Olor a mandanina

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Seungkwan tiene seis años y sabe que hay mucho en el mundo que no entiende; los elevadores, el control remoto, los huevos duros y los lentes de sol, por ejemplo. Por eso no le aterra lo desconocido, sabe que es aún muy chiquito para saberlo todo y a él le gusta avanzar con el resto. A Seungkwan le gusta ser igual a los demás.

Pero hay dos cosas que está seguro de que jamás comprenderá: a sus hermanas.

Está bien, no son una cosa, sino personas y suele regañarse él solito por pensar en ellas más bien como dibujitos de la TV y no como gente realmente viva y real. Pero así es más fácil para él asimilar sus extrañas conductas.

— ¡Seungkwan! ¡Ya baja!—grita Jinseol desde la cocina y como él sabe que va de salida y no revisará si le obedece, sigue husmeando en su caja de marcadores para buscar el color que quiere.

Tal como lo predijo, el auto de su hermana mayor hace ese ruido extraño de siempre que sale del garaje justo cuando el verde alcanza sus deditos y corre hacia su lugar en el suelo. Es el color con el que pintará el vestido de Jinseol en su dibujo para Cheol.

No la conoce mucho aunque ha vivido con ella desde los tres o cuatro años, no recuerda, solo sabe que se parece a su papá y trabaja mucho. Casi no pasa en casa y eso está bien porque suele traerle dulces del super-mercado, Seungkwan sueña con también ser cajero de grande si eso significa chocolate gratis todas las semanas.

Lo que no entiende es porqué no come mucho y es demasiado delgada, a veces él tiene que sufrir por su forma de comer. A Seungkwan no le gusta su kimchi sin arroz, pero Jinseol no come arroz ni lo compra; a él le gusta tomar jugo o batido con sus tostadas, pero Jinseol solo toma agua; a él le gusta dormir hasta tarde, pero Jinseol siempre se va temprano al gimnasio.

Sin embargo, es realmente hermosa. Tal vez todo lo que hace es para verse así.

Bonina—dice con una sonrisa cuando la termina de pintar en su hoja, luego se golpea en la boca—. No... bonita.

Él la quiere un montón, casi tanto como a la señorita Miyeon porque de hecho se parecen mucho. Son igual de hermosas y delgadas.

Seungkwan se levanta para dejar el marcador en su lugar porque es un niño ordenado y ahora necesita el rojo, uno muy intenso y chillón. Él odia el rojo, nunca pinta nada con ese color a pesar de que es el favorito de Dino; pero la ocasión lo amerita pues debe dibujar a Sonjeong

Ella no siempre fue tan mala, Seungkwan tiene recuerdos viejos y borrosos junto a Sonjeong en la playa de Jeju recolectando conchitas. Eso fue antes de mudarse a Seúl. Antes de que el catálogo de "incomprensiones" se ampliara al doble, estaba bien, sabía que en cualquier momento todo lo nuevo tendría una explicación completamente lógica... solo que no resultó como ninguno creía.

¿Qué ocurrió? El examen nacional para entrar a la universidad, de esos que hicieron llorar a todos en su familia y, hasta hoy, Seungkwan no comprende el porqué es tan malo un puntaje de 450. No pudo preguntarle correctamente a sus padres antes de que regresaran a Jeju para cocinar los mejores arroces marineros de la isla y los dejaran a ambos bajo cargo de Jinseol.

Entonces Sonjeong cambió... y mucho.

— ¡¿Ya no te dijeron que bajes?!—su hermana entra a su dormitorio y él se pone de pie para hacer varias reverencias—Seungcheol vendrá en cualquier momento y tú aún no estás listo.

Pero él solo señala la hoja en el suelo, ella hace una mueca que la hace ver fea, muy fea. Sonjeong es más parecida a su mamá y de verdad no le gusta lo que hace con esa linda nariz cuando se enoja, la arruga bastante.

— ¿Ya no lo habías acabado? Dios, eres desesperante. Baja y desayuna, ahora, yo terminaré de pintarlo.

Y Seungkwan corre a obedecer porque, diferente que con Jinseol, él conoce muy bien a Sonjeong y sabe que sus manos son demasiado duras cuando se enoja y sus palabras más hirientes que nunca.

The World is Mine [SEVENTEEN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora