El encuentro.

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El molesto zumbido propio de la ciudad nocturna que recién comenzaba a mostrar su actividad a duras penas, pues ese era sólo el comienzo de la llamada noche, aquel espantoso alarido de automóviles, niños regañando, el metro que comenzaba a acercarse...todo aquello la apestaba hasta tal punto que sentía un leve mareo, por suerte todo cesó al ubicar sus audífonos sobre sus oídos, comenzaba a sonar la sonata de claro de luna de bethoveen, una elección algo peculiar para una joven de 16 años.


Hasta ese punto todo bien, se encontraba recostada contra una de las paredes del vagón, podría haberse sentado si así lo hubiese querido, pero prefería ahorrarse las molestias de lidiar con mujeres quienes fruncían el ceño al ver a una muchacha de piernas saludables sentada, por ello siempre se iba de pie, observando por la ventana el cielo nocturno carente de estrellas cuyo brillo era opacado por las anaranjadas luces artificiales del centro de la ciudad, siempre observando en silencio el ambiente monótono en el que se encontraba. Sin embargo esa noche había algo en su subconsciente que le susurraba entre cada nota musical, de forma tan suave e invisible que por poco podría ser opacada por el talento de bethoveen, le decía que algo iba a cambiar a partir de ese justo momento.


Ese instante en que decidió voltear la cabeza para ver las puertas metálicas abrirse de par en par, dando paso a no más de cuatro personas completamente normales, o eso pensaba hasta que sus miradas se cruzaron, por una fracción de segundo observó un infinito cielo estrellado en la más negras de las noches, un par de ojos de un azul tan profundo que la sumergían en el más profundo de los océanos....todo aquello sucedió en tan sólo una fracción de segundo, para luego observar el rostro del joven en frente de si, quien tampoco se había sentado, si no que estaba por delante suyo, mostrando de forma despreocupada su alta y esbelta figura, su cabello negro y hasta un poco enmarañado por sus rizos sin ser exagerados, su piel pálida y sus ojos azules que la observaban, la veían fijamente acompañados por una ligera sonrisa, fue entonces cuando reaccionó y con un pequeño sobre salto, volvió su mirada a la ventana del vagón, ocultando con su largo cabello ondulado, sus mejillas rosadas.


Al estar observando a través del cristal, cayó en cuenta de que debía bajarse, volteó nuevamente ya con su claro color de piel de vuelta a la normalidad y caminó hacia las puertas de metal, teniendo en mente la prescencia varonil de aquel muchacho atrayente detrás de si, hasta que se bajó y sólo por que si, se volteó nuevamente para verlo una vez más, para perderse en un mar de estrellas brillantes sobre el azul tan oscuro como la boca de un lobo...sin embargo él ya no estaba allí.

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