Capítulo 41

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Por una vez en su vida, Severus estaba disfrutando del comienzo de las clases. Incluso sus días relativamente despreocupados como estudiante siempre se habían visto empañados por la presencia de los merodeadores o, en el caso de su primer año, por la preocupación de que su primer amigo fuera clasificado en una casa diferente a la suya, una preocupación que tenía mucho fundamento. Sus años de enseñanza, incluso cuando Voldemort había sido derrotado por primera vez, siempre se habían visto empañados por la incompetencia de Dumbledore, tanto como educador como cuidador, y Severus había temido el nuevo infierno que le depararía cada año, normalmente en forma de una menor supervisión o una mayor carga de trabajo para los profesores. Sin embargo, Dumbledore ya no estaba al mando y Tom demostraba ser un director muy superior cada día.

Sin embargo, la carga de trabajo realista y las obligaciones que se le imponían, así como las precauciones de seguridad adecuadas para los alumnos, no eran más que las excusas que ponía para justificar su inusual buen humor. Sin embargo, el verdadero motivo de su júbilo era saber que había cumplido sus citas obligatorias con Harry y que, en consecuencia, había completado el contrato, lo que significaba que obtener su herencia era esencialmente una mera formalidad. Eso no quería decir que se alegrara de que los encuentros hubieran terminado, sino que había empezado a disfrutar de verdad del tiempo que pasaba con Harry. Atrás había quedado el chico arrogante y descarado que había parecido entrar en la primera lección de Severus con él; Harry se estaba convirtiendo en un joven inteligente, perspicaz y cariñoso, y el hecho de que se estuviera volviendo bastante guapo tampoco le hacía daño.

Tampoco hacía daño que Harry fuera algo obvio en sus coqueteos. El hecho de que alguien como Harry mostrara un claro interés por alguien como Severus era un enorme estímulo para su ego y, aunque en circunstancias normales nunca se plantearía alentar un comportamiento semejante, y mucho menos intentarlo, el contrato de esponsales incluía el amuleto de castidad, que actuaba como una pequeña y encantadora salvaguarda contra cualquier indicio de conducta inapropiada entre Severus y Harry y, para ser sincero consigo mismo, ese amuleto era una de las principales razones por las que Severus no había pensado en rescindir el contrato antes de tiempo. Al fin y al cabo, habían cumplido lo estipulado en el contrato y el plazo estaba a punto de agotarse, por lo que no había ninguna razón real para esperar a que finalizara, dada la duración del contrato. Estaba bastante seguro de que podía poner fin a las cosas ahora diciendo que Harry y él eran incompatibles sin ninguna repercusión.

El caso era que cada vez que pensaba en hacerlo, o incluso simplemente en escribir a su gestor de cuentas para comprobarlo, a Severus se le helaba literalmente el cuerpo y no podía seguir adelante.
Se dijo a sí mismo que era lógico, no era probable que ni él ni Harry hicieran nada que anulara el contrato, sobre todo a estas alturas, y el hecho de que el contrato siguiera en vigor significaría que podrían mantener el amuleto de castidad, lo que significaba que podrían seguir viéndose en privado sin ninguna preocupación. Puede que Tom lo supiera todo sobre su situación y la aprobara, pero eso no significaba que otros no intentaran utilizarla en su contra, afirmando que Severus estaba haciendo cosas que él nunca consideraría, al menos por el momento.

Ésa era la verdadera razón. Severus podía no plantearse hacer nada con Harry tal y como estaban las cosas, después de todo sólo era un niño, pero ya era casi un hombre, al menos según los estándares del mundo de los magos, y ese cambio sin duda le abriría más posibilidades, al menos tal y como estaban las cosas. Estaba claro que Harry crecería y se convertiría en un buen partido y, si Severus jugaba bien sus cartas, quizá pudiera mantener la atención de Harry hasta el punto de que fuera factible que hiciera algo y ésa era una idea que le entusiasmaba mucho.

Era una posibilidad remota, de eso no cabía duda, pero si podía seguir pasando tiempo con Harry de cerca, sus posibilidades de mantener la atención de éste aumentarían enormemente y eso aumentaría aún más si Severus era libre de alentar un poco las atenciones de Harry con la seguridad de que no podía pasar nada, y la gente ni siquiera podía sugerir que pasara algo, gracias al amuleto de castidad, algo que se retiraría si el contrato terminaba. Sí, mantener el statu quo era sin duda la opción más sensata y Severus se alegraba de que Harry hubiera estado poniendo todas las excusas posibles para venir a visitar a Severus por las tardes y ambos hubieran continuado con sus maravillosas interacciones.

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