Capítulo 13

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Un día con Momo - II

«Mierda, mierda, mierda, mierda, mierda», fue todo lo que pudo discurrir en su mente Momo ante los ojos afilados de su jefa clavándose en sus pupilas, «sabe algo, lo sabe, estoy en el paro».

Durante unos segundos que parecieron horas, la joven de la trenza oscura intentó discurrir que hacer o decir, pero lo único que su mente pudo hacer es arreglar su flequillo delante de la mujer de cabello plateado que la observaba impasible.

—¿Vas a quedarte en el ascensor todo el día? —Nayeon preguntó aquello con cierto aire socarrón en su voz —, porque entonces te usaré de recepcionista improvisada.

—¿Recepcionista de ascensor?, creo que no existe ese empleo —en aquel momento, ella solo pudo maldecir su pronta estupidez —. Perdón, era una broma, es que no es muy común que tú hagas bromas.

—¿Cómo? —la mujer de mediana edad empezó a caminar por la sala —. Para tu información, mi humor es demasiado sutil para que puedas captarlo.

«Sutil no es sinónimo de inexistente», musitó en la bóveda de su mente la joven mientras observaba el mostrador de recepción de acero pulido. El metal contrastaba con la losa oscura del suelo o con las paredes con listones de madera oscura colocados en vertical y que rompían la homogeneidad de las paredes pintadas de un blanco pálido. Aquellos pocos metros donde todo estaba bien elegido y ordenado para denotar solemnidad y grandilocuencia, estaban predispuestos para hacer destacar unas enormes puertas, también de metal pulido, que estaban abrazadas por dos estatuas de guerreros armados que portaban el lema de los Minatozaki en sus escudos. Entrar por aquellas puertas era similar a entrar en aquel lugar reservado a los elegidos por los dioses, donde solo los más importantes podían acceder y donde todos debían rendir culto al amor y señor de aquel reino entre las nubes; Minatozaki Sadao.

Para añadir más teatralidad a semejante recepción, la encargada de dar la bienvenida a las personas a la zona directiva de la empresa era una joven de pelo corto y rostro serio que descargaba firmeza marcial por todos los poros de su piel. La señorita Haneul siempre fue una joven muy fuerte y con bastante carácter y el hecho de que estuviese custodiando aquellas puertas no era algo decidido al azar. Haneul era educada, tranquila, metódica, además de ser una persona experta en autodefensa. Nayeon le había dado el puesto de recepcionista sabiendo que de suceder cualquier incidente, la joven de enormes ojos pardos podría defenderse e incluso derribar a un posible agresor. Era un plan simple, nadie presta atención a una recepcionista ni la ven cómo una amenaza potencial, pero si esta abejita decidiese picar, haría mucho daño.

—Buenos días, señorita Momo —saludó la joven tras el mostrador con una leve sonrisa que desconcertó a la joven escolta.

—Buenos días —obtuvo como respuesta.

Al cruzar las enormes puertas y adentrarse por un pasillo lleno de administrativos que realizaban labores de gestión, la joven de ojos cetreros no pudo evitar preguntar.

—He visto muy animada a la señorita Haneul.

—Eso es por Wang —respondió la mujer de la cicatriz en el rostro sin inmutarse —, un recepcionista que hemos contratado con el fin de la equidad de género y tener un rostro algo más amable.

—Pensaba que de intentar robarle el puesto, se enfadaría —aquella sonrisa inocente se le hacía extraña a Momo.

—Ella va a seguir trabajando aquí, pero él será su compañero —contestó la mujer doblando un pasillo rumbo a las salas de juntas

—Entonces es que se sentía sola y quería compañía —la joven del flequillo podía entender la situación.

—En parte, creo que llevan saliendo una semana —replicó Nayeon abriendo una sala de juntas y entrando tranquilamente —. Al menos es lo que creo, porque ella tiene un humor excelente desde la semana pasada.

"Un puente hacia ti" SaTzu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora