CAPITULO 6 (MAX)

239 16 0
                                    

Sentí cómo el alcohol caía en mi estómago como una cascada. No me había molestado en ligarlo con una mezcla. Nunca lo hacía. Casi siempre me limitaba a tomarme dos vasos, pero que al menos valieran la pena.

No le presté verdadera atención al mimado de Simon. El hombre trabajaba para su padre y estaba llenándonos los oídos con logros ajenos.

Desvié la vista tratando de distraerme. Era extraño no estar en Bortex, apenas iba de visita a los bares de gente que conocía. Prefería continuar trabajando en mi oficina y procurar que todo estuviera en orden.

Me detuve al ver a una mujer en dirección a nosotros. Estaba de pie escribiendo en una libreta. Tenía el cabello castaño encima de los hombros, ondas gruesas que se iluminaban a momentos por las luces y la hacían parecer rubia. El escote de su blusa estaba casi oculto por todo ese cabello, e inconscientemente esperé que se lo retirara hacia atrás.

Bajé un poco más, lo mejor de su atuendo era esa falda negra que resaltaba sus caderas, y dejaba a la vista unas exuberantes piernas. Golpeteaba el piso con uno de sus tacones mientras escribía, cómo si no pudiera quedarse totalmente quieta.

Sus ojos se agrandaron al levantar la vista y ver que la miraba. Estuve a punto de sonreír. Si su plan era que no se dieran cuenta la libreta en mano lo había arruinado.

Casi dejo pasar una sombra detrás de ella. Enfoqué la vista y reconocí al hombre.

—Ahora vuelvo —dije al grupo y me puse de pie.

No me percaté de lo cerca que estaba de la mujer hasta que le pasé por el lado. Aunque apenas chocamos miradas fue suficiente para fijarme en que sus ojos eran grises, semejantes al humo. Su rostro tenía forma de corazón y lo enmarcaban a la perfección.

Fui rápido y me fijé en la curva de sus labios que había pintado con un brillo rojizo.

Sí.. es una chica muy linda.

Tuve el impulso de preguntarle que escribía sobre nosotros pero no tenía tiempo para eso. Me obligué a caminar hacia la barra.

Dante se puso en pie tan pronto se dio cuenta de mi llegada.

—Max...

—Quiero que me digas qué diablos haces aquí.

—Cálmate, no es lo que crees.

—¡Creo que sé perfectamente qué es esto!

El barman nos miró de reojo. Diablos, lo último que necesitaba era causarle un escándalo a Thomas.

—Vamos —le dije.

Nos dirigimos a la parte de atrás donde había una amplia terraza para fumadores, tenía una banda en la entrada para evitar que la gente pasara pero la hice a un lado sin pensarlo dos veces. Me pareció divertido que Thomas hubiera apartado de su vista y su nariz los cigarrillos.

Como no había personas allí me volví hacia Dante con la rabia apenas contenida.

—Habla, ¿o prefieres que llame a mi padre?

Él se ajustó la chaqueta.

—Estoy aquí por trabajo.

—¿Esperas que me crea esa basura? Te mandó a seguirme, ¿es eso?

—No es tan sencillo.

No soportaba que me mintieran y menos en la cara.

—No sé qué te haya dicho mi padre pero no me interesa...

—¡Hablo enserio! —Una voz femenina cortó mis palabras.

La mujer de la libreta estaba a unos pasos de nosotros, un hombre con corte militar la hizo detenerse. No llegué a escuchar lo que le dijo pero por la forma en que su rostro se contrajo supuse que le había afectado. Se dio la vuelta para irse pero él la sujetó del codo.

Sin darme cuenta de lo que hacía caminé hacia ellos.

—¿No la escuchaste, imbécil?

Él la soltó inclinando la cabeza hacia mí. La chica dio unos pasos atrás como si en cualquier momento fuera a salir corriendo.

—Me lleva... —dijo Dante cuando se acercó a nosotros.

El hombre frente a nosotros entornó los ojos hacia él como si le diera asco lo que veía.

—Tienes muchos cojones para volver aquí.

Dante parecía igual de sorprendido.

—Esperaba encontrarte pero en definitiva no de esta forma. —Me sujetó del hombro dando un paso hacia atrás—. Vámonos, Max.

El hombre se detuvo a observarme.

—Max Bennett, ¿no? —Giró la cabeza como si le hiciera gracia—. No puedes negar a tu padre, ¿lo sabías?

Apreté los dientes, no necesitaba que otro hijo de puta lo mencionara.

Siguió hablando, cabreando mi paciencia.

—Si viniste a seguir sus pasos a Londres...

Le estampé un puñetazo en el rostro.

Tal vez exageré, pero después de la conversación con Simon y la sorpresa de encontrarme a Dante estaba algo alterado con respecto al tema.

Dante me sujetó por detrás. La mujer pareció preocupada por él, incluso arrugó la frente hacia mí. Pensé que diría algo pero optó por darse la vuelta y apresurarse hacia dentro.

Sí... de nada.

El tipo que había golpeado pareció contener las ganas de tirarme al suelo mientras se agarraba la mandíbula.

—Eres hijo de tu padre.

Dante se interpuso entre ambos con una risa incómoda.

—Olvidemos estos últimos segundos y hablemos, Roy. Tengo algo que podría interesarte.

—Vete al diablo. —Me miró por última vez antes de regresar al bar.

Dante lanzó una maldición.

—A tu padre no le gustará esto.

Tal vez mi expresión demostró el desconcierto que sentía, porque no dudó en explicarse.

—Lo conozco de cuando trabajamos aquí, y tienes suerte de que no te haya golpeado.

A decir verdad, lo único que quería entender era qué rayos tenía que ver esa mujer con todo eso.

No preguntes...

—¿Qué hay de la chica?

—Puede que quiera pasar un rato con ella. No tengo idea.

Seguía sin entender, pero no iba a montar una conversación que resumiera los días de mi padre allá en Londres.

Dante se pasó ambas manos por el cabello.

—Si tu padre sabe que estábamos todos en el mismo lugar va a enloquecer, deberías...

—No me interesa. No vuelvas a seguirme, ¿oíste? No eres mi niñera.

Dante bufó antes de darme la espalda.

—Hubiese sido más fácil si te hubieras ido a Las Vegas.

Me froté el cuello cuando estuve solo. No le encontraba sentido a lo que había pasado, pero viniendo de mi padre no podía esperar menos. Aun así, esperaba que lo que había dicho Dante no fuera cierto y la mujer no estuviera involucrada en ese tipo de problemas. Si lo estaba, le deseaba la más sincera de las suertes.

Las ventajas de no conocerte [PRIMERA PARTE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora