CAPITULO 35 (KAYLA)

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Podía jurar que nunca había sentido esto al despertar. La calidez y satisfacción se extendía por cada parte de mi cuerpo y no eran las mantas que me cubrían. Ajustando los ojos a la luz que entraba por la ventana tuve la intención de mover las piernas, pero choqué con otras en el proceso.

Miré quien estaba a mi lado. Max estaba dormido justo ahí, con el cabello despeinado y su brazo libre encima de su pecho. Mi cabeza estaba usando de almohada uno de sus bíceps y tuve la impresión de que no había cambiado de posición por mi culpa.

Le contaste todo anoche.

Recordé cómo las palabras brotaron de mí boca como si me estuvieran haciendo el favor de salir de mi corazón.

Y justo en este momento me sentía liviana.

Había pasado tanto tiempo guardándome las cosas para mí misma que no sabía lo liberador que era contarle a alguien sobre mis problemas.

Cerré los ojos para disfrutar los últimos minutos de eso. Pero el despertador pareció sonar demasiado rápido.

—Mierda. —Me senté en la cama con las piernas encima. Tomé mi celular de la mesita.

Por primera vez en mi vida no quería ir a trabajar.

Max se restregó el rostro con un gruñido.

—Es demasiado temprano.

—No todos trabajamos de noche, Bruce Wayne.

Él bufó mientras se sentaba a mi lado.

—Buenos días —dije.

—Buenos días. —Retiró un mechón que caía encima de mi rostro, supuse que era una manía que había adoptado por mirarme hacerla muy seguido—. ¿Estás mejor?

Asentí.

—Gracias.

—Tus ojos están hinchados aún.

Me pasé un dedo.

—Tal vez necesite maquillaje. Espero no volver a llorar así.

—Yo también, pero si lo haces puedes llamarme.

—¿Llorarás conmigo?

Una de las comisuras de sus labios se alzó levemente.

—Prometo que no voy a irme.

Sonreí por lo mucho que me conmovieron sus palabras.

Me detuve a mirarle el rostro. Los moretones por suerte habían perdido el color rojizo.

—Tú también luces mejor.

La alarma volvió a sonar. Tomé el celular para apagarla.

—Tengo que ir a casa a cambiarme.

Max no respondió de inmediato. Se puso de pie y se dirigió a la puerta.

—Iré por mis zapatos.

Apreté los dientes cuando la cerró detrás de él. Dejándome sola.

Tardé unos minutos en levantarme, no dejaba de mirar el espacio vacío donde él había estado.

No seas estúpida.

No tenía sentido sentirme triste. No debería.

Sí deberías...

Traté de no pensar en absoluto mientras me vestía con la ropa que tenía puesta el día anterior. Cuando bajé las escaleras Max estaba allí en la entrada.

—Hmm, ¿Tanya está...? —Corté mis palabras cuando ella salió de la cocina.

—Oh, querida.

Las ventajas de no conocerte [PRIMERA PARTE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora