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Con el cabello revuelto y un frasquito de ginseng en la mano, Jeonghan espera el primer autobús de la mañana un lunes temprano.

"Extraño" piensa la señora Park de la cafetería de la esquina, y es que Jeonghan no suele salir de casa si no es de noche para una fiesta y regresar borracho de madrugada. Son las únicas veces que se puede ver a Yoon Jeonghan por ahí, esta vez es distinto pues hasta se huele su colonia.

— ¡Buenos días, señora Kim!

—Buenos días, Jeonghan. No soy la señora Kim ¿Qué haces aquí tan temprano?

Mientras ella barre, él bebe su ginseng en la parada de buses. Muy casual y cómodo.

—Hoy comienzo a trabajar, señora Bae.

—Eso está muy bien, jovencito, pero soy la señora Park—ella ríe—. Esfuérzate mucho y tus padres estarán orgullosos, que Diosito te bendiga—le brinda unas galletas y él le agradece con una sonrisa enorme—. El bus verde se acerca.

—Muchas gracias ¡Tenga un buen día, señora Lee!

—Tú también, Jeonghan—niega sonriente.

Jeonghan es un caso perdido.

Del tipo que nunca salió de la casa de sus padres, Jeonghan se mudó hace año y medio a un pequeño departamento, costeado por sus mismos padres cuando fue rechazado en la universidad por tercera vez. No es mimado, pero siempre fue mantenido, vive en una burbuja y sus padres querían que salga de ella.

Fue difícil, pero lo logró: tiene un empleo. De todos los que alguna vez pudo pensar, ser maestro nunca estuvo en la lista; sin embargo, la linda chica de piernas bonitas con la que estaba intentado algo hace unas semanas tomó la decisión por él y de la nada se vio siendo inscrito como profesor en una pequeña escuela del sur de Seúl.

— ¿Por qué lo pondrían en inglés? No sabía que era una escuela bilingüe—dice cuando tiene ya la institución frente a él y en el paquetito de galletas solo quedan dos.

En el momento en que suelta su tercer suspiro nervioso, algo choca contra su pierna y se da cuenta de que es un niño con una máscara de tigre peligrosamente apretada.

— ¡Ayúdame, mamá! ¡No puedo respirar! ¡Sácame de aquí!—suplica el nene y Jeonghan decide ayudarlo, poniéndose de rodillas.

Cuando ha removido el molesto disfraz, el niño luce genuinamente sorprendido de no encontrar a su madre auxiliándolo y Jeonghan está a punto de entrar en pánico cuando el pequeño le agarra con fuerza los cachetes.

— ¿Eres un ángel? Eres tan bonito.

— ¡Young! ¿Young, dónde... ?—Jeonghan adivina que la señora que llega corriendo es la madre del niño—Ay, perdona las molestias. Solo le quité los ojos de encima por un minuto ¡Este niño es incapaz de quedarse quieto! Ya vamos tarde, nos regañarán de nuevo.

— ¡Mamá! ¡Es un ángel!—grita el niño cuando la mujer lo aparta de Jeonghan.

—Oh, Dios mío. Cállate, niño. Lamento eso.

—No se preocupe, me lo han dicho antes—ríe genuinamente y le regala las galletas restantes al niño cuando se pone de pie.

Jeonghan piensa ser el doble de amable ahora que es profesor.

—-Eres muy dulce—le agradece ella— ¿En qué curso va tu hijo? Jamás te había visto por aquí.

—Oh, no soy padre de familia. Trabajo aquí, es mi primer día, de hecho—y mientras hacía una reverencia, su reloj de mano sonó ¡Estaba llegando tarde a su reunión con el director!

The World is Mine [SEVENTEEN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora