaban a algún lugar donde habitaba o estaba de paso alguno de los demás hechiceros del mundo submarino, la sirenita no perdía tiempo en decirles que ella era la aprendiz del tío Google, y como todos ellos estaban informados al respecto, no dudaban en enseñarle lo que pudieran sobre cualquier tipo de magia, con sus diferentes experiencias y percepciones sobre lo que podía encontrar al recorrer los cinco océanos".

—Oiga señor, ¿por qué dicen que hay cinco océanos si en realidad es uno solo? — interrumpió el niño más pequeño del grupo, el cual, por cierto, el narrador estaba seguro de que cuando inició el relato no se encontraba presente.

De todas maneras, respondió a su pregunta: —Es para diferenciar las partes que están más cerca de los continentes y así no perderse tan fácilmente al momento de viajar con la ayuda de los mapas. O en el caso de quienes viven en él, para poder dar correctamente la dirección de su casa.

Esto último hizo reír a todos los pequeños, por lo que el narrador tuvo que esperar un poco para poder seguir la historia:

"Así pues, a pesar de lo largo del viaje y de que por ello podrían contarse varias anécdotas, hay que resaltar tres sucesos: el primero, sucedió una tarde, cuando se habían detenido para comer y descansar. Era una de las pocas veces que Delph y Aren regresaban temprano, y tal vez porque no estaba tan cansada o quizá por la mejor luminosidad, pero en ese momento fue que la sirenita notó que su hermano llevaba las muñecas adornadas con algas, de la misma manera en que las usaban Werner, Ari, y otros tritones. Aren no las usaba, pero sí llevaba puesta su capa, la cual tenía tiempo sin vestir. Le tomó unos segundos a Solveig entender qué significaban: —¡El ritual de boda! ¿Cuándo lo realizaron?

Aren desvió la mirada, sonrojado, mientras Delph rió suavemente y contestó: —Hace tres semanas, hermanita. ¿Cómo no lo habías notado?

Solveig se cruzó de brazos: —¿Cómo esperabas que lo notara si se desaparecen todo el día? Aunque, ahora tiene más sentido que lo hagan… creo…

El astro de las profundidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora