Ese lunes ya se habían retomado las clases, luego de un paro de corto plazo, no más de unas pocas semanas el uniforme gris y blanco volvía a apoderarse de su cuerpo, dándole el toque juvenil que necesitaba para lucir como una chica menor de lo que en realidad era, su baja estatura tampoco le favorecía demasiado en cuanto a aparentar su edad se refería, pero terminó aceptando aquel molesto hecho poco a poco.
El desesperado grito de auxilio camuflado entre las sombras, tras un somnoliento bostezo, pasaba desapercibido. Las calles frías, completamente vacías en las cuales su única compañía era el viento invernal que rozaba de manera sutil sus mejillas, enrojeciendo estas a causa de la baja temperatura, era el único momento de calma que tendría esa jornada.
Gente hablando por los pasillos aglomerados, estorbando en el camino de quien quisiera pasar sin intenciones de detenerse a saludar a nadie en particular, el agobiante calor humano esparcido en toda la sala de clases era algo abrumador, aunque si la ventana era abierta las quejas no tardarían en llegar, el molesto sonido de las personas hablando detrás, al lado y en frente de su persona era exhaustivo, la única solución para eso eran los audífonos y un buen libro, pero era demasiado tarde, la campana se hizo presente de manera estruendosa, las chirriantes sillas se abrieron por los estudiantes y el profesor ingresaba para reanudar desde el último tema visto, así pasaron dos incansables horas escolares de álgebra estando ella sentada en la primera fila debido a su mala visión y prescripción de lentes de lectura, luego la campana se hizo presente, esta vez como una heroína.
Una pequeña figura femenina pasa desapercibida entre los pasillos, deslizándose entre las sombras de la juventud exuberante para llegar al único punto en el que se sentía completamente a salvo, la terraza, en donde la esperaba la agradable brisa matutina, tan helada como cuando salía de su hogar, un lugar calmado desde el cual se apreciaban las montañas y en el cual podía estar a gusto. Sin señales de vista en los alrededores, tomó asiento en una pequeña banca dispuesta para los estudiantes que rara vez se encontraban allí en esa época del año, acomodando su falda, dejó sobre esta su libro el cual retomó desde la página que había marcado, esperando poder pasar un agradable momento a solas pero todo se vio interrumpido con una desagradable muestra de calor corporal y no del tipo adecuado para mentes que no han sido corrompidas por aquellos inapropiados deseos carnales, siendo inapropiados únicamente por demostrar esos deseos abiertamente en un ambiente escolar.
Un suspiro de decepción advirtió a la fogosa pareja de que no estaban solos a pesar de que ello poco les importó, decidida a irse, tomó sus cosas y se puso en marcha, ya no podría retornar a aquel lugar hasta que la limpieza de la tarde fuera realizada, su lugar había sido ya profanado por pervertidos adolescentes sin dinero propio para conseguir un cuarto de hotel decente.
Bajando las últimas escaleras a la derecha, pasando por un angosto y solitario pasillo, se encontraba un refugio de emergencia para marginados, más bien para la única marginada del establecimiento, el rincón oscuro de un viejo salón de ciencias que ya nadie utiliza más que para guardar material viejo, para su sorpresa, el lugar está habitado por una figura masculina en solitario, un joven cuyos rizos recordaba bien, pero que en ese momento de furia poco le importaba, simplemente tomó asiento al otro lado de la habitación y justo cuando se disponía a retomar la paz en conjunto con su lectura una voz interrumpió el perfecto silencio que tanto anhelaba. –Ah...encontré una chica desconocida- Aquella burlona sonrisa típica de aquel ser, no la notó debido a su alto nivel de concentración, más bien llamado frustración por falta de silencio, su respuesta no se hizo notar en ningún momento, sólo continuó con su lectura o eso pretendía hasta que notó como el calor de otro ser humano se hacía presente frente a ella en un vago intento de leer el título del libro el cual estaba plasmado en la portada. –The Lie- fue todo lo que abandonó sus rosáceos labios, para luego bajar dicho espécimen de lectura y así poder dirigir su mirada de forma indirecta debido a sus lentes, a la figura masculina que le parecía tan atrayente los días anteriores.
Luego de unos breves momentos notó como aquel individuo le miraba de forma atenta, casi como si algo de su persona le fascinara, saliendo este de su ensimismamiento en el momento en que sus miradas se cruzaron de forma exacta, volteando su cabeza de forma algo brusca, dándole sólo la vista de su maraña de rizos. –Lo siento, es sólo que...no puedo mirar a la gente a los ojos, es imposible para mi y ver directamente a tus pupilas bueno...es un poco incómodo, siento como si pudiesen ver mi alma y viceversa..- Murmuró, aquello le pareció extraño, más una pequeña risa no se pudo ocultar puesto que el tono de voz utilizado por el adverso era tan tembloroso que demostraba en totalidad una mezcla de frustración y vergüenza al verla a los ojos de forma directa. –Hey, ¡no te rías!- Dijo mientras se volteaba algo avergonzado, se denotaba aquello por el leve color rojizo que sus mejillas habían tomado.
Luego de aquello no hablaron mucho más, por lo visto él se había dormido con los audífonos puestos, ella mientras tanto había tomado todo ese tiempo para concentrarse en su lectura. Faltando cinco minutos para el término del receso el muchacho despertó, se desperezó un poco y ya más relajado se le vino una idea a la mente. –Sabes, me gustaría saber tu nombre si no te molesta decírmelo claro está...quiero que..- Sus palabras se cortaron, puesto que al voltear nuevamente, aquella misteriosa y pequeña figura de cabellos rizados había desaparecido, como por arte de magia ella ya no estaba ahí.
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Él
WerwolfUna relación de eventos plasmados sobre un lienzo completamente monótono, conformado por una escala de grises urbanos hasta que una mancha de color cae de forma súbita, tratando de mimetizarse con los grises a pesar de poseer un tono azul profundo...