Capítulo ocho

236 55 4
                                    


A partir de esa noche, el joven capitán sintió mucha curiosidad por el ex monje y sus costumbres pues quería saberlo todo sobre él, sobre su pueblo, su Dios y su vida en aquel Templo, donde lo había capturado.

...—Cristiano... ven, siéntate aquí y háblame—le ordenó nada más verlo esa mañana.

 ven, siéntate aquí y háblame—le ordenó nada más verlo esa mañana

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—¿Qué quiere saber?

—Quiero que me cuentes ¿Por qué te hiciste siervo de tu Dios?

—Perdí a casi toda mi familia por enfermedades y a manos de otros, ya se lo dije...tan sólo me quedó​ una hermana, bueno y sus hijos...ellos son mi única familia. Nuestra granja fue saqueada y mataron a nuestros animales, así que pensé en que Dios quería que lo sirviese, por eso me decidí por una vida religiosa en el Templo...esa era una vida tranquila y me gustaba estar allí,no necesitaba más.

Durante unos minutos, Erath lo escuchó muy atento, lo cierto es que él no sabría que hacer si a su madre y hermana les ocurriese algo así, suponía que seguro no descansaría hasta dar con su asesino y vengar sus muertes, como ocurría con el de su padre, la cual aún pensaba cumplir.

—¿Crees que tu Dios te guió?

—Si, si lo creo. Allí los monjes me acogieron como unos más... al principio los ayudaba y estaba como un simple huésped pero tiempo después tomé los hábitos e hice mis votos.

El capitán lo miró con extrañeza.

—¿Votos?, ¿qué es votos?.

El castaño esbozó una tierna sonrisa, se sentía cómodo hablándole de su vida pasada, era mejor que escuchar gritos y recibir empujones, a los que estaba acostumbrado.

—Los votos son promesas que hacemos los católicos y siervos de Dios... prometemos cosas a nuestro Señor de los cielos.

—¿Qué clase de cosas le prometiste tú?— preguntó el pirata nuevamente.

—Pues está el voto de pobreza... en el Templo no disfrutábamos de lujos, ni cosas ostentosas, tampoco llevábamos ropas elegantes, ni teníamos grandes comidas...todo era sencillo y la comida escasa y aún así éramos felices.

El capitán frunció el ceño.

—No entiendo eso monje...si a tu Dios si le gustan los tesoros ¿por qué hacer eso?... cuando os encontramos, en tu Templo teníais cálices de oro y candelabros de plata, además de otras reliquias valiosas.

—Esos eran ofrendas de los discípulos y gentes católicas que las donan al Templo en ofrenda a Dios, les daban las gracias por sus atenciones y milagros....ell...

—¿Qué es milagro?.

—Pues los cristianos creemos que Dios nos concede los deseos que son imposibles de realizar por el hombre...Dios puede curar una enfermedad o hacer que la cosecha salga buena después de un invierno muy duro, o....

1. Mi ardiente capitán - EarthMix TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora