Capítulo Veinte

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Tierra C.

Tras andar durante unas cuantas horas, Gina llegó a la ciudad. Para ese entonces ya había caído la noche, por lo que las calles no se encontraban especialmente transitadas.

Gina se limpió las lágrimas con la manga de su sudadera. La manga estaba empapada, pues llevaba hora usándola para limpiarse.

Siguió avanzando, sin saber muy bien porqué. ¿Acaso podía ir a alguna parte? No. No tenía a donde ir, pero eso tampoco la detuvo, siguió andando, tratando de aceptar que ahora estaba sola. Había pasado de sentirse la persona más amada del mundo a estar sola en cuestión de un instante.

Volvió a limpiarse con la sudadera.

¿Cómo Nick había sido capaz de traicionarla de tal forma? ¿Cómo había podido decirle que la amaba? ¿Cómo podía tocarla tras haber tocado a otra? Le había jurado que la quería, que era el amor de su vida, que mataría por ella. Ahora esas palabras ya no valían nada. No eran más que promesas vacías.

Había millones de formas de traicionar a una persona, serle infiel era sin duda la peor. Mentirle a la cara a la mujer que se siente segura de dormir a tu lado... el acto habla por sí solo.

No me merezco esto, pensó Gina, he sido la mejor novia. He hecho de todo por él, y el muy subnormal va y así me lo paga. Es él quien no me merece.

Siguió caminando.

Samara iba por la otra acera. Se dirigía a casa de Michael, tenían que hablar.

Unas cuantas (bastantes) calles más atrás, Nick iba con Lili y Hayden buscando a Gina.

Los demás se habían quedado en la cafetería, poco tenían que ver con Nick y sus problemas amorosos.

-Tío -dijo Hayden-. Sabes que yo siempre te apoyo, pero no puedo ponerme de tu parte, no en esta ocasión. La has cagado a lo grande.

-Lo sé -dijo Nick con un suspiro-. Y por eso no quiero que nadie me compadezca. Al igual que no pretendo que ella me perdone.

-¿Y porque vamos tras ella?

-Porque no pienso dejarla sola.

Gina continuaba avanzando, perdida en sus pensamientos, hasta que algo los interrumpió. Una de las criaturas que habían matado a los policías de la cueva cayó sobre un coche a escasos metros de ella.

Gina gritó y se precipitó contra el suelo del susto. Se puso en pie lo más rápido que pudo y echó a correr por su vida. La criatura fue tras ella.

Su cuerpo era como el de una gigantesca lagartija, su piel era de un rojo carmesí mezclado con el más oscuro negro y las cuencas de sus ojos estaban vacías. Sus patas contaban con enormes garras, emitía ruidos infrahumanos y tenía con una cola llena de pinchos que podían ser lanzados como proyectiles. Algo que Gina tardó poco en descubrir.

Al ir corriendo en línea recta uno de los proyectiles la alcanzó en la pierna, lanzándola de boca al suelo. No estaba dispuesta a morir, por lo que se levantó, tratando de ignorar el horrible dolor que le recorría la pierna. Un dolor que no impidió que echase a correr, pero que tampoco le permitió llegar muy lejos. Se escondió en un callejón, suplicando que la criatura no la encontrase.

Para su desgracia, dicha criatura al no tener ojos era ciega (algo que cabía esperar) por lo que se guiaba de otra forma. Oliendo el miedo y la sangre.

Instantes después de que Gina se escondiera, la criatura apareció, lanzándose de cabeza a por su víctima.


Los Hijos del TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora