Me quedé anonadada mirando la pantalla de mi teléfono móvil. No solo me había escrito, sino que tenía que haberme buscado en las redes sociales. No me lo podía creer.
«¡El doctor Sexi me ha escrito!»
Sí, a pesar de que ahora sabía que se llamaba Martiño, ya sería para siempre el doctor Sexi. Culparía Carme de ello si algún día se me escapaba delante de él ese apodo tan poco apropiado.
—¿Qué hago? —demandé a Carme con algo de temor —¿Le contesto?
—¿Cómo puedes ni tan siquiera preguntar? ¡Claro! ¡Contéstale antes de que se desconecte!
—¿Y qué le escribo?
—Pues no sé. Algo así como... doctor —canturreó intentando burlarse de mí —, me duele el corazón, ¿será usted quien me...?
No la dejé terminar; estampé un cojín en su cara con toda la fuerza posible, aunque no era mucha. Eso le resultó aún más divertido y se empezó a partir de risa. Decidí ignorarla y escribir lo que me apetecía a Martiño, sin volver a pedir su consejo:
**olaia_s_v: Hola, doctor Castro. ¿O debería
llamarte Martiño? :)
¿Cómo me has encontrado?****dr.martiño.castro: Claro, llámame por mi
nombre, por favor. Encontrarte no ha sido fácil,
créeme. Llevo media tarde entrando en el perfil
de todas las chicas llamadas Olaya u Olalla. Al final
probé con Olaia y te encontré.**
Tenía que intentar pasar por alto que el corazón me golpeaba el pecho desbocadamente. Carme intentaba leer los mensajes, pero se lo impedí encarecidamente mientras seguía contestándole:
**olaia_s_v: Y... ¿para qué me buscabas?**
**dr.martiño.castro: Quería pedirte tu número
de teléfono en el hospital, pero nos interrumpieron.
¿Sería demasiado pedírtelo ahora?**
«Vale, ahora sí necesito a Carme».
—¡Me está pidiendo mi número de teléfono!
—¿Y a qué esperas? Dáselo —resopló Carme cambiando de canal de televisión claramente aburrida.
—¿Así, sin más?
—¿Y qué quieres hacer? ¿Hacerle una encuesta para ver si es el hombre de tu vida? —ironizó riéndose —. Dale tu número y déjate de tonterías.
Decidí hacerle caso, a pesar de no estar segura. No estaba muy acostumbrada a este tipo de intercambios y, sinceramente, me daba algo de miedo. A pesar de ello, escribí mi número y pulsé enviar.
**dr.martiño.castro: ¿Te puedo llamar?**
**olaia_s_v: ¿Ahora mismo?**
**dr.martiño.castro: Sí, si no es molestia.
Quiero proponerte algo.****olaia_s_v: De acuerdo.**
Me fui corriendo a mi habitación y cerré con llave. No quería que Carme me molestara en medio de nuestra conversación; me la podía imaginar perfectamente haciendo gestos obscenos y ruiditos poco elegantes.
Estaba caminando de un lado a otro de la habitación cuando, por fin, mi móvil vibró. Su nombre apareció en la pantalla, y al momento, sin ni siquiera pensarlo, pulsé el botón verde y me llevé el teléfono al oído.
—¡Hola! —saludé demasiado apresurada, pareciendo incluso ansiosa.
—Hola, profesora Suárez.
—Creía que habíamos quedado en utilizar nuestros nombres.
—Tienes razón —reconoció en medio de una risa —. Olaia.
Hubo un silencio incómodo. No sabía qué decir, pero parecía que yo no era la única que estaba pensando en el siguiente paso. ¿Acaso él tampoco estaba acostumbrado a... esto?
—Bueno... —rompí el silencio —. ¿Qué era eso que me querías preguntar?
—¡Ah! ¡Cierto! Al escuchar tu voz se me había pasado por completo. —Ese comentario despertó las mariposas que hibernaban en mi estómago —. Quería invitarte a cenar, mañana, aprovechando que es viernes. Si te apetece y quieres, claro.
—Y-yo... N-no sé... —balbuceé como una idiota.
—No te sientas obligada —se apresuró a decir —. Si no te apetece lo entenderé.
—¡No, no! No es eso... es que me ha tomado por sorpresa.
—Entonces... ¿es un sí?
—Es un sí —concluí con una sonrisa que seguramente él había notado a través de mi voz.
—De acuerdo, entonces. Te enviaré la dirección del restaurante mañana. ¿Te gusta la comida asiática?
—Me encanta.
—Primera cosa que tenemos en común —aseguró con voz ronca —. Estoy deseando conocer más.
—Habrá que esperar a mañana—me arriesgué a decir de forma juguetona—. Prometo no defraudarte.
—No lo harás. Hasta mañana, Olaia.
—Hasta mañana, Martiño.
Permanecí mirando la pantalla del teléfono durante un minuto, con una sonrisa que era incapaz de eliminar de la cara. No solo se había fijado en mí alguien, sino que se trataba de un hombre inteligente y... ¿para qué omitirlo? Era guapísimo.
Sin darme cuenta me vi delante del espejo probando sobre mi cuerpo vestidos aún colgados de su percha. Al día siguiente tendría que estar perfecta: arreglada, pero no en exceso. Tendría que pedirle a Carme que me maquillara y me peinara, y seguro que lo disfrutaba incluso más que yo.
Seleccioné un par de vestidos para probarme al día siguiente y me tumbé en mi cama, dispuesta a pensar en la noche del viernes.
Tras un par de años, volvería a salir con alguien, y sin ni siquiera planificarlo yo. ¡No me lo podía creer! Sólo esperaba que Martiño fuese diferente al último chico con el que había tenido algo más que una amistad.
No me había ido muy bien en el terreno amoroso: cada príncipe azul terminaba convirtiéndose en rana al poco de conocerlo. Aunque el último había durado más de la cuenta, terminando por romperme el corazón en más pedazos de los que había creído posible.
Me había resistido en conocer a alguien más, pero a Martiño no lo había buscado yo. Él se había molestado en encontrarme, y eso marcaba una diferencia que me hacía sentir esperanza y a la vez me asustaba.
Lo que no podía evitar era sentirme ilusionada y, en este estado, me dejé llevar por el sueño, quedándome dormida sobre el edredón y aún vestida.
Me habría gustado decir que, tras un año y medio, por fin había podido dormir profundamente, descansando y sin pensamientos oscuros. Pero no fue así: esa noche volví a tener la misma pesadilla que me perseguía noche tras noche.
Y esta vez era incluso más vívida y real que las últimas veces.
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Elefante plateado
RomanceUn sueño reiterante y oscuro; un amor apasionado; y un elefante plateado. ¿Podrá sobrevivir a los tres? *** Olaia lleva una vida feliz pero aburrida: trabajo, casa y más trabajo. Hasta que conoce al amor de su vida y un oscuro sueño comienza a pers...