Capítulo 1

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El pasado distante

La vida era muy simple, casi aburrida, para Minatozaki Sana porque no había nada reseñable para una persona que lo tendía todo. La señorita de tez pálida no solo era una importante directiva de Future Industries, sino que era la hija del dueño de la compañía y poseía él un porcentaje muy elevado de las acciones de esta. Es muy extraño para muchos que una persona en tal posición social, y que desborda tanta personalidad, fuera en el fondo una persona melancólica y temerosa, pero la vida familiar de la joven empresaria no había sido muy normal, por decirlo de un modo educado.

Minatozaki Sadao se había preocupado mucho por la educación de su única hija. Las institutrices más reconocidas se dedicaron a su cuidado y educación; los tutores de etiqueta y decoro le enseñaron los entresijos de la alta sociedad; casi obligatoriamente sus maestros de pintura y piano la instruyeron para que pudiese tocar el Grand Rondeau de Schubert sin la necesidad de partitura para contentar a los asistentes de los almuerzos dominicales que organizaba su padre. Los internados de señoritas también fueron de la mayor calidad e importancia, dando desde muy temprana edad economía y aritmética. Asemejaba que el adusto hombre quería que su hija fuera un florero con piernas, sin la mínima opción de poder expresar su opinión; pero eso había cambiado con el paso de los años, centrándose en que su hija debía prepararse para sucederlo.

En cierto modo, ella sabía los motivos del porqué del cambio de rumbo que tomaron las decisiones de su padre. Minatozaki Sadao había tenido un gran amor; Junko, la madre de Sana. Junko era una mujer de salud frágil que había logrado ablandar a su marido con el paso de los años, pero por desgracia con el embarazo que traería a Sana al mundo, su salud se resintió cada vez más. Junko no pudo resistir el complicado parto que tuvo -una pesadilla entre gritos y contracciones, solía decir su padre- y después de horas de lucha para traer a su hija a este mundo, Junko logró ganar la batalla y dar a luz a su esperada hija. Por desgracia, esa batalla se cobraría un alto precio y la valiente mujer fallecería víctima del agotamiento después de abrazar a su hija por primera y última vez.

Ese golpe emocional rompió a Sadao para siempre. El hombre no pudo hacer frente a la pérdida y prefirió alejarse de su hija, dejándola primeramente al cuidado de sus abuelos, pero cuando estos murieron en un accidente de tránsito, el presidente de Future Industries tuvo que hacerse cargo de la pequeña. No era difícil prever su reacción ante tal hecho: el distanciamiento. El caballero no quería tener un trato más allá de lo obligatorio con su hija, así que dejó su cuidado y educación a expertos profesionales a los que desembolsaba grandes cantidades de dinero. Esa era la idea principal de Sadao y su solución para todo: el dinero; con el dinero se podía pagar lo más caro y, en consecuencia, lo mejor, pero ni todo el monto de su fortuna pudo salvar a su esposa, ni tampoco abrigaba y calentaba el corazón de su hija, quien no entendía porque era tratada con tanto desdén.

Sana solo tenía a alguien que le daba un sincero e incondicional amor, su niñera, Aya. Ella siempre la había cubierto de mimos y abrazos, aunque siempre a escondidas de su padre. Ella estaba a su lado cuando enfermaba y cuando en las noches de tormenta, los truenos no la dejaban dormir. La mujer de ojos celestes y mirada afable siempre tenía la luz encendida de su cuarto cuando una dulce niña de ojos mieles llegaba a su puerta arrastrando su mantita y un conejo de peluche de color blanco. No importaba la rapidez que Aya se quedase sentada en el borde de la cama observando a la lluvia estrellarse contra el cristal de su ventana, casi a la espera de que el relámpago refulgiese en el cielo, si esto pasaba, podía encontrarse a una niña tapada con una mantita con motivos de hélices en su puerta antes de que ella pudiese colocarse un albornoz para ir en su busca. La joven aún recordaba esas caminatas por los lóbregos pasillos de la mansión Minatozaki, cantando una tonadilla para espantar al miedo, con cuidado de no gritar para no molestar a su papá. Su mantita con hélices, su conejo Champi y ella, emprendían una aventura rumbo al ala de la mansión donde dormía el servicio. Quedaba lejos, al menos lejos para una niña asustada en medio y medio de la oscuridad de la noche, donde solo unas lamparitas dejaban ver algo pero proyectaban lánguidas y fantasmagóricas sombras a su vez. Pero ello no le importaba a la pequeña que caminaba por dichos pasillos, su misión era llegar a esa ala de la mansión, a ese cuarto, a junto a Aya para que la abrazase y le dijera que nada iba a pasar, así que siempre que emprendía ese camino, la pequeña intentaba ir todo lo rápido posible y no llorar por el camino porque si lloraba su niñera se pondría triste y lloraría también.

"Un puente hacia ti" SaTzu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora