La costa de Kuivuuden maa era parecida a la de Kallioinenmeri y Toivonpaikka en los aspectos de que era escarpada y con muchos vestigios de actividad volcánica, pero también tenía una cantidad mayor de piedra caliza que las de los otros reinos mencionados, así como una afluencia de especies animales un poco más variada en colorido debido a que el clima allí era un poco menos frío y la luz del sol llegaba a más profundidad y tiempo en el fondo del mar, pero por supuesto, sin llegar al increíble colorido de las zonas más cercanas a los trópicos y el ecuador. Ya que mencionamos la mejora en la luminosidad en aquella región, hay que señalar que esa fue una ventaja para que Ari y sus hijos pudieran revisar el entorno sin requerir tan frecuentemente de sus voces, puesto que al no necesitar del eco ni del sonido, era más probable que las frágiles espumosas aparecieran, pues sin vibraciones tan frecuentes en el agua, no se desvanecerían rápidamente.
Mientras recorrían el lugar, no pudieron encontrar nada extraño que denotara la causa de la aparición de espumosas, por lo que poco a poco se relajaron, y aunque siguieron investigando por mucho tiempo y recorriendo todo lo posible, no hallaron nada que pudiera estar relacionado con estos seres. Así que Ari decidió que descansaran de la búsqueda y sólo esperarían a que Anémona y los chicos regresaran, con lo que los tres pequeños estuvieron de acuerdo.
Así que volvieron al lugar donde Solveig los había transportado para esperar allí. No había arena en el fondo, pero sí grandes rocas volcánicas, de textura lisa y forma redondeada por la corriente. Arivey se acostó sobre una de las rocas más grandes para descansar, sin perder de vista a sus hijos. Por supuesto que Ina y Viggo querían jugar y nadar en vez de estar quietos para descansar, pero cuando vieron que Solveig se quedó junto a su papá, prefirieron quedarse con ellos.
Ari percibió la no tan disimulada melancolía de la sirenita, aunque estaba también algo molesta, deduciendo que aún estaba afectada por lo sucedido con Ahkona y Osun y cómo no la habían dejado seguir jugando con Muntu. Comprensivo, la abrazó y acarició su cabeza, preguntando: —¿Quieres hablar, cómo te sientes?
Ella se dejó acariciar, pero negó: —No sé ni qué siento. Mejor cántanos una historia, una que tenga mucha acción.
El mayor río suavemente, y miró a los mellizos: —¿Qué historia quieren escuchar? — inquirió, pues la historia favorita de Solveig, la del origen de las sirenas, sólo le iba a recordar aún más a su amigo.
Viggo pidió al instante la que a él le gustaba más: —¡La historia de la rosa marina!
Ina respondió: —No, cántanos la de la Atlántida.
Ari se sorprendió: —¿Qué historia es esa?
La pequeña sirenita se encogió de hombros: —Es sobre una ciudad que se hundió. Aren intentó narrarla, pero es muy malo para hacerlo. Dijo que no sabe si es una historia real o falsa, así que pensé que tú sabrías, o tal vez los abuelitos lo sepan.
El tritón sonrió y asintió, aunque estaba muy seguro de que aquella era una historia falsa, por lo que se dispuso a cantar la que Viggo había pedido, pero en ese momento Susto, que era el que estaba atento a lo que pasaba en los alrededores, se soltó del cabello de Ari y tras cambiar de su forma de hipocampo a la de una barracuda, nadó al frente para intentar dispersar a una espumosa que se acercaba a la familia. Pero Ari lo detuvo: —¡Susto! No la dañes.
El nokk se frenó en seco y volvió al lado del tritón, mientras la espumosa, mirando con más atención a Solveig que al resto, señaló con su brazo, pálido al punto de la transparencia, hacia la orilla del mar, específicamente a una quebrada de roca negra.
Todos miraron hacia allí, pero no distinguieron nada notable, y por lo mismo, no se movieron, así que la espumosa rodó los ojos y nadó en la dirección que había señalado. —Parece que quiere que la sigamos — murmuró Solveig. Entre todos se miraron, dudando si deberían seguir a aquel espectro, que se alejaba. La aprendiz hechicera se levantó y nadó un poco para seguirla, deteniéndose a los pocos segundos y volviendo la vista. Ari miró a los dos pequeños gemelos y los tomó en sus brazos, a lo que ellos respondieron sosteniéndose fuerte de él, y nadó, siguiendo a Solveig, yendo todos tras la espumosa.
La fantasma los guió hasta la entrada de un túnel pequeño, oculto en la roca de la quebrada, por donde ingresó y se perdió de vista. Por supuesto, con esto hubo otra pausa de indecisión, pues aunque esa oquedad no era tan estrecha para que no pudieran pasar, nunca es confiable de buenas a primeras ser guiado a un sitio así por un espíritu de resentimiento.
Pero pocos segundos después, aparecieron el tío Google y Ahkona, quienes salieron de la cueva. Naturalmente, Ari, Solveig y los gemelos miraron sorprendidos a los hechiceros, y estos de igual manera reaccionaron ante la presencia de la familia.
Ari saludó y explicó: —Tío Google, vinimos a investigar sobre las espumosas, seguíamos a una pero desapareció en la cueva de donde salieron ustedes. Estamos esperando a que Anémona y los chicos regresen, fueron a investigar cómo es la situación de los habitantes del reino.
El Kraken replicó: —Entiendo. Nosotros vinimos a lo mismo. Desde ayer me quedó la duda, gracias a las palabras de A. Brah, sobre lo que estaba pasando en Kuivuuden maa, así que vine a investigar, y Ahkona se ofreció a ayudar.
El aludido asintió a las palabras del tío Google, pero parecía sombrío y cansado, lo que llamó la atención de Solveig, percibiendo que tenía un poco extraña su energía, como sí en vez de estar cansado por falta de esta, tuviera demasiada. Quizá a eso se referían cuando le dijeron a Muntu que estar en un lugar tan concurrido como el Alcázar del Pandemónium podría afectarlo.
—¿Estás bien, Ahkona? —preguntó Ari —Pareces agotado.
El hechicero suspiró y sacudió la cabeza ligeramente: —No te preocupes, Arivey. Estoy bien, sólo un poco cansado por todo lo que está sucediendo. Pero no estamos aquí para hablar de mí, sino para descubrir quién está matando a las criaturas mágicas y por qué. Y encontramos la escena del crimen. Muchas espumosas salen de aquí, ya que alguien ha estado matando seres mágicos en una cabaña oculta junto a un lago por el que podemos acceder gracias a este túnel. Es demasiado siniestro. Y no sólo son sirenas, también hay cuerpos de sílfides, patatones, hadas y más criaturas mágicas.
El Kraken guardó silencio por unos segundos antes de responder: —Aun no puedo creerlo. Dianthe era el dueño de esa cabaña, espero que no siga siendo suya, o estará implicado de verdad en este grave caso. Debo informar a los otros hechiceros sobre esto.
Solveig ladeó un poco su cabeza, confundida, y se acercó al Kraken con curiosidad: —Tío Google, ¿quién es ese tal Dianthe?
Él respondió: —Es el hechicero supremo de Kuivuuden maa, y es conocido por su amor por las criaturas mágicas; seguramente lo recordarán porque fue quien presentó a Aramis. No puedo creer que esté involucrado en estas atrocidades.
El tritón de piel oscura suspiró y se frotó la frente: —Es un tema delicado. Debemos informar a los otros hechiceros y coordinar nuestras acciones.
Todos estuvieron de acuerdo, pero de todas maneras, su actitud y su energía eran algo inquietantes.
Sin estar muy seguro de cómo actuar, Ari preguntó: —¿Qué debemos hacer nosotros?
—No creo que sea buena idea que se involucren más en este asunto. Esperemos a que Anémona y los muchachos regresen y nos informen lo que han visto; después, regresen a casa — contestó Ahkona.
La familia de pelirrojos dudó. Pero esperarían a que la sirena y los chicos regresaran para decidir si se quedarían a pesar de la sugerencia del hechicero o no.
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El astro de las profundidades
FantasyTercera historia de "La Visión Del Hechicero" Solveig ha estudiado magia desde los cinco años, buscando ser la mejor hechicera entre las sirenas y recorriendo un largo camino hasta su destino, en el que ha sido acompañada de su familia, su amigo Mun...