CAPITULO 18 (MAX)

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Hyde Park no era precisamente un lugar que hubiera visitado solo, y mucho menos porque necesitara que el aire fresco aclarara mis ideas. Pero allí estaba. Recostado del Puente Serpentine viendo los cisnes como si no tuviera nada mejor que hacer. Quizás no. Pero ese día estaba actuando más por impulso que de costumbre. Había decidido ir al club porque sabía que iba a ver a Kayla y al niño. No había podido olvidar el favor que me había pedido el sábado. Pero después del último encuentro con ella y gracias a las palabras del hombre llamado Roy, no estaba seguro de si era correcto ir. No éramos amigos, y lo poco de conocidos que teníamos se limitaba a ser encuentros incómodos.

Se suponía que no debería siquiera hablar con ella. Pero por esas razones quería demostrar que aquella mierda no tenía sentido. Y quería de alguna forma que ella lo supiera.

Y maldición. Había sido la mejor decisión.

Así como era con las personas, yo también solía ser sincero conmigo mismo. Sabía que una parte de mí estaba atraída por los encuentros con ella.

Era diferente a lo que estaba acostumbrado.

Cuando me ofreció quedarme no pude evitar decirle que sí, y olvidé los motivos para decirle que no. Me gustaba hablar con ella, y más cuando no le incomodaba estar cerca de mí.

No podía evitar acercarme para conversar. Y aunque a veces se notaba la rigidez en sus movimientos, ella se limitaba a relajarse como si no le molestara realmente.

En la piscina sentí como si la conociera desde hace tiempo. No por lo que sabía de ella, que no eran más que detalles, sino por la forma tan jodidamente fácil de seguir la conversación. No era fan de poner temas de conversación con desconocidos, Thomas se encargaba de eso y yo me limitaba a escuchar. Pero con Kayla sentía el impulso de escuchar lo que tenía para decir.

Era tímida pero al mismo tiempo sus palabras eran atrevidas, le gustaba decir lo que pensaba y al parecer buscarle el lado bueno y divertido a ello. Su sonrisa pocas veces abandonaba su rostro.

Solo cuando casi te la comes con los ojos.

Me había sobrepasado. Pero me gustaba cómo ella misma optaba por no moverse cuando estábamos tan cerca. Cómo las mejillas se le ruborizaban al instante. Pero al ver su boca entreabierta me desconcentré totalmente. Casi maldigo por las ganas que tuve de acortar la distancia que quedaba entre nosotros. No porque estuviese mal querer hacerlo, sino porque no se sentía correcto con ella. Como si estuviera a punto de cruzar una línea que era mejor no propasar.

Lancé una maldición. Me resultaba difícil ignorar a esa mujer. Y no solo por los detalles en común.

Estaba tan concentrado mirando la tranquilidad del lago que apenas escuché el celular. Era mi madre.

—¿Hola?

—Amor, ¿estás bien?

Fruncí el ceño por su tono preocupado.

—Sí, ¿qué ocurre?

—Tu padre está aquí, quiere... Tiene que decirte algo importante.

¿Iba en serio? No podía continuar con esos estúpidos juegos por su parte. Que mi madre le aceptara esos arrebatos ya era demasiado.

—¿Qué está pasando?

No me contestó. Escuché cómo mi padre le pedía que le pasara el teléfono.

No lo dejé comenzar a hablar. Estaba demasiado molesto para eso.

—¿Qué rayos te sucede? Tienes que dejar esta mierda, en serio.

—¿Sabes a quién te estás llevando a la cama, muchacho? Tiene que ser un castigo para mí que precisamente sea esa mujer que esté contigo.

—No entiendo qué diablos estás diciendo.

—Le dije a Dante que investigara a esa mujer con la que ahora te estás viendo. Sabía que si ese hombre estaba con ella esa noche no era nada bueno. ¡Maldición!

Dejé a un lado saber que mi padre había investigado a Kayla por pura paranoia. Necesitaba respuestas.

—¿A qué rayos te refieres?

—Es la hija de ese infeliz, Walter Foster.

¿Esperaba que me sorprendiera? Era probable que Dante me hubiera hecho caso y también lo hubiera considerado.

Mi padre siguió balbuceando a través de la línea.

—Nunca me imaginé que tendría una hija con Aubrey, esa mujer estaba demasiado molesta cuando me fui. —Hizo una pausa—. ¿Max?

Apreté los dientes.

—Déjame aclararte algo, no estoy acostándome con ella, y si lo hiciera no es de tu jodida incumbencia. Esa mujer es bastante decente, así que más te vale que dejes de perseguirla.

—¿Crees que ella me interesa? Lo único que quiero es hablar con Walter para ofrecerle un trato. Me conoces, hijo, si quisiera te pediría que consigas el número a través de su hija. Pero lo que quiero es que no te acerques a ella.

Agradecí estar rodeado de la tranquilidad del parque. Esas palabras me divirtieron más que molestarme.

—Si me pidieras esa mierda no creo que tengas salvación.

Mi padre maldijo.

—Escúchame. Walter siempre termina sorprendiéndome. No quiero saber su respuesta si se entera que estás jodiendo con su hija.

Amenazarme para que deje de hablar con ella.

Me froté el hombro por la presión que se estaba acumulando.

—Si a ese hombre le importara tanto como dices hace rato que Dante me hubiera encontrado golpeado detrás de un basurero, pero el único que está quedando como un imbécil eres tú. Lo digo en serio, será mejor que pares con esta mierda.

—No deberías hablar con ella después de lo que te dije —habló con ese tono autoritario que me sacaba de mis casillas—, si tanto querías que no te jodieran la estadía allá entonces trata de no jodertela tú mismo.

No pudiendo escucharlo más, colgué.

Más que por mí sentí rabia por cómo se había referido a Kayla. Como si diera por hecho que era capaz de hacer los disparates que sabía le estaban cruzaban por su mente.

Una de las imágenes de ella que no había abandonado mi mente era del sábado. Esa era ella tratando de alejarse de un padre que definitivamente no le había dado una vida sana.

Recordé un comentario que dijo el día que estuve a punto de atropellarla: «Es un conocido, ¿sí? Perdí el contacto con él hace años y ahora me está poniendo de los nervios».

Mi padre no era capaz de entender que solo estaba echando más sal a una herida.

Me froté el cuello, pensando en cómo debería manejar la situación. Sería más fácil si Kayla no fuera parte de cada camino que seguía en Londres. Ya era algo que estaba fuera de mis manos.

Tienes que decirle lo que sabes de ella.

Sabía que eso era lo correcto, y de paso disculparme por mi padre. Pero por primera vez no sentí el impulso de ser sincero. Sabía cuánto le afectaba ese tema, la privacidad con la cual se empeñaba en guardar esos detalles de su vida.

No tenía idea de cómo iba a tomar que alguien se había infiltrado en ella sin invitación.

Las ventajas de no conocerte [PRIMERA PARTE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora